martes, 3 de marzo de 2009

La patria y la libertad

Hoy en Latinoamérica se confunde la Patria con el gobierno. Por ejemplo, todo lo que el gobierno ecuatoriano actual hace va adornado con la frase "La Patria ya es de todos". Pero las consecuencias de confundir la patria con el gobierno y de anteponer los intereses de la patria a los intereses personales podrían ser terribles y no solo limitadas a la perversión del lenguaje. Se habla mucho de la soberanía de la patria, pero muy poco de la soberanía individual que es la que importa y está profundamente en conflicto con la Patria soberanísima del siglo XXI.

En El poder y el delirio (Tusquets, 2008), el historiador mexicano Enrique Krauze dice que "Chávez ha asumido frente a la oposición una actitud que recuerda a la Contrarreforma: quienes disienten son ´escuálidos´, ´pitiyanquis´, ´traidores a la patria´, ´vendepatrias´". Incluso dice que el chavismo tiene sus "tribunales de inquisición" en el programa de televisión La Hojilla (con el inquisidor Mario Silva) y sitios de Internet como aporrea.org. En Ecuador el presidente lanza sus dardos a la oposición en su cadena radial de los sábados. Además, dice Krauze que cuando Chávez se refiere "al pueblo" solo se refiere a una parte de este (la que comulga con él).

Lo interesante es que, sin advertirlo, el autor mexicano estaba haciendo eco de una idea que el filósofo político argentino Juan Bautista Alberdi expresó en su texto clásico "La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual" en 1880. Alberdi dice ahí que los latinoamericanos, a diferencia de las naciones de Europa Occidental y EE.UU, habíamos heredado la concepción griega y romana de la Patria: "era una institución de origen y carácter religioso y santo . . . El hombre individual se debía todo entero a la Patria; le debía su alma, su persona, su voluntad, su fortuna, su vida, su familia, su honor". Y es por eso que, dice Alberdi, "los antiguos no conocían, pues, ni la libertad de la vida privada, ni la libertad de educación, ni la libertad religiosa".
Esta concepción tan antigua de la Patria contribuye a que en países como Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela los escándalos, de corrupción, por ejemplo, no afecten la popularidad o credibilidad del líder. Dice Krauze que de toda mancha que pueda haber en el gobierno chavista se infiere que "él (Chávez) no sabe, él no es responsable, él pondría remedios, él es una víctima". Eso explica por qué a pesar del terrible desempeño económico y el caos social que suelen generar estos líderes siguen ganando elecciones. Pero la historia latinoamericana demuestra que eventualmente el pueblo se cansa.
El caudillismo o populismo tiene raíces profundas en América Latina porque, explica Alberdi, nuestros libertadores como Bolívar, O´Higgins, San Martín, habiendo estudiado en España y comprendido a la Patria y a la libertad "a la española", solo libraron a los estados latinoamericanos de España y no a sus individuos del Estado.
Nada de esto lo digo por fomentar el "anti-patriotismo", sino por promover un patriotismo distinto y no reñido con las libertades individuales, aquel que considera al individuo un valioso contribuyente, libre y responsable, al progreso del país.
Gabriel Calderón (El Diario exterior, 3.mar.09 )

Chávez no es un héroe

El pasado viernes 5 de diciembre, en el auditorio del centro cultural de la Alcaldía de Chacao, en Caracas, se presentó el libro El poder y el delirio. Después de las intervenciones del líder político Américo Martín y del renombrado historiador Germán Carrera Damas, Enrique Krauze tomó la palabra. Ante un nutrido público comenzó a explicar la génesis de su interés por Hugo Chávez y por el proceso que vive actualmente Venezuela.
La historia siempre está llena de secretas correspondencias. Casi al mismo tiempo, en el Palacio de Miraflores, sede de la Presidencia de la República, el primer mandatario del país se reunía con el Buró Central de su partido para terminar de diseñar una estrategia que le permita reelegirse en su cargo de manera indefinida. Aunque ya el año pasado la mayoría de los venezolanos rechazamos una propuesta de reforma constitucional que incluía esa posibilidad, Chávez no renuncia a su ambición, cree firmemente que el país necesita que él permanezca en el poder. “Hasta el 2030”, ha dicho. “Hasta que el cuerpo aguante”, también ha dicho. Asegura que está dispuesto a sacrificarse.
Las dos situaciones parecían dialogar de manera soterrada. Mientras Krauze dibujaba una anatomía de la locura y del poder, donde se da “la aparición, una vez más, de la sombra del caudillo que tantas veces se ha presentado, que tanto daño le ha hecho al desarrollo cívico, político y moral de nuestros países”, el presidente Chávez, a través del canal de televisión del Estado, atacaba a quienes cuestionan su nueva propuesta de enmienda, defendiendo que ese cambio constitucional “se puede plantear una vez, dos veces... ¡hasta cien veces!” Tal parece que esta es su verdadera agenda de país, su único plan de futuro. La sombra del caudillo ya ha desaparecido. El caudillo está aquí, queriendo ocupar todo nuestro espacio.
El poder y el delirio, según reconoce su autor, nació justamente en esas fechas, en una visita a Caracas, poco después del histórico 2 de diciembre de 2007, día en que ocurrió lo que Chávez jamás había imaginado: perder unas elecciones. Esta situación disparó la curiosidad del historiador e inauguró lo que sería, a la postre, un profuso trabajo de investigación. Unos meses después Krauze regresó a Caracas con la intención de cotejar y consultar algunos datos, de conversar con un amplio grupo de venezolanos, sobre todo con algunos de los cercanos colaboradores del gobierno, para conocer –como dice él mismo– la “narrativa chavista”.
Este periplo, de investigación y de viajes, está muy bien articulado en el libro: se trata de una escritura en movimiento. Es un recorrido por diferentes géneros, que igual va del reportaje al ensayo, de la interpretación histórica a la entrevista, del análisis ideológico a la crónica cotidiana. Es un texto híbrido, fronterizo, una historia del presente que adquiere y se desarrolla, también, en las formas fragmentarias del presente.
El narrador asiste al país que somos, ingresa en nuestra actualidad de la mejor manera: la chica de la aduana que revisa su pasaporte le ofrece cambiar dólares. Con un férreo control de cambio, y una ley que penaliza las operaciones de compra y venta de divisas, el funcionario público se convierte, a la vez, en la primera representación del Estado y la ilegalidad, del orden y el delito. Una metáfora terrible que recuerda aquello que afirmaba Octavio Paz en Postdata: la amenaza de toda revolución es la anarquía.
A partir de este presente, Krauze nos propone un tránsito constante entre el país que él observa, que camina, con el que platica, y su pasado, su historia remota, su tradición, y también su historia más reciente, la que se construyó en la segunda mitad del siglo XX, con la llegada de la democracia, tras casi dos siglos de guerras y de enfrentamientos militares y caudillescos; el relato finalmente aterriza en esta década, en Chávez y su proyecto del socialismo del siglo XXI.
Por supuesto que no se trata de un turismo inocente, de una travesía guiada tan sólo por la perplejidad o por el simple ánimo de dejarse tocar por una realidad extranjera. Krauze es un historiador agudo, perspicaz. No se está estrenando en los territorios del autoritarismo. Desde hace mucho fue seducido intelectualmente por el problema del poder. Ha investigado con pasión y enjundia este tema. Y desde muy temprano, en el libro, deja claro su interés por interpretar a Chávez y su relación con el poder desde las claves del heroísmo, del culto al héroe. “Su hechizo popular –escribe– es tan aterrador como su tendencia a ver el mundo como una prolongación, agradecida o perversa, de su propia persona. Es un venerador de héroes y un venerador de sí mismo.”
Solemos lamentar, algunos venezolanos, la falta de complejidad con que a veces se observa y analiza nuestra realidad. Dentro y fuera del país, la simpleza está de moda. Con demasiada frecuencia, lo que nos ocurre se despacha desde la facilidad de las consignas morales: tanto los que creen que Chávez es un santo resucitado, la reencarnación sagrada de Simón Bolívar, como los que sostienen que Chávez es el demonio, una nueva versión caribeña de los dictadores sudamericanos, se pierden una inmensa historia, llena de matices y contradicciones.
En rigor, no hay una dictadura en Venezuela. Pero, en rigor también, cada vez estamos más lejos de cualquier versión de la democracia. Vivimos en una rara mitad. Chávez convirtió su popularidad en una moderna y particular forma de tiranía. En el libro, Krauze reseña bien el fenómeno, acercándolo a los ejemplos de la iglesia electrónica, a la experiencia de un tele-evangelista en una sociedad hipermediatizada. Es cierto: Chávez aprovechó el rating y transformó el Estado, secuestró nuestra ciudadanía. Pero eso no es todo. Después de diez años sigue teniendo altos índices de aceptación. Hay una parte del país que todavía no le perdona a las antiguas élites nacionales su desinterés y su falta de solidaridad. Cuando entendieron que la desigualdad también era su problema, ya Chávez había politizado la pobreza.
El presidente venezolano azuzó esa desesperación, esa sed genuina de justicia social, en un país donde el petróleo resulta un poderoso combustible cultural. Nada de lo que sucede en Venezuela puede separarse de una identidad que –viniendo de la tradición militarista– se reinventó como un sueño líquido entre los barriles del siglo XX. Nuestra naturaleza de país petrolero fue el clima perfecto para recibir a ese estridente fantasma que hoy recorre Latinoamérica: la antipolítica. Lo que Krauze denomina acertadamente en el libro como “el suicidio de la democracia” terminó encontrando en un teniente coronel, que nunca había trabajado por cuenta propia y siempre había vivido del Estado, la respuesta más peligrosa ante la crisis.
Porque Chávez también encarna esa fantasía nacional; él es, en el fondo, una versión exitosa de la venezolanidad: vivir sin trabajar, con la certeza de que somos ricos gracias a un capricho de la geografía; vivir con la seguridad de que no hay que producir la riqueza, que sólo necesitamos saber distribuirla. Krauze no descuida estas aristas; las relaciona con nuestra historia, las pone a girar en otros contextos. No es un testigo complaciente. Sus creencias no le impiden ser crítico ni lo empujan a escamotear la, a veces difícil, pluralidad de todo este proceso. Por suerte para los venezolanos, El poder y el delirio es un libro que no rehúye sino que más bien atiende nuestra complejidad.
En este sentido, uno de los aportes más interesantes del libro probablemente sea la lectura que hace de las lecturas de Chávez. En la búsqueda de la ideología de este líder, Krauze desnuda la hermenéutica chavista. Con ese motivo recorre el pensamiento y las posturas de Marx, de Bolívar, de Plejánov... de quienes el presidente Chávez se ha declarado, públicamente, en alguna ocasión, heredero. Es un ejercicio de doble interpretación, sobre los textos clásicos en sí mismos y sobre la manera en que Chávez los lee, los digiere, los traduce, los reelabora buscando legitimar su propia existencia, buscando darle una nueva épica a su práctica del poder. Todo forma parte, también, de un proceso más amplio en el que se reconstruye el discurso de la historia y se reacomoda la memoria nacional. “En Venezuela –escribe Krauze– los historiadores atraviesan por un periodo de exigencia extrema. Terrible y fascinante a la vez. Chávez busca apoderarse de la verdad histórica, y no sólo reescribirla sino reencarnarla.”
Si algo queda claro después de la lectura, es la palpable invasión de la figura de Chávez en todos los ámbitos, públicos y privados, de la vida venezolana. Nuestra historia, por momentos, parece un reality show controlado por un Gran Hermano que va mutándose en presidente, cantante, jefe militar, diplomático, guerrillero, jugador de beisbol, bailador de hip hop... Nada puede ocurrir si no está en relación directa con él. Ha refundado, con petróleo, astucia y telegenia, la imagen del caudillo latinoamericano. Así es el personalismo del siglo XXI. Y Krauze propone observarlo, también, desde una de las premisas centrales sobre las que navega su trabajo: “Chávez quisiera ser –en su fuero más íntimo– el héroe del siglo XXI. Se ha acostumbrado a vivir inyectado de adrenalina histórica, de una heroína que él mismo genera. Esa heroicidad, piensa él, le da derecho a la ubicuidad, la omnipresencia, la omnipotencia y la propiedad privada de los bienes públicos.”
Pero el libro también trae su contraparte. En sus páginas se expresan varias personas muy cercanas a Chávez, funcionarios o simples militantes del proceso bolivariano. Uno de ellos es José Roberto Duque, un periodista radical que, a la hora de ponderar la sobreexposición de Chávez en todos los espacios, sentencia lo siguiente: “Admiro a Chávez porque ha quitado majestad a la figura presidencial.” Vivimos de paradojas. Sostiene Krauze que el delirio de poder se reparte y se distribuye, se contagia. Tal vez, incluso, pueda enfermar a toda una sociedad.
Fiel, entonces, a las claves abiertas desde el inicio, El poder y el delirio cierra sus páginas con una reflexión crucial: “Hugo Chávez es un venerador de héroes, pero no es un héroe.” Cuando al ex presidente de Brasil José Sarney le pidieron que comparara al mandatario venezolano con Fidel Castro, contestó con una frase lapidaria: “Le falta biografía y le sobra petróleo.” En esas pocas palabras se cifra la tragedia de un personaje que, como bien señala Krauze, “necesita que los cielos clamen que él es lo que pretende ser”.
Krauze no pretende dar cuenta puntual de toda la historia venezolana. Ni siquiera desea ofrecer conclusiones definitivas sobre el cambiante proceso que vive ahora el país. Sabe que está de visita en nuestra realidad y, tal vez por eso mismo, su testimonio y su análisis logran un resultado revelador. Suele ser así la condición de la alteridad: la mirada del otro nos enriquece; destaca y rescata elementos, ilumina zonas que quizá nosotros no habíamos observado de esa manera. Eso también forma parte del debate central que mueve a la sociedad venezolana actualmente: entre el mesianismo militar o la sociedad civil, entre el pensamiento único o la diversidad.
Este libro logra proponer también, de forma deliberada, un espejo, una posibilidad de mirar a México desde otra experiencia, quizá no tan lejana ni tan extranjera. Hay en estas páginas el retrato de un futuro posible. Más allá de sus especificidades, Venezuela es un lugar lleno de lecciones para todo el continente. Enrique Krauze lo sabe y lanza una señal de alerta. Las democracias suicidas tienen por delante un poderoso peligro: la seducción de un mesías tropical. Todavía somos un territorio de caudillos.

