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lunes, 15 de diciembre de 2008

El poder y el delirio


Quienes consideran al comandante Hugo Chávez un ser primitivo y superficial juzgándolo sólo por sus apariciones televisivas, en las que derrocha truculencia, demagogia, vulgaridad, diatribas y jerga, se llevarán una sorpresa leyendo el libro que el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze ha dedicado al presidente venezolano: El poder y el delirio. En su intenso rastreo, Chávez aparece, desde adolescente, antes de ingresar al Ejército, como un joven abrasado por una pasión subversiva y patriótica, que practica el béisbol con éxito y devora libros de historia de su país, biografías de sus héroes y escudriña sin tregua la vida y proezas de Bolívar a quien profesa un culto religioso y sueña con emular.
Más tarde, ya de oficial, experimentará una singular conversión a la ideología y los designios revolucionarios de los guerrilleros a quienes ha sido enviado a combatir a la región de Anzoátegui. Allí, en los setenta, leyó un libro que, según Krauze, cambió su vida: El papel del individuo en la historia, del padre del marxismo ruso, Gueorgui Plejánov. A partir de entonces, mezclando reflexiones propias con lecturas de Marx, Lenin y panfletos revolucionarios latinoamericanos, al mismo tiempo que a su devoción por Bolívar añadía la fascinación por Fidel Castro, irá construyendo su peculiar ideología, una alianza de militarismo, marxismo y fascismo, en el que el eje y motor de la revolución es el héroe epónimo, entendido éste en la acepción carismática y trascendental que le atribuyó Carlyle en su libro (tan admirado por Hitler) De los héroes y el culto de los héroes. Todo esto ocurre en el secreto, claro está, pues el Ejército del que forma parte Chávez se halla en aquellos años identificado con los gobiernos democráticos de Venezuela y empeñado en una lucha difícil contra las guerrillas que, apoyadas por Cuba, han abierto varios frentes de lucha en el interior del país. Dentro de sus filas, Chávez forma sociedades secretas y conspira ya entonces preparando la toma del poder mediante un golpe, algo que sólo intentará, fracasando en el intento, años más tarde, en 1992, durante el segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez.

