El régimen de Chávez tiene otros problemas. Está minado por el peculado y el nepotismo y ello es contrario a una revolución, porque ésta se inspira siempre en la honestidad y la pulcritud en el manejo de los recursos públicos. PDVSA, la principal empresa del Estado está castigada por el porcentaje corruptor y el tráfico de influencias. Hugo Chávez ha hecho de la administración pública una especie de hacienda personal, que invocando buenos propósitos, maneja a su antojo sin rendirle cuenta a nadie y como dice Enrique Krauze, escritor mexicano, ha hecho de la propiedad pública su propiedad privada, al regalar, donar o transferir a terceros países dineros a raudales que pertenecen a todos los venezolanos. Quizás una de las peores acciones de Chávez ha sido haber llevado la política partidista a la Fuerza Armada Nacional.
Es vergonzante ver a facciones de oficiales en actos proselitistas y a los cuarteles convertidos en casas de beneficencia o sede del PSUV, ello porque para Chávez la fuerza armada es su verdadero partido, en una especie de simbiosis que sigue la máxima del ideólogo fascista Norberto Ceresole, muy admirado por Chávez: Caudillo-Pueblo-Ejército. Estos elementos fascistas han calado hondo en la estructura del Estado-gobierno en Venezuela al punto que cuando se le junta con el marxismo-leninismo importado desde Cuba, ello no puede resultar sino en una mezcla indigesta. La conformación de bandas armadas vestidas con franelas rojas con el objeto de atemorizar y agredir a quienes considera el enemigo, son prueba de ello. Esas bandas armadas, camisas rojas, imitan muy bien a las camisas pardas de Hitler que sembraron el miedo y el terror en la Alemania nazi, las tristemente recordadas Sturmabteilung (SA), las tropas de asalto.
En Venezuela se acabó la sana distinción entre gobierno y partido de gobierno, las dos son la mismo entidad, como lo hizo el nazismo. Hitler lo dijo en 1939 en un mitin en Hamburgo. “El partido es el líder y el líder es el partido”. El partido oficial de Chávez es una estructura militarizada, organizada en batallones, escuadras y patrullas, como si se tratara de una formación militar, donde él manda y los demás obedecen.
Derrotado de manera contundente en el campo de las ideas y ya en retirada vergonzante, a los panfletarios del socialismo del siglo XXI, no le ha quedado otra que refugiarse arrinconados en la reelección de quien ellos dicen es su único líder, porque sin Chávez son nadie.