Alberto Barrera (Texto leído en la presentación del libro, Club de Industriales, México D.F.)

martes, 24 de febrero de 2009

Perpetuidad acotada

"Este soldado del pueblo es ya candidato a la Presidencia en el 2012", dijo Hugo Chávez ante una multitud extasiada, agregando que lo será "hasta que Dios quiera".
Dios no opina mucho sobre estas cosas, pero es probable que Chávez, cuya energía es sobrehumana, esté considerando abandonar el poder en 2041, a los 87 años de edad. Quizá entonces será el momento de abrir paso a nuevas generaciones.El referéndum de la perpetuidad llevado a cabo el 15 de febrero en Venezuela fue enteramente inequitativo. De un lado estaba la oposición, sin recursos económicos (en Venezuela los partidos no cuentan con fondos públicos) y exhausta tras años de intensas protestas. Del otro estaba Chávez, con todo el poder económico y propagandístico del Estado y cientos de miles de funcionarios trabajando ilegalmente por su causa.
Habiendo cerrado, acosado o multado a los pocos medios que se le han opuesto, Chávez utilizó la impresionante red mediática que ha montado (300 estaciones de radio, periódicos subsidiados, cinco canales de televisión sólo en la capital), dedicándola día y noche a la propaganda de su imprescindible y ubicua persona. A la oposición, vetada y calumniada en los medios oficiales, sólo le quedaba una televisora abierta y otra de cable (que Chávez, con toda probabilidad, cerrará muy pronto).Por otra parte, no faltaron los actos de fuerza e intimidación. A sabiendas del creciente antagonismo de la juventud hacia Chávez, se impidió el empadronamiento de más de 300 mil estudiantes. Empleados públicos repartían los volantes a favor de la reelección indefinida: "Chávez nos ama, y amor con amor se paga". La oferta ya no era la economía ni la justicia social, era "el amor". Y prendió: "Yo voto por lo que él diga", dijo el día de la votación una chavista de barrio popular. "Que cambie toda la Constitución si quiere. Él ama a todas las personas, nos da muchas providencias. Y bueno, sí, es mi Dios, y qué". Finalmente, el hombre elevado a deidad alcanzó su propósito. Pero, ¿podrá gobernar de aquí a la eternidad?El primer límite será económico. En el 2009 el ingreso por exportaciones de petróleo puede ser menos de un tercio del de 2008. El gobierno podrá posponer por unos meses la inevitable reducción del gasto haciendo uso de las reservas internacionales, pero la magnitud de la caída hará inevitable la reducción significativa del gasto. La población verá mermar su ingreso personal, erosionado por una inflación galopante.
Una posible salida sería la reanimación del aparato productivo. Pero Venezuela ya no cuenta con ese polo dinámico de crecimiento. Se hizo dependiente como nunca antes de un ingreso que se creyó inagotable. Los empleados públicos y los perceptores de transferencias directas a través de las "misiones" sufrirán la caída de su capacidad de compra. La base clientelar perderá su asidero. Las fidelidades se mantendrán por razones ideológicas o por el temor de la gente a perder lo poco que tiene.Lo mismo ocurrirá, probablemente, en el plano internacional: aliados de ocasión, ganados por dádivas multimillonarias, se distanciarán de Chávez en la medida que pierda la capacidad de regalar dinero.El segundo límite estará en la oposición. Hay una sociedad civil activa y vibrante en Venezuela. Por Chávez votaron 6.3 millones de personas (entre simpatizantes, devotos y clientes), contra Chávez votaron 5.2 millones (cifra récord). Más de cinco millones se abstuvieron. La oposición se integra por un amplio abanico social: obreros, amas de casa, líderes sindicales, pequeños y medianos empresarios, intelectuales, académicos, artistas, escritores, sacerdotes, periodistas y un sector muy considerable de gente pobre. Los estudiantes, en particular, han sido la vanguardia de esta lucha. Para ellos es impensable un Chávez gobernando a sus hijos y nietos.
El tercer factor que puede poner límites a Chávez es la geopolítica regional. Días antes del referéndum del 15 de febrero, Fidel Castro -el "padre de Chávez"- lo comparó con Bolívar. Pero Raúl, el "tío" de Chávez, puede no estar de acuerdo con esa interpretación heroica de su "sobrino". Un acercamiento de Cuba con la izquierda moderada de Brasil y Chile y el deshielo de las relaciones con Estados Unidos (incluido, por supuesto, el urgente levantamiento del embargo) aislaría a Chávez. Su discurso, en esas circunstancias, parecerá cada vez más solipsista y anacrónico.
La combinación de esos tres factores afectará a Chávez en el 2009 y condicionará los importantes comicios legislativos del 2010. Si la oposición no pierde el temple, en esa fecha podrá conquistar una representación importante y a partir de ella fiscalizar al gobierno, minando su credibilidad para el 2012. Ese desvanecimiento paulatino y pacífico es el escenario mejor para salir de la grotesca monocracia que padece aquel país. Pero por desgracia hay otro factor que podría acabar con Chávez de mala manera: su propia "Hybris".Ante la crisis económica, la presión opositora y el marco geopolítico adverso, ¿endurecerá su política y radicalizará sus posiciones o hará un llamado a la concordia? Lo más probable es que, en sentido contrario a Cuba (que comenzará a orientarse hacia un modelo chino), Chávez caminará hacia una reedición del caduco modelo cubano, con Irán jugando el papel de Rusia. Si Bolívar fue el héroe del siglo 19 y Castro del 20, Chávez buscará ese mismo sitio para el siglo 21. Ése es el delirio que lo mueve. En ese caso, llevará la crispación hasta el límite. Y Venezuela, como tantas veces en su historia, podría precipitarse en la violencia.
Enrique Krauze (Reforma, 22 de febrero de 2009)

jueves, 19 de febrero de 2009

De Caracas a la eternidad

No ha habido necesidad de una tercera intentona. A la segunda, Hugo Chávez ha conseguido perpetuarse en el poder, después de que en el 2007 los venezolanos le negaran esta eternidad política en otro referéndum. Entre aquella consulta y la de este domingo, Chávez había hecho aprobar en el Parlamento, por medio de una serie de leyes habilitantes, las enmiendas a la Constitución que entonces le habían negado los votantes. Faltaba solo el rebozo plebiscitario para su continuidad al frente del país y eso es lo que ahora le han otorgado la mayoría de los votantes.

En varias ocasiones Chávez, que llegó al poder en enero de 1998 tras ganar unas elecciones democráticas, había puesto fecha a su retirada del palacio de Miraflores. Hablaba del 2021, año de celebración de la mayor victoria de Bolívar contra la potencia colonial que era España. Pero en otras, también había dicho que su revolución bolivariana necesitaba otro cuarto de siglo para consolidarse. "Sí, yo había dicho que me retiraba el 2021. ¡Pero no!, he corregido la fecha, hay que seguir hasta el 2030", ya había advertido en el 2005 durante una ceremonia en el Panteón Nacional.
Ahora tiene este mandato popular y populista, pero al comandante no le va a ser fácil pilotar su revolución en medio de la crisis económica. Como es bien sabido, conjurarla anunciando: "No estamos ni estaremos en recesión", como declaró Chávez hace menos de un mes en el Parlamento como si fuera un detente, bala, de nada sirve.
La economía de Venezuela gira en torno al monocultivo del petróleo. Si en julio del pasado año el precio de barril estaba en los 126 dólares y había alcanzado hasta los 150, hoy el precio del crudo está alrededor de los 40, con una demanda que va a la baja, y los expertos no prevén grandes cambios a la vista. Algún reajuste importante deberá hacer Chávez teniendo en cuenta que más de la mitad de los presupuestos del Estado se financian con las rentas del petróleo. Los de este año están calculados en base a los 60 dólares el precio del barril. "Pónganme el precio del petróleo a cero y en Venezuela no habrá crisis", había declarado a principios de enero en una demostración de máxima irresponsabilidad que solo se puede entender en el todo vale de una campaña plebiscitaria.
Otro dato importante de los riesgos económicos que corre Venezuela lo da la inflación con una de las mayores tasas de América Latina. El pasado año, alcanzó casi el 31% y las previsiones para este año la sitúan en el 40%, mientras crece la pobreza.
A su favor, Chávez cuenta con dos factores importantes. El primero es una oposición débil que no consigue aparecer como una alternativa viable al socialismo chavista. El otro está en el peso de la historia del país. Lo resume el historiador Manuel Caballero en su libro La gestación de Hugo Chávez (Catarata): "El venezolano es el receptor secular de una tradición de autoritarismo y más que eso, de paternalismo. Ha sido acostumbrado por sus gobiernos (y en esto no hay prácticamente diferencia entre democráticos y autoritarios) a recibirlo y a esperarlo todo del Estado; y, por lo tanto, no puede menos que acoger con entusiasmo a quien se presente como padre benefactor y sobre todo distribuidor de una "riqueza natural" no producida, esto es, recibida sin esfuerzo".
La última versión del padre protector y abnegado --"Me consumo y me consumiré gustosamente al servicio del hombre sufriente, de la mujer sufriente, del pueblo sufriente", ha declarado al anunciar los resultados del referéndum--, esta figura, pues, tiene carta blanca sin fecha de caducidad para desarrollar su revolución y profundizar la instauración de un régimen bolivariano cuya mayor paradoja, como señala el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze en El poder y el delirio (Tusquets) "es el intento subyacente de restituir el orden político absoluto contra el que luchó el libertador", el de los borbones españoles de hace 200 años.
Rosa Massague (El periódico.com, España, 16.Feb.09)