De manera que cuando el comandante Chávez sube al poder, en 1998, ungido por los votos de los electores venezolanos, está lejos de ser un improvisado. Va a poner en práctica un proyecto político y social que irá puliendo y radicalizando desde el gobierno, pero que ya le rondaba la cabeza desde su juventud. Ésta es también una tesis que hace suya el ex presidente boliviano Jorge Quiroga, para quien Chávez es un astuto estratega que, detrás de sus extremos histriónicos, va edificando sin prisa ni pausa y a golpes de chequera -de petrochequera- un imperio continental estatista, totalitario y caudillista. Este proyecto, dice Krauze, aunque se promueve a sí mismo con una retórica revolucionaria y marxista, tiene, por su componente militarista, vertical y sobre todo el culto irracional del héroe, una entraña fascista, y su semejanza mayor, en América Latina, son Perón y el peronismo.
Uno de los aspectos más interesantes de la investigación de Krauze es mostrar la influencia que ejerció sobre Chávez un pintoresco personaje de híbrido prontuario, Norberto Ceresole, peronista, profesor de la Escuela Superior de Guerra en la URSS, representante de Hezbolá en España, antisemita y neonazi militante, autor de libros de geopolítica que negaban el Holocausto. Luego de haber estado vinculado a la dictadura militar de izquierda del general Velasco Alvarado en el Perú, Ceresole se convirtió en asesor y panegirista del comandante Chávez, a quien acompañó en sus giras por el interior de Venezuela.
El poder y el delirio es un libro muy ameno, compuesto de ensayo histórico, reportaje periodístico, documento de actualidad y análisis político. Traza un animado fresco del pasado inmediato venezolano, donde encuentra las raíces secretas de la crisis que abrió a Chávez las puertas del poder en el deterioro, despilfarro y corrupción en que degeneró una democracia que, a la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, y con el Gobierno de Rómulo Betancourt había abierto un período, ejemplar en ese momento latinoamericano, de libertades públicas, fortalecimiento de las instituciones civiles y de la legalidad, a la vez que de intensa preocupación social.
Con justicia, Krauze llama a Betancourt "la figura democrática más importante del siglo XX en América Latina", pues no sólo impulsó la libertad en su país sino luchó sin desmayo contra todas las dictaduras, de Trujillo a Fidel Castro, que mantenían al continente en el atraso y la barbarie. Si la llamada "doctrina Betancourt" que quería comprometer a todos los gobiernos democráticos del continente a romper relaciones y a acosar diplomáticamente a todo régimen de facto hubiera prosperado, otra sería la suerte política de América Latina en la actualidad. Por eso fue atacado con ferocidad sin igual por los dos extremos y se salvó de milagro de los varios atentados contra su vida. Krauze tiene razón: Rómulo Betancourt fue un demócrata cabal, un estadista honrado y lúcido, y si todos los gobernantes que lo sucedieron hubieran seguido su ejemplo jamás hubiera surgido en Venezuela un fenómeno como el de Chávez. Por desgracia no fue así y, al igual que en otras democracias latinoamericanas, la ineficiencia y la corrupción que vinieron después hicieron que grandes sectores sociales, frustrados en sus anhelos, se dejaran seducir por los cantos de sirena revolucionarios. Y, ahora, mientras luchan por recuperar la democracia que perdieron, aprenden (¿aprenden, de verdad?) que el sacrificio de la libertad es siempre inútil, pues los hombres fuertes y caudillos acarrean siempre peores males que los que pretenden remediar.
En los animados diálogos y mesas redondas y entrevistas con intelectuales venezolanos de distintas tendencias que acompañan el ensayo de Krauze, se despliega toda la complejidad de la situación actual en Venezuela, y queda claro que hay criterios muy diversos entre los análisis que hacen distintas figuras de la oposición, de un Teodoro Petkoff a un Germán Carrera Damas o a un Simón Alberto Consalvi, para explicar el fenómeno Chávez. Pero lo que surge de todo ese rico material polémico es algo que resulta muy alentador: lo más graneado y sólido de la intelectualidad venezolana, sea de izquierda, de centro o de derecha, milita en las filas de la oposición democrática al régimen caudillista de Chávez y trabaja para impedir que el proyecto autoritario cancele los espacios de libertad que aún sobreviven. Y todos parecen coincidir en la convicción de que esa lucha por la libertad debe ser pacífica, de ideas y principios, y electoral. Esta es la primera vez en la historia de América Latina en que un régimen "revolucionario" no ha conseguido reclutar a un solo artista, pensador o escritor de valía y más bien se las ha arreglado para ponerlos a todos ellos en la oposición. Vale la pena subrayarlo y celebrarlo porque lo cierto es que hasta ahora todas nuestras dictaduras, sobre todo si eran de izquierda, han tenido cortesanos intelectuales, y a veces de alto nivel.
No es menos extraordinario que en la resistencia a Chávez militen, en la vanguardia, los estudiantes universitarios, en su gran mayoría, y sobre todo los de las universidades públicas, es decir, los de origen social menos próspero. Enrique Krauze entrevista a varios de ellos y hace un perceptivo examen de las razones que han llevado a los jóvenes venezolanos a rechazar la supuesta "revolución socialista del siglo XXI" y a movilizarse, en diciembre del año pasado, contra el intento del régimen de Chávez de legitimar su eternización en el poder mediante un plebiscito. La derrota que allí experimentó el régimen, por primera vez, es una fecha histórica, porque desde entonces ha cambiado la correlación de fuerzas, y ello ha quedado demostrado el pasado 23 de noviembre, con los resultados de las elecciones en las que la oposición conquistó los cinco Estados principales del país y un gran número de alcaldías. No creo que sea wishful thinking predecir que desde ahora, y aunque ello tome tiempo, Venezuela dejará de retroceder hacia el autoritarismo pleno y avanzará de nuevo hacia una democracia renovada, enriquecida por la experiencia y vacunada contra los errores que engendraron la anomalía de la que ahora trata de emanciparse.
Mario Vargas Llosa (El País, España, 14.12.08)

domingo, 7 de diciembre de 2008

Chávez no pudo cambiar el mundo

La política exterior del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, es uno de los más conspicuos laberintos de los últimos tiempos. Si uno explorara la memoria encontraría un precedente en aquel loco griego que, según Simón Bolívar en una carta al general Páez, subía de tarde en tarde a las colinas de Atenas “con el propósito de dirigir los barcos que navegaban en alta mar”.

       El presidente venezolano, en efecto, se consideró destinado a cambiar el mundo y a liberar a todas las naciones del dominio imperialista de Estados Unidos. Para lograr tales propósitos consolidó su dependencia de Cuba, analizada a fondo por el mexicano Enrique Krauze en El poder y el delirio. Buscó alianzas con Irán, Rusia y China. Siempre dio muestras de olvidar que en Rusia ya no gobernaba el PC de la URSS, y cuando visitaba China invocaba el nombre de Mao Tse-Tung, para asombro de sus anfitriones.

En una primera etapa les rindió pleitesía a los grandes del mundo. Su estilo causó hilaridad cuando trató de abrazar (y probablemente besar) a la reina de Inglaterra, quien discretamente echó uno, dos pasos atrás. Igual sucedió con el emperador de Japón, a quien le dio un abrazo tan fuerte que el monarca estuvo a punto de perder el equilibrio. En Roma, se arrodilló ante Juan Pablo II como si estuviera robándose una base en un juego de béisbol.


