Desde la realidad venezolana, el historiador Enrique Krauze aprendió que al mandar al diablo a sus instituciones en aquel país su-damericano surgió algo peor que el régimen priista que tuvo el poder en México durante décadas: se llama Hugo Chávez, un líder carismático, un caudillo que pretende comprar voluntades y simpatías a golpe depetrodólares.
El escritor, que acaba de lanzar su libro El poder y el delirio, afirmó en entrevista que durante su investigación sobre la historia reciente de Venezuela, aprendió también que México “es un país mucho más estructurado, mucho más institucional, un edificio corporativo político, donde la Iglesia y el Estado han jugado un papel muy importante. Desde allá se ve de otra dimensión a la Iglesia y al Estado”.
Krauze, autor de Siglo de Caudillos, sostiene que la tradición “caudillesca” de Venezuela es mayor que la de México, y compara:
“Nuestro dictador último fue Porfirio Díaz, pero de ninguna manera fue férreo o sangriento como fue Juan Vicente Gómez, que estuvo en el poder hasta 1935, además era dueño, como Chávez ahora, del petróleo, eso no lo tuvimos, eso es valorar a México.”
Sin embargo, hace hincapié en que lo que aprendió en este trabajo, presentado en 359 páginas y editado por Tusquets, es que las democracias son frágiles y se suicidan.
“Las democracias no sólo se pierden por factores externos, y esta democracia venezolana sin ser perfecta era ejemplar: construyó un pacto político de alternancia y de respeto desde 1959 y hasta 1998, digamos una democracia que se adelantó al Pacto de la Moncloa, una democracia que se adelantó cuarenta años al arreglo político que tenemos en México. Esa democracia se suicidó porque los políticos, los partidos, los empresarios, los medios, los sindicatos y los intelectuales no la cuidaron”.
En ese sentido, advierte que en ese espejo se tiene que ver México.
“En este libro, espero, se pueda ver una enseñanza para México: que las democracias se suicidan. Los venezolanos de verdad que mandaron al diablo a las instituciones y ¿sabe qué salió? El caudillo, y en este caso no cualquier caudillo, sino un líder carismático, de largo aliento, con la chequera bien provista de petrodólares y con un diseño y una voluntad de poder sin comparación, quizá sólo (Vladimir) Putin se le parece”.
Krauze dice que el presidente Chávez y el régimen priista, que duró más de 70 años en el poder, “se parecen en la concentración del poder, en la concepción del poder en el Estado, en todo el corporativismo estatista, con la diferencia de que en el sistema político mexicano el poder duraba seis años y ni un minuto más”.
Puntualiza que no hay que olvidar ese factor, porque estaba en el centro de la relativa modernidad de la política mexicana.
“El Presidente podía hacer durante seis años lo que quisiera, pero ese límite temporal, esa magia de dos palabras, ‘no reelección’ es algo que los venezolanos tienen que aprender.”
Y una segunda diferencia central, según Enrique Krauze, es que “con toda su deficiencia, corrupción y cinismo, el sistema político mexicano no tenía tentaciones totalitarias, ni quería imponer una ideología, nunca.
“Chávez sí quiere imponer su particularísima interpretación, llamada bolivarianismo y el socialismo del siglo XXI.
Hugo Chávez, continúa el historiador, casi ha dicho que Bolívar era socialista, que Cristo era comunista y que si los dos vivieran votarían por él. Este uso y abuso de la historia es algo que él quiere imponer y además divide a la sociedad entre amigos y enemigos.
“Esto no había en el PRI. Para el PRI, el PAN era el adversario despreciado, a veces despreciable; la izquierda era el adversario temido, pero nunca el enemigo, ni siquiera desde el punto ideológico, porque el PRI daba pasitos hacia la derecha y hacia la izquierda, es decir, no era un régimen ideológico.
“El bolivarianismo y el socialismo del siglo XXI es una especie de marxismo aguado, y creo que se parece más al fascismo y eso trato de comprobarlo en el libro, pero se le quiere imponer a la mayoría, en detrimento de una minoría a la que se le llama enemigo, eso tampoco lo tenía el PRI.”
El presidente de Venezuela, afirma el historiador, es más parecido a Benito Mussolini, Adolfo Hitler, José Stalin o Juan Domingo Perón que a los revolucionarios con los que ha querido compararse, como El Che Guevara o Fidel Castro.
“No tiene la fuerza mítica de la Revolución de Fidel y del Che, pero quiere adquirirla y hace todo por adquirirla, por apoderarse de ella, no me cabe duda.
“De otra suerte no se explica su relación con Castro y todas las fotos tomadas con Castro y hasta la idea de que ‘es mi verdadero padre’ y toda esa simbología.”
Pero Hugo Chávez no tiene detrás esa leyenda guerrillera, no hay en su pasado una Sierra Maestra ni hay un Simón Bolívar.
“Lo que si hay es dinero, petróleo y una enorme voluntad de poder, como la de Fidel Castro”, subraya Krauze.
Andres Becerríl (Excélsior, 18.11.08)
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