Gana Chávez pero avanza la oposición

El triunfo del presidente venezolano Hugo Chávez en el referendo reeleccionista es "una victoria relativa porque avanzó la oposición", consideró el especialista Enrique Krauze.

En un análisis para un programa radiofónico, Krauze señaló que esta oposición se está articulando porque es conciente de que tiene que ir avanzando. Son 5 millones de personas que deben tener paciencia.
"Hay otro elemento complicado para Chávez que es la crisis económica, la caída de producción por problemas estructurales después de que corrió a 22 mil", sostuvo el escritor.
Además, aseguró que "el peor enemigo de Chávez es él mismo porque está en una carrera enloquecida hacia el poder total pues el límite es Dios y la inmortalidad".
En XEW Radio (18.Feb.09)

jueves, 12 de febrero de 2009

Responde Krauze a Fazio

En el texto que dedica a mi libro El poder y el delirio, Carlos Fazio dice que digo lo que no digo, dice que omito lo que no omito y me hace cargos muy graves que no prueba.

Si en verdad hubiera leído y no hojeado El poder y el delirio, Carlos Fazio vería que no equiparo al chavismo con el nazismo, ni con el estalinismo; vería que no niego la “miseria y desolación de la Venezuela prechavista”.

El poder y el delirio es respetuoso en tono y contenido. Da voz a personajes relevantes del chavismo. Yo no satanizo a Chávez, reconozco la vocación social de su régimen, pero deploro sus evidentes afanes monocráticos, ¿dónde está la contradicción? En la mente maniquea de Fazio, no en los matices de mi libro.

Mi posición crítica ante Chávez coincide con la de Teodoro Petkoff, impecable representante de la izquierda liberal latinoamericana. Si yo soy un “conservador”, un “golpista suave” y un “conspirador”, entonces Petkoff, punto por punto, lo es también.
Mientras la izquierda mexicana no dialogue con el pensamiento liberal seguirá condenada a su intolerante solipsismo.
Enrique Krauze (La Jornada, 11.Feb.09)

Krauze y la trama oculta

En su crónica “Viaje a Caracas” (Letras libres, noviembre 2008), Enrique Krauze cuenta que llegó a Venezuela un día después de la derrota de Hugo Chávez en el referendo del 2 de diciembre de 2007, conoció la situación y a su regreso a México se puso a responder “quién es, de dónde salió, cómo se construyó” ese personaje. El resultado quedó plasmado en El poder y el delirio (Tusquets, 2008). La crónica y el texto “El eterno retorno de lo mismo: crítica histórica” (capítulo VIII del libro), sumados a conferencias y respuestas periodísticas del autor, dan una idea acabada de la Venezuela y del Hugo Chávez de Enrique Krauze.

Historiador “maduro”, creador de la añeja frase “democracia sin adjetivos”, nuestro maître penseur critica el “vocabulario binario” del hombre de Miraflores y se despacha sin ambages. Veamos.
Venezuela: dictadura aderezada con petróleo, régimen con concentración absoluta del poder, país totalitario, democracia sin partidos políticos, autocracia electa con formas democráticas, metrópoli de un imperialismo con virreyes petrocomprados. Chávez: monarca absoluto, caudillo populista, mesías carismático, delirante, televangelista político, ayatolá de lo divino y de lo humano, corrupto, encarnación de Mussolini, Hitler, Stalin, Fidel…
Hasta ahí nada nuevo. Krauze repite la matriz de opinión de la guerra mediática contra Chávez y su satanización. Es decir, la propaganda, las maquinaciones ideológicas y los estereotipos generados por la comunidad de inteligencia en Washington, con eje en la categoría “populismo radical” acuñada por el Pentágono, que recogen las megacorporaciones mediáticas y que el autor fue absorbiendo, o reforzando, en los cenáculos organizados por la administración de Bush en Estonia, España y otros países del mundo libre. Una de sus fuentes, Ignacio Ávalos, antichavista, escribió en El Nacional que el libro “parece redactado por la más clásica oposición”. Otra, José Vicente Rangel, se quejó de que la entrevista que le hizo Krauze terminó en “una vulgar manipulación para un libro de encargo”.
Ante la realidad evidente, como perlas perdidas en ese mar de horrores, nuestro fabricante de historias admite que Chávez es un genio político de largo aliento; que no es cruel ni sanguinario; que tiene carisma y vocación social, y que en la Venezuela actual nadie ha sido muerto por ideas ni creencias (desde el lado oficial, cabe acotar), la libertad religiosa continúa y la educación católica funciona. ¡Ah caray! ¿Entonces, en qué quedamos? ¿No que el tal Chávez era un Hitler/Mussolini/Stalin redomado? Pero habría que añadir, también, que en el “totalitarismo” chavista no hay un solo preso político, desaparecido, ejecutado, ni una radiodifusora, televisión o diario clausurado, o periodista censurado. Eso para Krauze es prescindible.
Junto a esos silencios, producto de una selección parcial y la manipulación de datos, Krauze omite otros factores que resultan significativos. Aparte de lo que Hegel llamó la “papilla del corazón”, que oculta la realidad de miseria y desolación de la Venezuela prechavista, y del humanitarismo falsamente sublime de algunas de sus fuentes: el candoroso padre Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB); el memorioso obispo de Mérida, Baltazar Porras; el modélico Teodoro Petkoff, prototipo de la “izquierda democrática y liberal moderna” que quiere la derecha, y el estudiante blindado, Yon Goicochea, nuestro conservador ilustrado nos priva de información clave. No dice, por ejemplo, si fue una simple ocurrencia, que envuelto en la euforia antichavista de sus amigos de El Nacional, durante su primer viaje a Caracas, sugiriera él mismo crear el Movimiento 2 de Diciembre Democracia y Libertad. Según consigna Antonio Sánchez García, quien asistió al desayuno criollo en lo de Simón Alberto Consalvi, la propuesta de Krauze “no cayó en saco roto”. ¿Organizador activista transfronterizo nuestro intelectual empresario?
Otra cuestión llama la atención: cuando habla de Yon Goicochea y los estudiantes “humanistas, cívicos, reformadores, pacifistas” del padre Ugalde, el rector de la conservadora UCAB –que encarnan, dice Krauze, una esperanza de reconciliación en la Venezuela confrontada por el odio, el resentimiento y la insidia de las “turbas chavistas” y su liderazgo mesiánico–, afirma que fueron el factor clave de la “resistencia” ante el fraude que se maquinaba y el derrotismo de algunos opositores.
En el lenguaje de la ex Yugoslavia, resistencia se escribe Otpor. Y Optor fue el nombre de la organización que organizó el golpe de Estado suave contra Slobodan Milosevic, que por razones geopolíticas y geoeconómicas patrocinaron la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), la Fundación Nacional para la Democracia (NED), el Instituto Republicano Internacional que presidía John McCain y otras agencias de Washington, con apoyo de la Fundación Konrad Adenauer, del partido democristiano alemán (el de la señora Merkel) y la fundación FAES, de José María Aznar. La técnica del golpe suave, aplicada por las revoluciones de colores (naranja en Ucrania, rosa en Georgia, tulipán en Kyrgyztan), estaba siendo ensayada contra Chávez con el nombre de “revolución caléndula”, en los días que Krauze estuvo en Caracas. Lo divulgó la firma texana Stratfor, la de México como Estado fallido.
Sólo que el “golpe continuado” en Venezuela, como lo llama Rangel, estaba siendo operado por Porras, Ugalde y el Opus Dei. Ellos fabricaron un movimiento estudiantil como “arma comunicacional” y “para calentar la calle”, según afirman de manera abierta los partidos del Movimiento 2D, el que bautizó Krauze. ¿Y saben qué gritaban los buenos muchachos de Goicochea, cuando pretendieron incendiar la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central, con 150 estudiantes adentro? “¡Van a morir, van a morir! ¡Los chavistas van a morir!”. ¿Libro por encargo? No sé. Pero este 15 de febrero hay otro referendo en Venezuela.
Carlos Fazio (La Jornada, 9.Feb.09)

Fidel Chávez y Hugo Castro


ES muy posible que, en otras circunstancias, la manifestación de ayer contra la sanguinaria anomalía que martiriza a Cuba desde hace cincuenta años hubiese resultado más nutrida en términos contables. No era preciso, sin embargo. En la Puerta del Sol se concentró la libertad que ni sabe de números ni se recrea en cálculos. La libertad de los que no se rinden, de los que no se amoldan, de los que no se callan. De aquellos que no tragan con un destino impuesto a través del terror y los tiros de gracia y exigen escribir el porvenir sin tener que tragarse las palabras. La libertad, en fin, en cuerpo y alma. Que no nos vengan, pues, con cuentos y con cuentas quienes, en aras de un interés espurio, ejercen de usureros de la democracia. Quienes no dicen ni mu el día en que las víctimas se echan a la calle pero se dan el pico, muá, con el tirano. En todo caso, a los mudos de rigor -de rigor mortis, claro- no se les esperaba y nadie les echó en falta. Si acaso faltó el señor Rajoy, que, al parecer, ha decidido estar a la que falta. Bien es verdad que ayer hizo un tiempo de perros y que la meteorología, tan veleta y tan atrabiliaria, esta vez iba a pachas con Pérez Rubalcaba. A cambio, la nevisca nos compensó con la presencia de las Damas de Blanco.