Simón Alberto Consalvi (El Mundo, 6.12.08)

lunes, 1 de diciembre de 2008

Chávez es una invención literaria de si mismo

Guadalajara, México.- Hugo Chávez, presidente de Venezuela, se creó para sí mismo un personaje literario ferviente admirador de las ideas bolivarianas, dijo el viernes el historiador mexicano Enrique Krauze, quien acaba de publicar un libro sobre el mandatario, reseñó AFP.

"Chávez es una invención literaria de sí mismo. Es un gran fabulador y se inventó como un gran bolivariano (...) Es el intérprete y la encarnación de Bolívar. Si Bolívar viviera en este tiempo votaría por Chávez", consideró Krauze.


El intelectual presentó su nuevo libro El poder y el delirio, un análisis de la personalidad y las acciones del líder venezolano, en la primera jornada de la Feria del Libro de Guadalajara (oeste de México)."Chávez es un caudillo que pertenece a esa estirpe y un vendedor excepcional. Muchos hombres de esas características han existido sin lograr nada pero él se cruzó con una crisis sistemática" y logró ser visto como el "gran vengador de los agravios anteriores", opinó por su parte Teodoro Petkoff.

En esta edición de la Feria del Libro de Guadalajara, considerada como la cita más importante de la literatura en habla hispana, participarán 1.600 editoriales de 40 países y más de 500 escritores, con una oferta cercana a los 300.000 títulos.

El Universal (Caracas, Venezuela, 30.11.08)

Bolivar, el pobre

No existe otro personaje más esquilmado, malversado, atropellado, tironeado y escarnecido que el pobre don Simón Bolívar. Sus innumerables citas pululan en cualquier cajón de sastre y han servido a los politicastros venezolanos de todo tiempo y condición como el hilo negro para coser cuanta impostura se les ocurra. Lo adivinó a pocos años de su muerte y se lo dijo lleno de aflicción al joven Antonio Leocadio Guzmán en 1827, cuando el hijo de la Tiñosa, como llamaban a su madre, andaba haciéndole la corte a una de las jóvenes Blanco, sobrina y protegida del Libertador, a la caza de un buen braguetazo. Se salió con la suya el ambicioso joven, dando a luz en 1830 al propio Guzmán Blanco. Así escriben los aventureros la historia de Venezuela: entre golpes de fortuna, braguetazos y asaltos armados al Poder.

"No puedo evitar que se haga en mi nombre cuanta tropelía se le ocurra a los aprovechados", dijo palabras más palabras menos el más poderoso latinoamericano de su tiempo, cuando ya se enfilaba a su inevitable ruina. Ni se imaginaba que el hijo del ambicioso Antonio Leocadio le elevaría cincuenta años después un altar y echaría andar el culto que mayores desgracias le ha traído a la república. El culto a Bolívar. Convertido en cruento sainete de estos malos tiempos.

La culpa es suya, pues fue el dueño del garrote. Sirve el pobre Don Simón para la ultra derecha y la ultra izquierda, para monárquicos y republicanos, para desaforados y sensatos, para pacificadores y guerreros, para conservadores y revolucionarios. En fin: para lo que a usted más le acomode. Fue arbitrario y consensuado, aristócrata y popular, rico y pobre, monárquico y republicano, imperialista y antimonárquico, demócrata y despótico. Y ya al borde de la muerte hasta llegó a echar en falta el gobierno colonial, cuando se disfrutaba de esa paz perdida por causa de sus delirantes sueños de grandeza. Sin duda, el venezolano más complejo, rico en matices, culto, contradictorio y desenfadado de todos los tiempos. Si tiene usted ambiciones políticas agarre, manque sea fallo: algo encontrará que le sirva a sus propósitos.
Como que el libro que acaba de escribir Enrique Krauze para desvelar los delirios bolivarianos del teniente coronel comienza con una cita que demuestra cuán atrabiliario resulta el intento del soldado de Sabaneta de Barinas por apropiárselo. Dice el epígrafe del libro en cuestión: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos (…). Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.” ¿Afirmar bajo esta premisa que encabeza el extraordinario libro de Krauze que Bolívar, que detestaba los reinados vitalicios, de revivir votaría por el teniente coronel en su TERCER intento por apropiarse de la presidencia de la república?
Dudo muy seriamente que Krauze lo haya dicho y por lo tanto descreo de la Agencia France Presse que lo ha echado a rodar por el mundo. Los dos aliados más importantes con que contó Krauze para desnudar al teniente coronel fueron Carlos Marx y Simón Bolívar. De la lectura de su hermoso libro se derivan dos afirmaciones concluyentes: Chávez es una aberración de la izquierda marxista y un atentado contra el pobre don Simón Bolívar. Pero como Enrique Krauze estará este próximo viernes 5 de diciembre presentando su libro en el Centro Cultural Chacao, de Caracas, tendremos oportunidad de escuchar su propia y personal versión de los hechos.

Antonio Sánchez García (Analítica.com, Venezuela, 1.12.08)