Medio siglo después de aquella nochevieja de Valpurgis que abismó en las tinieblas al pueblo cubano, sería muy ingenuo sostener que se derrite el plomo, que el horizonte se despeja, que se vislumbra el alba. Muy ingenuo o muy falsario. Mientras Castro agoniza en su cubil con una parsimonia despiadada, el castrismo, por contra, se consolida paso a paso. Esa siniestra enfermedad moral que ha sembrado la isla de zombis y cadáveres nunca ha estado tan cerca de perpetuarse. El perro morirá cuando llegue su hora, pero su desaparición no contendrá la rabia. Raúl es un experto matarife, un sicario obediente, un deshecho de tienta en los anales de la infamia. Es un pigmeo criminal, un actor secundario diluido en la gigantesca dimensión del drama. Raúl es sólo un ítem en el siniestro testamento de su hermano. Pero el auténtico heredero de Fidel, el encargado de culminar la pesadilla que comenzó hace cinco décadas y aún sigue desvelándonos, es, sin duda alguna, Chávez. Hugo Chávez.
En «El poder y el delirio», un libro luminoso que acaba de publicar Enrique Krauze, se describe con absoluta precisión el mecanismo a través del cual el Lenin caribeño terminará reencarnándose en una versión bolivariana del padrecito Stalin. El precio del apaño no es ningún secreto -100.000 barriles de petróleo mensuales- y la contrapartida también es meridiana: investir al caudillo petrolero de una aureola de legitimidad histórica que sólo La Revolución puede otorgarle. El socialismo del siglo XXI que el autócrata electo pretende construir a golpe de agitación en crudo, ideología al portador y propaganda refinada, ya ha empezado a dar frutos en Bolivia, en Ecuador, en Nicaragua. Que continúe progresando está subordinado al capricho de Putin y a la determinación de Obama. De cómo cada cual mueva sus fichas y de hasta dónde estén dispuestos a implicarse dependerá el futuro de las sociedades libres en un subcontinente cosido a puñaladas.
«Chávez -advierte Jorge Quiroga a Krauze- es un genio del mal que se disfraza de payaso. Con un estilo deliberadamente burdo, rocambolesco y, valga la expresión, «cantinfleado», se ha hecho el depositario de las reservas mitológicas que confluyen en la revolución cubana. El programa de cooperación bilateral que han establecido Caracas y La Habana es cuatro veces superior al que mantienen los israelíes con los norteamericanos. ¿Qué gana el caudillo petrolero? En el plano simbólico, todo. En el material, nada». Traslademos la suculenta reflexión al ámbito de España y la pregunta del millón queda en el aire: ¿Qué gana Zapatero cantinfleando con Raúl y exonerando a Chávez? ¿Qué beneficio saca halagando a los bárbaros? La civilización estaba en Sol, hacía frío, el cielo celebraba a las Damas de Blanco.
Tomás Cuesta (ABC, España, 2.Feb.09)

Venezuela se erige en actor de peso en Sudamérica

Hugo Chávez tiene una certeza y una profecía que no se cansa de anunciar. En la tribuna de la reciente cumbre del Foro Social Mundial de Belém volvió a asegurar que en América Latina “está ocurriendo una verdadera Revolución”, y que esta, a diferencia del pasado, ya no viene de la mano de “columnas guerrilleras” y busca otros caminos para lograr los “cambios estructurales”.Chávez actúa como el elegido, dispuesto a hacer realidad esa misión y presentándose como la sucesión natural y retórica de Fidel Castro. Si, a principios de los años 60, Castro anunciaba que la cordillera de los Andes se convertiría en una gran Sierra Maestra, un foco insurgente recorriendo la espina dorsal de la región, el venezolano ha buscado reavivar por otros medios, y amparado en la efigie de Simón Bolívar, la concreción de ese ideario.Chávez teje alianzas con China, Rusia e Irán. Pero es en América Latina donde centra sus esfuerzos y divide aguas con intensidad. Con su llegada al poder, acaba de decir, comenzó “la nueva época de liberación y desarrollo de los pueblos de América Latina”. “Nos toca a nosotros ser la vanguardia de ese proceso”, añadió. En febrero de 1999 llegó al palacio Miraflores como una excentricidad. Hoy, en cambio, hace sentir su prédica en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y hasta en Argentina. La figura de Luiz Inácio Lula da Silva y el poderío de Brasil ha funcionado como un factor de equilibrio. Lula y Chávez coinciden en la necesidad de reducir la influencia de EEUU en el espacio suramericano. Pero divergen en las metodologías. En todos estos años, Chávez se peleó y se reconcilió con los presidentes colombianos Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, el mexicano Vicente Fox, el peruano Alan García y hasta la chilena Michele Bachelet. En toda la región ha reproducido las expresiones de antipatías y adulación que ha generado en Venezuela.
Unos han celebrado el “por qué no te callas” que le lanzó el rey Juan Carlos o encuentran en El poder y el delirio, el ensayo del historiador mexicano Enrique Krauze, la confirmación de sus aversiones: Chávez como un fabulador y un caudillo aventurero. Otros, en cambio, festejan sus bravatas, que diga lo que los demás no se atreven, cosas del tipo “eres un un burro, un genocida, un borracho, mister Danger”, en referencia a George Bush. IniciativasOfreció créditos, compró deudas, fomentó asociaciones estratégicas –la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA)–, incitó rupturas –la Comunidad Andina–, imaginó proyectos faraónicos –el gasoducto del sur– que se quedaron en los planos. Ha bregado por la entrada de Venezuela en el Mercosur y se ha introducido por la ventana en crisis diplomáticas ajenas, como la que llevó a la ruptura entre Colombia y Ecuador por la muerte en la frontera del común del número dos de las FARC. Chávez ha basado parte de su agenda diplomática en la fuerza de la renta petrolera venezolana. Pero, hoy por hoy, las cosas ya no son lo mismo.

Abel Gilbert (Xornal de Galicia, 3.Feb.09)

Comparto la opinión...

Comparto la opinión del excelente columnista Ignacio Avalos respecto al libro del mejicano Enrique Kraus sobre Chávez, "El poder y el delirio": "No obstante las expectativas que me había hecho -dice Avalos-, aterrizo en un libro que parece redactado por la oposición". La decepción mía fue mayor, porque Kraus utilizó una declaración que me pidió insistentemente -hasta que se la di para no parecer desatento-. Una vulgar manipulación para un libro de encargo...
José Vicente Rangel (Kaos en la red, Venezuela, 2.Feb.09)

Antisemitismo en Venezuela

Februar 2009 stimmen die Venezolaner über eine Verfassungsänderung ab, die es Präsident Hugo Chávez ermöglichen soll, für eine dritte Amtszeit (2013 bis 2019) zu kandidieren. Umfragen zeigen ein Patt zwischen Regierung und Opposition. Im Rahmen des Wahlkampfes und aus Anlass des Krieges im Gaza-Streifen betreibt die chavistische Regierung eine antiisraelische Kampagne mit antisemitischen Untertönen. Am 31. Januar 2009 wurde in Caracas die Synagoge „Tiferet Israel“ überfallen, deren Tora-Rollen entweiht, Büros und Studienräume der jüdischen Gemeinde ausgeraubt und die Wände mit antisemitischen Parolen besprüht. Die 15 bis 20 Täter waren schwer bewaffnet. Die jüdische Gemeinschaft Venezuelas umfasst heute etwa 15.000 Personen. In den letzten Jahren sind mindestens 3.000 Juden ausgewandert.
Präsident Hugo Chávez hat sich bis Redaktionsschluss dieses Berichtes nicht zu den Übergriffen geäußert. Außenminister Nicolás Maduro und Informationsminister Jesse Chacón haben das Verbrechen verurteilt. Die Polizei hat lückenlose Aufklärung zugesagt. Der Außenminister gab seine Erklärung im Rahmen eines antiisraelischen Staatsaktes ab, bei dem zwei venezolanische Diplomaten geehrt wurden, die kürzlich aus Israel ausgewiesen worden waren.
Nach den Angriffen auf den Gaza-Streifen hatte Venezuela am 6. Januar 2009 den israelischen Botschafter ausgewiesen. – Vier Monate zuvor, im Rahmen einer Wahlkampfveranstaltung, hatte Chávez die Ausweisung des amerikanischen Botschafters verkündet. – Am Gebäude des venezolanischen Parlamentes wurde die palästinensische Fahne aufgezogen. Es kam zu staatlich organisierten Protestkundgebungen mit scharfen antisemitischen Parolen. Auf einem Transparent war zu lesen: „Hitler ist schuld, weil er seine Arbeit nicht vollständig erledigt hat“. Auf eine Wand im Zentrum von Caracas wurde der Slogan gesprüht: „Juden zurück ins Ghetto“.
Präsident Chávez äußerte bereits am Heilig Abend des Jahres 2005: „Die Kapitalisten der Gegenwart, die das Volk ausbeuten, sind die Erben derer, die Jesus ermordet haben.“ Im Rahmen der Kampagne vor dem Verfassungsreferendum vom 2. Dezember 2007 wurde die jüdische Schule in Caracas durchsucht. Am 14. Januar 2009 war dieselbe Synagoge, die nun überfallen und geschändet wurde, Ziel einer Attacke mit einer Tränengasbombe, antisemitische Grafitti wurden auf der Fassade angebracht. Am 22. Januar 2009 wurde ein Rabbiner in Caracas auf offener Straße Opfer einer Morddrohung.
Unmittelbar nach den Regionalwahlen im November hatte Chávez das Verfassungsreferendum angeordnet, das ihm die unbegrenzte Wiederwahl ermöglichen soll. Er zitierte dazu immer wieder die Kernsätze einer Schrift über das Verhältnis von Volk und Führer, die von dem argentinischen Militärsoziologen Norberto Ceresole stammt. Ceresole (1943-2003) war in den Jahren 1993 bis etwa 2001 eng mit Hugo Chávez befreundet und wurde oft als dessen Berater zitiert. Er wurde durch antisemitische Schriften bekannt, in denen die Leugnung des Holocaust im Mittelpunkt steht. In einer vielbeachteten ideengeschichtlichen Analyse des Chavismus aus der Feder des mexikanischen Historiker Enrique Krauze (El Poder y el Delirio, Caracas, November 2008) wird die zentrale Bedeutung des Holocaustleugners Ceresole für das messianische Selbstverständnis des Revolutionsführers Hugo Chávez herausgearbeitet.

Die Föderation der Jüdischen Gemeinschaften Venezuelas – Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV) – verurteilte die antisemitischen Ausschreitungen und macht die Regierung von Präsident Chávez dafür mitverantwortlich. In ihrer Erklärung vom 31. Januar 2009 heißt es wörtlich: „Die jüdische Gemeinschaft Venezuelas, die seit langer Zeit im Land verwurzelt ist, wendet sich an die Öffentlichkeit mit dem Ausdruck ihrer Entrüstung und ihres energischsten Protestes angesichts dieser Aggression. Sie ist Produkt des antijüdischen Klimas, das in Venezuela als Konsequenz des zum Hass anstachelnden Diskurses der Nationalen Regierung entfesselt worden ist. Die ständige Verbreitung von eindeutig antijüdischen Texten in offiziellen – sowohl gedruckten wie audiovisuellen und digitalen – Medien, hetzt diese Gefühle auf. – La comunidad judía de Venezuela, con arraigo de larga data en el país, hace pública su indignación y más enérgica protesta ante esta agresión producto del clima antijudío que se ha desatado en Venezuela como consecuencia del discurso incitador al odio del Gobierno Nacional. La continua difusión de textos claramente antijudíos en medios oficiales de comunicación, tanto escritos como audiovisuales y digitales, exacerban estos sentimientos.”
Die Katholische Bischofskonferenz verurteilte das “antireligiöse“ Verbrechen und drückte ihre Solidarität mit der jüdischen Gemeinde aus. Am 19. Januar 2009 war die Apostolische Nuntiatur in Caracas zum wiederholten Male Ziel einer Tränengasattacke, zu der sich eine chavistische Gruppe politischer Gewalttäter bekannte. Auch zahlreiche venezolanische Politiker drückten der jüdischen Gemeinschaft nun ihre Solidarität und ihre Entrüstung aus. Einige statteten der am Sabbat geschändeten Synagoge einen Besuch ab. Die Mehrzahl betonte die persönliche Mitverantwortung des Präsidenten für die Gewalttat.

Immer häufiger wird in Venezuela die Parallele zwischen der Regierung Chávez und dem Nazi-Regime gezogen. Dem liegen zum Teil stark ausgearbeitet ideengeschichtliche und herrschaftssoziologische Analysen zugrunde. Die Totalitarismuskritik im philosophischen Werk von Hannah Arendt spielt in der antichavistischen intellektuellen Szene und im deutsch-venezolanischen Kulturaustausch eine wichtige Rolle. Ihre Bücher liegen in aktuellen spanischsprachigen Ausgaben vor.
Die Verbindung zwischen der antiisraelischen Kampagne der Regierung und dem Überfall auf die Synagoge sowie zahlreichen anderen antisemitischen Übergriffen der letzten Wochen wird von verschiedenen internationalen jüdischen Organisationen und der Regierung des Staates Israel unterstrichen. Die Kommentare verschiedener venezolanischer Sonntagszeitungen vom 1. Februar stellen zudem die Verbindung zum gegenwärtigen Wahlkampf her. Sie erinnern an einen Ausspruch von Präsident Chávez vom 17. Januar. Angesichts der massenhaften Proteste der Studenten gegen seine Wiederwahl gab der Präsident in einer live übertragenen Fernsehsendung der Nationalgarde und der Polizei den Befehl, jeden Protestierer dem Einsatz eines besonderen Gases zu unterwerfen: „Belegt ihn mir mit Gas von dem Guten und nehmt ihn mir gefangen. – Me le echan gas del bueno y me lo meten preso.” Wenige Tage später wiederholte er im Fernsehen seinen Befehl Gas einzusetzen: „Écheles gas del bueno.“
George Eikhoff (Konrad Adenauer Stifsung, Berlin, Alemania, 2.Feb.09)

Delirio de poder

El conocido historiador mexicano Enrique Krauze diagnosticó hace tiempo, con precisión, el mal que aqueja al coronel Hugo Chávez; delirio de poder. Y nada más evidente, para confirmar el acierto del diagnóstico, que el nuevo intento de conseguir la reforma constitucional en Venezuela para permitir la reelección indefinida.
El 2 de febrero, el coronel Chávez cumplirá 10 años en el poder. Todavía le restan cuatro años más. Pero para quien está aquejado por el delirio del poder 14 años no son suficientes. Por ello, el presidente venezolano movió los hilos para que la Asamblea Nacional o Congreso, con dominio absoluto de sus partidarios, aprobara la enmienda constitucional que permite a las autoridades de elección popular presentarse sin límite para la reelección.
El 15 de febrero, 17 millones de venezolanos están convocados a referendo para pronunciarse a favor o en contra de esa enmienda constitucional.El coronel Chávez propuso ya otra vez, dentro de un amplio paquete de reformas constitucionales que concentraba aún más que ahora los poderes en el presidente, la reelección presidencial indefinida. Esta le permitiría gobernar desde 2013 otro período más hasta 2019 y, así, seguir sin límite en el poder.
El pueblo venezolano rechazó en diciembre de 2007 las reformas constitucionales: fue la primera derrota electoral que golpeó el delirio caudillista del líder del socialismo del siglo XXI. Aunque la Constitución no permite convocar a referendo sobre el mismo tema -con distinto y confuso ropaje, el del referendo del 15 de febrero es el mismo tema sobre el que se pronunció ya la ciudadanía a fines de 2007-, Venezuela vive la campaña electoral y manifestaciones callejeras por una y otra alternativa para el referendo sobre la reelección indefinida...
La enmienda aniquila un principio básico de la democracia, el de la alternabilidad; y consagra uno de los más nocivos azotes en la vida política de América Latina: el caudillismo, es decir, da luz verde al delirio del poder, la impronta de todo autoritarismo. A pesar de las ventajas de una campaña electoral desde el poder, más aun cuando a pesar de la caída del precio del petróleo el coronel Chávez cuenta aún con la millonaria chequera que ha sostenido su proyecto político, no será fácil que se imponga el Sí en el referendo. Cabe recordar la derrota en el anterior referendo; además, el triunfo de la oposición en los estados más poblados en las elecciones regionales de 2008 y en alcaldías como la de Caracas.Las elecciones avivan la polarización política en Venezuela. Como también observó Krauze, lo más descorazonador es el odio que el coronel Chávez ha ido sembrando en su país.
Diario Hoy (Quito, Ecuador, 30.Ene.09)

Chavez en sueco

Genom att utmåla sig själv som revolutionär arvtagare till Bolívar och Castro försöker Venezuelas president Hugo Chávez legitimera sin nära nog totala makt. Han behandlar statens tillgångar som sina egna och har gjort framtidslandet till ett land man lämnar.
Vem är egentligen Hugo Chávez, Venezuelas karismatiske president? Har han, som han påstår, uppfunnit en ”socialism för det tjugoförsta seklet”, samtidigt som Sovjetunionen upplösts? Ska man se honom som en pajas eller som en autentisk folklig ledare? En kommentator som understryker Chávez auktoritära drag är Enrique Krauze i en nyutkommen bok, El poder y el delirio (Makten och storhetsvansinnet, Tusquets, 373 s). Krauze är en av Mexikos mest kända historiker och tidningsmän, specialiserad på mexikanskt 1900-tal och speciellt presidentmakten. Krauze återger kort 1900-talets venezolanska historia, analyserar Chávez år vid makten samt redogör för intervjuer med venezolanska politiker och intellektuella. Hans analys mynnar ut i en bild av en egensinnig ledare som bygger sin makt på olja och retorik och i viss mån våld.
1989 upplevde Caracas en våg av våld och plundring, ”el caracazo”. De styrande blev rädda och alla, från vänster till höger, skyllde på odugliga politiker som förklaring till våldsutbrottet. Detta förakt mot politik har Chávez använt för att erbjuda sig själv som en ersättning för politik, fastän han naturligtvis därmed byggt upp sin egen politiska makt. Den 11–14 april 1992 ledde Chávez ett kuppförsök mot president Carlos Andrés Pérez, en våldshandling som ledde till 400 döda. Chávez fängslades men benådades efter en kort tid. Redan 1994 besökte Chávez under 100 dagar varje hörn av Venezuela och presenterade sig så skickligt som de fattigas försvarare att han som presidentkandidat 1998 vann valet med 56 procent av rösterna.

Chávez tillträdde sitt ämbete i februari 1999, och han satte genast igång med att utöka presidentmakten. Redan första året godkände 92 procent av de röstande förslaget att utarbeta en ny författning. I december samma år godkände 70 procent av de röstande Chávez ”bolivarianska” författning. Oppositionen kan sägas ha bidragit till den uppkomna situationen genom att uppmana till röstbojkott och stötta ett försök att avsätta Chávez. Oppositionen stödde också 2003 en två månader lång strejk vid det statliga oljebolaget PSVSA, en strejk som kom att öka Chávez makt i stället för att minska den. Chávez avskedade 20000 av de anställda vid oljebolaget som på många sätt utgjorde Venezuelas tekniska och ekonomiska elit. Han ökade samtidigt sin egen kontroll över företaget.
Den personkult Chávez byggt upp kring sig, ”hugolatrin”, vilar på medierna. Han framträder ständigt i medierna och har ett eget tv-program, ”Aló, presidente”, där han talar fritt om olika ämnen. Han uppträder i en heroisk pose inför befolkningen, fast han ju inte uträttat något heroiskt. Det enda han gjort och gör är att använda venezolanernas oljeinkomster på ett sådant sätt att det gynnar hans egna politiska ambitioner. Han följer ett tyvärr inte ovanligt latinamerikanskt mönster, nämligen att de styrande behandlar statens tillgångar som om de vore deras egna privata pengar.
2004 utlystes en folkomröstning om presidentens makt som gav Chávez 60 procent av rösterna, och i regionvalen samma år vann hans parti stort. Det första egentliga bakslaget för Chávez kom i december 2007 då venezolanerna med ungefär 2 procents övervikt röstade nej till att ge Chávez praktiskt taget obegränsad makt. Valutslaget förklaras med att många Chávezanhängare inte röstade samt att studenter över hela Venezuela börjat agitera mot Chávez och för demokrati. Det var också viktigt att ett antal nyckelpersoner uppmanade befolkningen att rösta nej, nämligen general Baduel som alltid tidigare stött Chávez, Chávez frånskilda andra hustru Marisabel Rodríguez samt en grupp som brutit sig ur hans parti. Alla dessa varnade för Chávez makthunger.
När det gäller ekonomin har Venezuela sedan länge levt på fördelningen av oljeinkomsterna mer än på produktion av varor och tjänster. Chávez har emellertid snabbt försämrat situationen genom att införa valutakontroll, ett detaljregelverk för företag samt priskontroll på livsmedel, vilket lett till svag lönsamhet för livsmedelsproduktion i jordbrukslandet Venezuela. Till och med kött importeras till ett land med vidsträckta slätter som förknippas med stora boskapshjordar. Bristen på varor och framför allt livsmedel har gjort att det uppkommit en svart marknad. När det gäller statens hanterande av pengar har korruptionen ökat under hans tio år vid makten, och utlandsskulden har mer än fördubblats fastän oljepriset legat högt. Nationalräkenskaperna är svårgenomträngliga men oppositionen menar att inflationen under Chávez närmat sig 300 procent.
Krauze understryker att Chávez har lagt allt i Venezuela under sig och att han till och med använder historien, språket och religionen. Hans användning av historien och språket kan kallas nyskapande i Venezuela liksom hans vana att vara allestädes närvarande i venezolanernas liv. De här dragen har dock en förlaga, nämligen Castro, en ledare som Chávez sedan 90-talet regelbundet har rådgjort med.
Som den historiker han är, intresserar sig Krauze speciellt för hur Chávez använder historien för att legitimera sitt agerande. Det tydligaste exemplet är Chávez hjältedyrkan av Bolívar, en av de viktigaste ledarna för Latinamerikas befrielse från Spanien under de första decennierna av 1800-talet. Från Bolívar, ett starkt ”varumärke” i Venezuela, har han lånat namnet, prestigen och tanken på ökad enighet mellan olika latinamerikanska länder. En av Bolívars huvudidéer var frihet, vilket inte är något tema hos Chávez som istället hyllar socialismen. Chávez väljer alltså de drag som passar honom hos en annan person eller en historisk situation och tillskriver personen de egenskaper han själv önskar framhålla. Chávez håller också på att skapa ett heroiskt förflutet åt sig själv genom att framställa sina egna förfäder som delaktiga i Bolívars hjältesaga, vilket skulle göra Chávez själv till Bolívars arvtagare. Fackhistoriker håller sig ifrån Chávez, men delar av allmänheten accepterar Chávez version. Krauze menar att Kuba hittills innehaft det latinamerikanska rekordet i att förvrida historien men att Venezuela nu håller på att gå om Kuba.
Chávez språk utmärks av att han inte argumenterar eller diskuterar med sina meningsmotståndare utan behandlar dem som fiender och använder ett hatiskt och krigiskt språkbruk, ytterligare en likhet med Castro. Chávez sår misstro mot venezolaner med europeiskt ursprung, mot personer med utbildning och mot företagare. En psykologisk förklaring till Chávez aggressivitet mot meningsmotståndare kan vara att han liksom Castro uppenbarligen sätter likhetstecken mellan sig själv och landet. Den som kritiserar Chávez sägs vara fiende till Venezuela. För ett sådant beteende finns det också andra föregångare i Latinamerika som Perón i Argentina. Oppositionen menar att allt detta skapat en djup splittring i Venezuela, ett land som så sent som på 60-talet var ett av Latinamerikas bäst fungerande länder. Istället för att vara invandringsland har Venezuela under Chávez blivit ett land man lämnar. Till utvandringen bidrar också frånvaron av personlig säkerhet i ett land med 15000 mord per år.
Jorge Quiroga, president i Bolivia 2001–2002, själv offer för Chávez agerande, varnar i intervjun med Krauze för att underskatta Chávez omstörtande verksamhet i Latinamerika. Chávez har ingripit i Ecuador, Nicaragua, Paraguay och mycket tydligt i Bolivia. Han söker ofta allians med någon som han identifierar som rebellisk och förklarar att denne representerar revolutionen. Chávez finansierar sedan stora delar av sin skyddslings verksamhet, som organisation av strejker och andra påtryckningar för att tvinga den demokratiskt valda statsledningen att avgå. När det gäller Colombia har Chávez hjälpt till att finansiera gerillarörelsen Farc som bekämpar den lagligt valda regeringen.
När det gäller att understryka narkotikahandelns inverkan på det offentliga livet i Colombia och Mexiko använder man inte sällan förstavelsen narko- . Quiroga menar att man på samma sätt som man kan använda förstavelsen petro- för att hänvisa till Chávez användning av oljeinkomsterna för att utvidga och befästa sitt inflytande i Latinamerika. Vissa länder är starkt beroende av Venezuelas oljepengar och detta gäller i första hand Kuba. Venezuelas oljeleveranser till Kuba har varit den viktigaste anledningen till att Castroregimen överlevt efter Sovjetunionens upplösning. Som betalning sänder Kuba bland annat kubansk medicinsk personal till Venezuela, men det finns också kubaner på många andra platser i det venezolanska samhället. Oppositionen menar att kubanerna nu dominerar hela säkerhetstjänsten och militärledningen samt påverkar utrikespolitiken.
Också Honduras är beroende av Venezuela och i ökande mån även El Salvador. Andra länder, som Argentina, är uppbundna av lån från Venezuela. Åter andra länder undviker att stöta sig med Chávez, eftersom de inte kan bortse från möjligheten att de kan behöva be om venezolansk hjälp till sin energiförsörjning. Detta gäller länder som Peru, Chile, Brasilien och Mexiko.
Ett viktigt inslag i förklaringen till Chávez förmåga att trollbinda en del av venezolanerna är hans retorik, menar Krauze. Chávez presenterar sig som revolutionär, inte som frihetskämpe eller som demokrat. Han väljer, kombinerar och skapar nya associationer på ett sätt som gör att man kan säga att han skapar ett nytt språk. Allt som venezolanerna kan tycka vara gott ska förknippas med den ”bolivarianska revolutionen”, inte bara Bolívar utan också begrepp som kärlek och generositet och till och med Kristus. Genom att säga att Kristus skulle ha varit socialist om han levat nu ”överför” Chávez religionens prestige till sitt eget politiska projekt. Även den prestige som Kuba har hos många latinamerikaner håller Chávez på att länka från en åldrad Castro, som han framställer som sin far, till sig själv, sonen. Ytterligare en latinamerikansk kulturell vana som han gjort sig till främste talesman för är antiamerikanismen. Han missar inget tillfälle att skymfa ”imperiet” – hans benämning på USA.
Det är inte bara den venezolanska oppositionen som protesterar mot Chávez. En rad internationella organisationer har nu kommit ut med rapporter om tillståndet i Venezuela. I september 2008 påpekade International Transparency att Venezuela låg på plats 158 av 180 i världen när det gäller frihet från korruption och att i Latinamerika låg bara ett enda land sämre till än Venezuela, nämligen Haiti. Human Rights Watch rapporterade också 2008 att Chávez tio år vid makten varit negativa för de mänskliga rättigheterna i Venezuela. Omedelbart efter det att rapporten publicerats utvisades den ansvarige vid organisationens kontor i Venezuela.
Skymtar ingen ljusning? Vissa venezolanska intellektuella tycker sig se att förändringar är på gång. Kuba har blivit allt mindre populärt i Venezuela, Bolívars namn håller på att bli utnött, och militären förlorar prestige av att förknippas med Chávez. Det som skulle kunna punktera Chávez är om Kuba efter Castro skulle välja den kinesiska vägen att satsa på företagande. Då blir det svårt för Chávez att påstå att det skulle finnas någon speciell bolivariansk ideologi. Kanske, kanske, drömmer de mest optimistiska av de intellektuella Krauze talat med, kanske skulle Venezuela efter Chávez kunna starta om sin demokrati, befriat från alla de myter som Chávez byggt sin makt på och vars tomhet är alltmer uppenbar.
Verkar det bli så? Efter det att Krauzes bok kom ut har nya regionalval hållits i Venezuela. Oppositionen vann i de stora städerna men chavisterna dominerar mindre städer och landsbygden. Det är ännu ovisst hur berättelsen om Chávez kommer att sluta.
Inger Enkvist (SvD, Estocolmo, Suecia, 27.Ene.09)

lunes, 26 de enero de 2009

El poder y el delirio

Toneladas de papel se han escrito sobre los orígenes, desarrollo y posibilidades de futuro del proceso que, tanto en Venezuela, como en el continente y en buena parte del resto del mundo, tiene a Hugo Chávez como uno de los protagonistas más importantes. Es lógico. Es pieza irremplazable, por ahora, en un tablero internacional que desarrolla en Latinoamérica parte fundamental de su estrategia subversiva y revolucionaria. Utiliza como coartada el llamado “socialismo del siglo XXI” que en términos prácticos e ideologizados es simple y peligroso comunismo a la cubana. Hay material para todos los gustos. Desde serios trabajos de investigación hasta honestas crónicas de lo sucedido, pasando por pronósticos y ejercicios de futurólogos profesionales y aficionados. Por supuesto, abundan los tarifados convertidos en corifeos mercenarios que pretenden deificar a quien los remunera generosamente. Incluso con pretensiones de llevarlo a la pantalla grande sin reparar en los mil millonarios costos de este objetivo.

También hay textos de obligada lectura. Lo conocía de referencia pero no logré adquirirlo en una superficial búsqueda en Caracas. Pero, como suele suceder, en breve paso por Madrid conseguí la reciente obra del escritor mexicano Enrique Krauze, EL PODER Y EL DELIRIO, relativa a la actualidad venezolana. Recomiendo ampliamente su lectura, a pesar de que no comparto algunas de las líneas menores de sus argumentaciones y discrepo con enfoques de algunas de las fuentes por él consultadas. Pero, vale la pena. Objetivo, honesto, bien escrito y documentado. Facilita la comprensión del problema, fase indispensable para acertar en la solución definitiva al terrible mal de esta década.
A las puertas de un ilegítimo referéndum sobre la reelección indefinida de Chávez, sueño de una presidencia vitalicia, ilegalmente planteado y con una pregunta truculentamente redactada para rematar el golpe de estado que liquida principios fundamentales de una democracia tan erosionada que dejó de serlo, los venezolanos tenemos que entender que el próximo 15 de febrero es la coyuntura más delicada que hemos tenido. NO más Chávez es la consigna del pueblo. Prolongar indefinidamente diez años perdidos miserablemente sería la consecuencia de que este fraude pudiera imponerse de manera truculenta por la fuerza física e institucional del poder y el dinero negro.
La unidad democrática se impone como responsabilidad histórica porque “…el ácido del autoritarismo ideológico avanza, a punta de petróleo, dólares y propaganda, sobre la tenue superficie democrática de nuestra región… el futuro que anuncia no es sino una máscara del pasado, del pasado más oscuro y cerrado” dice Krauze con propiedad en el prólogo del libro. Los venezolanos debemos entender este mensaje de una voz muy calificada del continente. Por el presente y futuro de las actuales generaciones, NO y mil veces NO al disimulo, a la mentira y a la ilegalidad golpista de Chávez.
Oswaldo Álvarez Paz (Analitica.com, Venezuela, 26.Enero.09)

Munición gruesa

El sello Tusquets acaba de lanzar El poder y el delirio, libro que tiene como protagonista al presidente Hugo Chávez. La visión que su autor, el pensador e historiador Enrique Krauze, expone en torno al líder venezolano no es para nada complaciente: "¿Quién es Chávez -se pregunta-: un combativo y avanzado líder político, artífice del "socialismo del siglo XXI", o un estereotipado aprendiz de dictador, populista y palabrero? ¿Qué es Venezuela: el laboratorio de la primera revolución del nuevo milenio o una nación que marcha, no sin resistencias civiles, hacia un duradero régimen autoritario?".
Para responder estas preguntas, y desmontar lo que denomina "el mito más reciente de la izquierda latinoamericana", Krauze apela a varios registros: crónica periodística, coloquio, esbozo biográfico, entrevista, reflexión histórica y análisis político. Sostiene en uno de los párrafos más salientes: "Los guerrilleros venezolanos que desde fines de los años sesenta fueron los precursores de la crítica de izquierda al "socialismo real" (incluido el "socialismo real" cubano) son los primeros en lamentar que la Venezuela chavista confunda el futuro con el pasado y finja que el fantasioso "socialismo del siglo XXI" pueda construirse sin tomar en cuenta el fracaso del socialismo revolucionario en el siglo XX.
Pero Chávez está empeñado en reeditar por su cuenta y riesgo el libreto cubano de los sesenta. Su reciente acuerdo armamentista con Rusia y su peligrosa amistad con Irán son representativos de ese designio: se trata de revivir la crisis de los misiles, provocar al gigante herido y, con suerte, desatar una invasión: la ansiada Playa Girón de Hugo Chávez. Hay algo patético en el empeño chavista de enfilar a su país en una carrera armamentista que sólo responde a sus obsesiones y mitologías personales...".

Bicentenario y democracia

UNO DE LOS BALANCES NECESARIOS en el momento de celebrar los 200 años de la independencia de los países de América Latina es determinar cuánto han avanzado en el desarrollo de las instituciones democráticas liberales (ese fue el objetivo de los movimientos de emancipación).
De acuerdo con el historiador mexicano Enrique Krauze, la respuesta es negativa en el caso de Venezuela. Este país está sufriendo, desde el comienzo de esta década, un proceso de restauración de la monarquía, el mismo sistema político contra el cual pelearon Bolívar y los demás héroes de la independencia. Allí todos los poderes se han concentrado en Hugo Chávez. Se han desmontado los controles y balances institucionales. La ley es la voluntad del nuevo monarca. En lo económico, se ha establecido un régimen mercantilista, contrario a la libertad de comercio, regulador, alcabalero, con alta propiedad estatal.

Enrique Krauze piensa que en Venezuela y en los virreinatos de Chávez —Ecuador, Bolivia y Nicaragua— se está repitiendo la trágica historia europea de comienzos del siglo XX: conscientemente se está matando la democracia liberal y se están instaurando regímenes totalitarios. La esencia de la ideología chavista, en contra de todas las apariencias, no es socialista, sino de corte “fascistoide”. Todo depende de un héroe mesiánico, encargado de representar, guiar y redimir al pueblo. Todo gira alrededor de la figura mítica del líder quien halla inspiración en una versión amañada de la historia, quien exige e impone una completa subordinación bajo su voluntad omnímoda. Como en la Alemania de los años treinta, el régimen chavista divide a los gobernados entre amigos y enemigos.
La democracia, en realidad, fue un experimento transitorio en Venezuela: duró algunas décadas de la segunda mitad del siglo XX. El resto de su historia, a partir de la independencia de España, ha estado plagado de caudillos, mandamases y tiranuelos, entre quienes se destacan el general Páez, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Hugo Chávez es el heredero aventajado y el continuador de esa tradición totalitaria.
Quien lea la obra de Krauze no puede dejar de encontrar inquietantes semejanzas entre los recientes desarrollos políticos de Colombia y Venezuela. Aunque allá hay un sesgo a la izquierda y acá uno a la derecha, la creciente deformación de la democracia en ambos países tiene las mismas características. Debilitados los partidos, en medio del desencanto, la inseguridad y la crisis económica del final del siglo XX, surgieron los hombres providenciales, mesiánicos, considerados superiores e indispensables, que aspiran a perpetuarse en el poder.
Es por eso que en Colombia y Venezuela la prioridad de la agenda política en la primera mitad de 2009 es idéntica: la reforma constitucional para la reelección de sus mandatarios. Aquí y allá se presenta una notable división entre una minoría que se opone a la reelección, compuesta por intelectuales, empresarios, editorialistas y una elite ilustrada, y un grupo significativo, hasta ahora entusiasta, que la pide a gritos.
Existe el riesgo de que en las celebraciones del bicentenario de la independencia en 2010, el balance de los logros democráticos en ambos lados de la frontera también sea semejante. Que sea negativo.
Armando Montenegro (El Espectador, Colombia, 24.Ener0.09)

miércoles, 21 de enero de 2009

Chávez o la egocracia calentana

Sin la consistencia del que creyó necesario montar una dictadura sólo para darle salud y educación a su pueblo, Chávez se perfila más bien como síntesis admirable del carácter común a los autócratas de derecha y los de izquierda. Tiene tanto del rústico mesianismo de un Leonidas Trujillo, el “Supremo”, como del dogmatismo irreductible de Lenin. Así lo sugieren la veneración de sí mismo que reverbera en sus intervenciones televisivas, la última de ocho horas; y la brutal descalificación de quien osa cuestionar los simplismos de su Socialismo del siglo XXI. Aunque no es sanguinario como el dominicano ni hereda el genio del ideólogo de la Revolución Rusa, Chávez reproduce en bonsái la simbiosis de las extremas políticas.

Polos que se juntan, para comenzar, en la persecución a los socialdemócratas de la Alemania de Weimar, en la primavera del siglo XX, por comunistas y nazis que desde orillas encontradas se ensañaron al unísono contra los gestores de la democracia de nuestro tiempo. A lo largo de cien años, esta conjunción de equidad y libertades ha debido defenderse sin respiro ya de la cruz gamada, ya de la hoz y el martillo, ya del caudillo puñetero dado también a mandar por eliminación del otro.
Que Chávez empiece a representar esta convergencia de radicalismos opuestos no parece obedecer a una fatalidad de la historia que tendiera a repetir el pasado. En su libro El poder y el delirio, nos sorprende Enrique Krauze con la revelación de que el consultor de cabecera y estrecho amigo de Chávez por largos años, el sociólogo argentino Norberto Ceresole, se movía a sus anchas entre la izquierda soviética y la derecha neonazi. Que fue montonero y, después, dirigente del ultraderechista movimiento militar de los “carapintadas” en tiempos de Perón. Que perteneció a la Escuela Superior de Guerra de la URSS y, a renglón seguido, militó en el neonazismo. Que escribió libros de geopolítica explícitamente inspirados por el general del Tercer Reich, Karl Haushofer. Si ello no rubrica a Chávez como fascista, diríase con Petkoff que más de un rasgo lo acerca a tal estereotipo: el culto al héroe, a la tradición y a la violencia, el desprecio por la ley y las instituciones republicanas a título de vocero del pueblo, “su presencia permanente y opresiva en los medios, el discurso brutal contra el adversario”.
Cristina de la Torre (El Espectador, Colombia, 21.1.09)

miércoles, 14 de enero de 2009

El Poder y el delirio

Con este sugestivo título, y no por ello menos apropiado, el historiador mexicano Enrique Krauze presenta su más reciente trabajo intelectual. Pudiera decirse en una primera y referencial aproximación, que la obra tiene como centro de debate, análisis y reflexión a Hugo Chávez. A nuestro modo de ver, Krauze intenta ir más allá, al realizar un acotado sondeo histórico que, conjugado con una novedosa mezcla dialéctica con el presente, ofrece pistas para entender las razones que llevaron al ocaso del sistema de partidos en Venezuela, a la crisis política posterior y a la emergencia y ascenso del actual jefe del Estado venezolano.

El libro se deja leer. Posee una balanceada congregación de géneros (ensayo histórico, reportaje, investigación social, entrevistas, análisis) que facilitan su lectura, y logran mantener el hilo de atención y curiosidad.
Entre sus principales atributos, está el de ofrecer una mirada que sin dejar de identificarse con una posición liberal y socialdemócrata, analiza la realidad venezolana no sólo desde su óptica externa, sino desde una perspectiva más amplia, que bosqueja la coyuntura nacional desde la latinoamericana y mundial, sondeando en la evolución histórica, en el sustrato social, económico y cultural, elementos para el análisis.
Sin abandonar una crítica aguda y constante a Hugo Chávez, y sobre todo a lo que representa en tanto proyecto personalista, militarista y con ribetes neoautoritarios, Krauze traza líneas de conexión con fenómenos como la revolución cubana, los primeros gobiernos democráticos de Venezuela a partir de 1959, los procesos de independencia en América, la utopía socialista desde 1917 hasta su eclosión, la lucha armada en Venezuela, y la gestación del proyecto de Chávez, desde su época juvenil, pasando por su formación militar y su actuación conspirativa hasta su ascenso al poder.
Es evidente el esfuerzo de revisión bibliográfica, documental diverso y variado de Krauze para la comprensión de la situación venezolana, junto a entrevistas y conversaciones con varios actores políticos, académicos, sociales e intelectuales venezolanos.
Hay también varias constantes: el estudio del papel y las ideas de Bolívar; una suerte de reivindicación de la figura y peso político e histórico de Rómulo Betancourt, y un análisis de las ideas de Marx en torno al personalismo y al poder absoluto. Logra este pensador mexicano una sólida refutación a la manipulación de la historia y de las ideas que ha llevado a cabo Chávez y sus seguidores, desenmascarando su pretendida “revolución socialista”, sin soslayar el cuadro social y político que hoy, lo mantiene en el poder, con un no desdeñable apoyo popular, pero también con una considerable oposición.
Krauze no pretende con su libro responder muchas preguntas, pero si logra algo mucho más interesante para cualquier lector: la invitación a hacerse y a formularse muchas interrogantes.
Dejando a un lado el maniqueo y absurdo uso de citas y frases de Bolívar dichas en otra época, en otro contexto y momento que poco pueden ayudar a descifrar, bajo esa postura determinista y fanatizada, las acciones de la hora actual, la sed de poder luce insaciable en quienes (des)gobiernan Venezuela. La realidad, cruda, plena de problemas, de necesidades, de expectativas y temores, de clamores cotidianos no atendidos en 10 años de delirio chavista, sigue gritando. Peligrosamente, pocos parecen escucharla.
La voracidad absolutista, de lo que Michael Reid citado por Krauze llama una “autocracia electa”, es una percepción que sigue cobrando fuerza a estas horas, en las que se lanza al país a otra desgastante e inútil campaña electoral, a propósito de la enmienda constitucional para la reelección infinita, continua o como quiera llamarse.
En un pasaje del libro, Krauze es contundente: “La revolución bolivariana es ante todo un fenómeno mediático posmoderno en el que un solo hombre, Hugo Chávez, (el teleevangelista político más extraordinario que ha nacido en América Latina) actúa el papel de revolucionario heroico frente a una multitud de sinceros adeptos a su mensaje mesiánico. Pero de ese vínculo mediático se desprenden votos, millones de votos. El teleevangelista es militar y ha salido de compras para comprar armas, cada vez más armas. El teleevangelista es dueño del petróleo y reparte dinero, mucho dinero. El teleevangelista es el propietario privado de la presidencia venezolana. El teleevangelista en suma, puede salir de las pantallas y hacer, en un acto de ‘realismo mágico’, su ‘real gana’. Es un monarca absoluto”.
Alexei Guerra Sotillo (Analitica.com, Venezuela, 12.Ene.09)

Chávez se devalúa a la par de la fuerte baja del petróleo


Lo dijo el escritor mexicano Enrique Krauze Kleinbort en Radio 10. Escribió un libro llamado "El Poder y el Delirio", sobre el gobierno del caudillo venezolano. "Tiene una patología profunda. Se trata de un fenómeno muy peligroso", advirtió el historiador, ensayista y editor mexicano, Enrique Krauze Kleinbort, quien presentó un libro llamado "El Poder y el Delirio" sobre la forma de gobernar del caudillo venezolano Hugo Chávez, aseguró hoy en Radio 10 que el poderío de este depende del precio del petróleo. "No es lo mismo Hugo Chávez con el petróleo a 150 dólares el barril, que uno con el petróleo a 30 dólares el barril", indicó el prestigioso escritor mexicano en dialogo con el periodista Mariano Grondona. El libro de Krauze Kleinbort alerta sobre la dictadura que se formó en Venezuela tras el gobierno de Hugo Chávez y advierte que los "delirios" del caudillo son un "verdadero peligro para la sociedad". "Siempre debemos estar alerta, porque la concentración de poder en manos de una sola persona no conduce sino al desastre. Tomé la palabra delirio porque Chávez es un delirante absoluto", señaló el escritor quien además dijo que "ojalá" su libro "le sirva a los venezolanos para advertir lo que significa Chávez en el poder". Krauze Kleinbort contó que Chávez inrrumpe en cualquier momento del día en la televisión, cortando cualquier programación existente. Observa los picos de rating más altos para "meterse en la pantalla". "Lo hace sólo para narrar historias personales. Cree que todo lo que le ocurre en su vida personal tiene características históricas mundiales y hasta universales. Tiene una patología profunda. Se trata de un fenómeno muy peligro. Reduce a los ciudadanos que puede surgir", explicó el escritor. "Ahora, como un apostador compulsivo, en febrero va a volver a apostar para pedir elección indefinida. Pero la sociedad va a decirle no. Entonces va a presentar otra enmienda y así hasta conseguirlo", dijo.
Infobae.com, Argentina (14.Dic.08)

miércoles, 7 de enero de 2009

Algunos nuevos perfiles bolivarianos

En un libro formidable de reciente publicación, titulado El Poder y el Delirio, de Enrique Krauze, dedicado a tratar de explicar el llamado fenómeno “bolivariano” a través de la biografía de Hugo Chávez, el autor cita una frase de Teodoro Petkoff pronunciada, nos dice, en respuesta a la pregunta que -cada vez más- muchos nos hacemos: ¿Chávez es fascista? Petkoff, que estuvo en la guerrilla, proviene de una familia de comunistas europeos y colaboró con Chávez, responde: “Chávez no es fascista, pero tiene elementos fascistoides: el culto al líder providencial; a la tradición y a la violencia; la manipulación de la historia para fines políticos, el desconocimiento de la legalidad y las formas republicanas en nombre de la voz popular, su presencia permanente y opresiva en los medios, el discurso brutal y agresivo contra el adversario, que eso sí es nazi y que proviene de Carl Schmitt, el teórico nazi para quien la ecuación fundamental de la política es amigo/enemigo.
Y Chávez para los enemigos: ni pan, ni agua (ni justicia, decía en consonancia nuestro Juan Domingo Perón)”. Parece mentira, pero buena parte de esa horrenda descripción podría corresponder a cualquiera de los “líderes bolivarianos” de la región. A Morales, Correa, Ortega, o a los propios Kirchner. Ocurre que todos están “cortados con la misma tijera”. Tienen un común denominador político: que supone “usar” la democracia para tratar de destruirla, a través de la manipulación más burda. Y también uno moral: para estos “líderes” no hay límites de ninguna especie para nada y la verdad es simplemente lo que ellos nos dicen que es. Por ende, mentir está permitido, después de todo sin otra verdad que la propia, ¿qué es la mentira? Muy simple: o la realidad o la opinión de los demás.
Las similitudes en el andar son poderosamente llamativas. Tanto, que se confirma a cada paso aquello de que “Dios los cría”. Si usted todavía no lo ha advertido, simplemente dedíquese a seguir lo que cada uno de esos líderes hace y dice, y se convencerá rápidamente de que ellos son simplemente lo mismo, con muy pequeñas adaptaciones que están naturalmente exigidas por el medio en el que cada uno de ellos actúa.
Emilio J. Cárdenas (Economía para todos, Argentina, 5.Ene.09)

Sobre Chávez

En “El poder y el delirio” (Tusquets), el ensayista mexicano Enrique Krauze ejecuta un pormenorizado retrato biográfico, político y psicológico del presidente venezolano Hugo Chávez. Un retrato nada halagador desde el punto de vista de Krauze, quien marca las diferencias entre las propuestas “socialistas” de Chávez y el socialismo democrático actual de Chile y Brasil, por ejemplo, (o de quien Krauze juzga como “la figura democrática más importante del siglo XX en América Latina”: Rómulo Betancourt). “¿Por qué, como latinoamericano, escribo sobre Venezuela? Porque el ácido del autoritarismo ideológico avanza, a punta de petróleo, dólares y propaganda, sobre la tenue superficie democrática de nuestra región”.
Chávez ostenta su identificación con Simón Bolívar, pero “a diferencia de Bolívar, Chávez no busca la unión de repúblicas independientes. Busca imperar sobre naciones dependientes”. A diferencia de Bolívar, cuya lección llevó a generaciones de latinoamericanos a un acercamiento cultural entre las distintas naciones, “el bolivarismo chavista -una “autocracia electa’, como ha indicado Michael Reid- no transita por esos caminos. Quizá ni siquiera los conoce. No cree en el humanismo liberal, no cree en la Ilustración, no cree en la cultura: la considera burguesa. Si la mismísima Revolución cubana ha esperado en vano 50 años para producir un solo escritor orgánico de altura (García Márquez es un autor supremo, pero su genio literario no debe nada a su filiación castrista), mucho menos habrá que esperar de la revolución chavista. Y no sólo escritores sino artistas de cualquier índole, es decir, artistas que no lo sean porque el jefe lo decreta”.
Quizás el gran mal imperdonable de Chávez sea el gran mal que procuran los intolerantes, los demagogos, los predicadores del odio y los tiranos: dividir a los hermanos de un pueblo. Identificando a la patria con su persona, insiste en señalar conspiraciones contra él, cuyo fin sería derrumbar el país y el mundo, y así “ha plantado la mala yerba de la discordia en la sociedad venezolana”, sin vacilar “en llevar a Venezuela al borde del precipicio. En eso sí se parece a Hitler, que en el búnker reclamaba a sus compatriotas la destrucción de puentes y ciudades antes que admitir su derrota, la derrota de sus mitologías”.
El Litoral (Santa Fe, Argentina, 3.Ene.09)

Krauze anda espantando con el petate del muerto


Enrique Krauze no es un intelectual orgánico, si por éste se entiende sobre todo a los escritores-literatos que de alguna manera chupan de la ubre político-gubernamental. Los Aguilar Camín, verbigracia, lo hicieron con el salinismo y después mordieron la mano que les dio ahora sí que a manos llenas. No es de esos Krauze, con todo y su capilla-mafiosa de intelectuales como sociedad cerrada, ya que no entra nadie más sin la autorización del gurú Krauze.
Éste es un escritor al servicio ideológico-empresarial, cuando más a la derecha mejor, pera no muy alejado del estilo de Luis Pazos (éste, además, protector de los banqueros y cobra como si fuera defensor de los cuentahabientes) andar asustando a los patrones, capitalistas y demás fauna que defiende al mercado libre cuando le conviene y cuando aparecen las crisis, suplicar la intervención gubernamental para que les regalen subsidios y para que la intervención del llamado Estado (que Krauze y los suyos confunden con los poderes estatales) controle con su mano visible lo que la “mano invisible” empresarial, comercial y patronal tras sus abusos, puso en jaque mate al capitalismo con todos sus ismos.
Acaba Krauze, con buen ojo para vender libros, de publicar su crítica al venezolano Hugo Chávez, mientras se hace de la vista gorda con los problemas del calderoniso, le carga la mano al lópezobradorismo y receta salvaciones contra las posibles amenazas que se ciernen sobre nuestro país. Sostiene Krauze que en la Venezuela a la que pone contra la pared en su libro El poder y el delirio, es mucho más democrática que México y que los mexicanos estamos “dormidos” a diferencia de los venezolanos que, “acorralados por Chávez, se han puesto alertas”.
Allá los empresarios han tenido gran parte de la responsabilidad (Krauze, como religioso que es hasta las cachas, habla de culpa) ya que atacaron la democracia y la llevaron al filo del suicidio. Quiere Krauze organizar una cruzada con empresarios mexicanos que dejen la “antipolítica” y se metan de lleno (como cuando invirtieron millones de pesos para difamar a la oposición y por lo que ahora están molestos ya que se les impide calumniar en televisión y radio) a la actividad como partidos políticos.
Y anda muy activo criticando y atacando a Chávez y para eso se fue España (a comer, desayunar y cenar paella y quejarse de no poder comerse unos huevos rancheros con harto chile, El País: 16/X/08) y ya de regreso se fue al Club de Industriales para “alertar” a los empresarios, afirmando que los venezolanos son más democráticos que los mexicanos (Reforma: 12/XII/08) y manifestar que allá la izquierda, los intelectuales de centro-izquierda (mientras Krauze es de extrema-derecha con afinidades conservadoras) tienen la esperanza de implantar la democracia. En ese lío de confusiones, Krauze anda espantando con el petate chavista a los empresarios mexicanos y es que esa campaña deja dinero y vende su libro.
Alvaro Cepeda Neri (Ecos de la costa, 7.Ene.09)

martes, 6 de enero de 2009

Crear dos, tres, muchos Sambil

Hace poco más de cuarenta años, en abril de 1967, se publicó el documento "Crear, dos, tres& muchos Vietnam es la consigna", que pasó a la historia (como la mayoría de las cosas que hizo o escribió el Ché Guevara) por el título, por la bandera, por lo superficial, no por su contenido. Todo eso me volvió a la mente a raíz del edicto pretoriano que ha prohibido la apertura (la construcción ya es un hecho) del Centro Comercial Sambil de La Candelaria. La orden ha puesto a trabajar duro a unos cuantos, a construir argumentos a todo un grupo de personas, la mayoría de los cuales irónicamente forman parte de lo que Luis Tascón llama la "derecha endógena", esa que promueve el socialismo para los demás y el capitalismo salvaje para sí mismos. Han descubierto ahora "que no se puede hacer la revolución con un Sambil en La Candelaria".
Y están en lo cierto. De los siete estados en Venezuela donde se ha levantado un Sambil, seis están en manos de la oposición: Distrito Capital, Miranda, Zulia, Carabobo, Táchira y Nueva Esparta. La única excepción es Lara, en donde el gobernador oficialista tiene ciertas particularidades que, paradójicamente, le costaron al mismo tiempo su expulsión del PSUV y le valieron su reenganche. Sin considerar Lara, el balance de votos en las seis dependencias restantes es claro: 54% - 46% en favor de la oposición. Es evidente que la lógica no fluye en esa dirección sino en sentido contrario, pero eso no le resta validez a la asociación. La mayoría de los centros comerciales se construyen en lugares en donde, además de cierto poder adquisitivo, existe una aspiración de modernidad. Allí hay posibilidad de elegir, variedad, allí las cosas tienen un precio, que a su vez hace que sean valoradas por quienes las adquieren. Nada más ajeno a la revolución. Eso también es válido no sólo para los centros comerciales, sino también para las grandes cadenas de farmacias y de supermercados que se han desarrollado amparadas en ese deseo de modernidad, de mayor calidad de vida, de mayor posibilidad de elección.
Acaso ya es tarde para ponerle un freno a todo esto. Ha ocurrido en ese aspecto algo parecido a lo que Enrique Krauze sugiere que ha pasado con el voto. Según él, el tipo de democracia que surgió en Venezuela a partir de 1959 fue una especie de salto adelante, un paréntesis en nuestro devenir histórico, muy difícil de predecir y más todavía de sostener si se revisa nuestra frágil experiencia republicana. Si bien la revolución nos ha traído de vuelta al pasado, ha quedado como herencia de esos años una religión del voto, que obsesiona tanto a quienes votan como a quienes se eligen. Es ese mismo equilibrio frágil que impide que el gobierno termine por secuestrarlo todo, el que lo mantiene todavía anclado, con sus más y sus menos, a la voluntad del pueblo. Así ha sucedido con los centros comerciales. Son una especie de derecho adquirido. El aluvión petrolero de todos estos años ha dejado al menos esa experiencia, esa posibilidad de elegir, esa cultura. Cultura entendida como lo que le urge a la gente en la vida, aquello en lo que cada quien se repite porque le trae consigo ese sentimiento de encuentro. Muy difícil luchar contra eso.
Miguel Ángel Santos (El Universal, Venezuela, 2.Dic..09)