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jueves, 12 de febrero de 2009

Fidel Chávez y Hugo Castro


ES muy posible que, en otras circunstancias, la manifestación de ayer contra la sanguinaria anomalía que martiriza a Cuba desde hace cincuenta años hubiese resultado más nutrida en términos contables. No era preciso, sin embargo. En la Puerta del Sol se concentró la libertad que ni sabe de números ni se recrea en cálculos. La libertad de los que no se rinden, de los que no se amoldan, de los que no se callan. De aquellos que no tragan con un destino impuesto a través del terror y los tiros de gracia y exigen escribir el porvenir sin tener que tragarse las palabras. La libertad, en fin, en cuerpo y alma. Que no nos vengan, pues, con cuentos y con cuentas quienes, en aras de un interés espurio, ejercen de usureros de la democracia. Quienes no dicen ni mu el día en que las víctimas se echan a la calle pero se dan el pico, muá, con el tirano. En todo caso, a los mudos de rigor -de rigor mortis, claro- no se les esperaba y nadie les echó en falta. Si acaso faltó el señor Rajoy, que, al parecer, ha decidido estar a la que falta. Bien es verdad que ayer hizo un tiempo de perros y que la meteorología, tan veleta y tan atrabiliaria, esta vez iba a pachas con Pérez Rubalcaba. A cambio, la nevisca nos compensó con la presencia de las Damas de Blanco.

Medio siglo después de aquella nochevieja de Valpurgis que abismó en las tinieblas al pueblo cubano, sería muy ingenuo sostener que se derrite el plomo, que el horizonte se despeja, que se vislumbra el alba. Muy ingenuo o muy falsario. Mientras Castro agoniza en su cubil con una parsimonia despiadada, el castrismo, por contra, se consolida paso a paso. Esa siniestra enfermedad moral que ha sembrado la isla de zombis y cadáveres nunca ha estado tan cerca de perpetuarse. El perro morirá cuando llegue su hora, pero su desaparición no contendrá la rabia. Raúl es un experto matarife, un sicario obediente, un deshecho de tienta en los anales de la infamia. Es un pigmeo criminal, un actor secundario diluido en la gigantesca dimensión del drama. Raúl es sólo un ítem en el siniestro testamento de su hermano. Pero el auténtico heredero de Fidel, el encargado de culminar la pesadilla que comenzó hace cinco décadas y aún sigue desvelándonos, es, sin duda alguna, Chávez. Hugo Chávez.
En «El poder y el delirio», un libro luminoso que acaba de publicar Enrique Krauze, se describe con absoluta precisión el mecanismo a través del cual el Lenin caribeño terminará reencarnándose en una versión bolivariana del padrecito Stalin. El precio del apaño no es ningún secreto -100.000 barriles de petróleo mensuales- y la contrapartida también es meridiana: investir al caudillo petrolero de una aureola de legitimidad histórica que sólo La Revolución puede otorgarle. El socialismo del siglo XXI que el autócrata electo pretende construir a golpe de agitación en crudo, ideología al portador y propaganda refinada, ya ha empezado a dar frutos en Bolivia, en Ecuador, en Nicaragua. Que continúe progresando está subordinado al capricho de Putin y a la determinación de Obama. De cómo cada cual mueva sus fichas y de hasta dónde estén dispuestos a implicarse dependerá el futuro de las sociedades libres en un subcontinente cosido a puñaladas.
«Chávez -advierte Jorge Quiroga a Krauze- es un genio del mal que se disfraza de payaso. Con un estilo deliberadamente burdo, rocambolesco y, valga la expresión, «cantinfleado», se ha hecho el depositario de las reservas mitológicas que confluyen en la revolución cubana. El programa de cooperación bilateral que han establecido Caracas y La Habana es cuatro veces superior al que mantienen los israelíes con los norteamericanos. ¿Qué gana el caudillo petrolero? En el plano simbólico, todo. En el material, nada». Traslademos la suculenta reflexión al ámbito de España y la pregunta del millón queda en el aire: ¿Qué gana Zapatero cantinfleando con Raúl y exonerando a Chávez? ¿Qué beneficio saca halagando a los bárbaros? La civilización estaba en Sol, hacía frío, el cielo celebraba a las Damas de Blanco.
Tomás Cuesta (ABC, España, 2.Feb.09)

Delirio de poder

El conocido historiador mexicano Enrique Krauze diagnosticó hace tiempo, con precisión, el mal que aqueja al coronel Hugo Chávez; delirio de poder. Y nada más evidente, para confirmar el acierto del diagnóstico, que el nuevo intento de conseguir la reforma constitucional en Venezuela para permitir la reelección indefinida.
El 2 de febrero, el coronel Chávez cumplirá 10 años en el poder. Todavía le restan cuatro años más. Pero para quien está aquejado por el delirio del poder 14 años no son suficientes. Por ello, el presidente venezolano movió los hilos para que la Asamblea Nacional o Congreso, con dominio absoluto de sus partidarios, aprobara la enmienda constitucional que permite a las autoridades de elección popular presentarse sin límite para la reelección.
El 15 de febrero, 17 millones de venezolanos están convocados a referendo para pronunciarse a favor o en contra de esa enmienda constitucional.El coronel Chávez propuso ya otra vez, dentro de un amplio paquete de reformas constitucionales que concentraba aún más que ahora los poderes en el presidente, la reelección presidencial indefinida. Esta le permitiría gobernar desde 2013 otro período más hasta 2019 y, así, seguir sin límite en el poder.
El pueblo venezolano rechazó en diciembre de 2007 las reformas constitucionales: fue la primera derrota electoral que golpeó el delirio caudillista del líder del socialismo del siglo XXI. Aunque la Constitución no permite convocar a referendo sobre el mismo tema -con distinto y confuso ropaje, el del referendo del 15 de febrero es el mismo tema sobre el que se pronunció ya la ciudadanía a fines de 2007-, Venezuela vive la campaña electoral y manifestaciones callejeras por una y otra alternativa para el referendo sobre la reelección indefinida...
La enmienda aniquila un principio básico de la democracia, el de la alternabilidad; y consagra uno de los más nocivos azotes en la vida política de América Latina: el caudillismo, es decir, da luz verde al delirio del poder, la impronta de todo autoritarismo. A pesar de las ventajas de una campaña electoral desde el poder, más aun cuando a pesar de la caída del precio del petróleo el coronel Chávez cuenta aún con la millonaria chequera que ha sostenido su proyecto político, no será fácil que se imponga el Sí en el referendo. Cabe recordar la derrota en el anterior referendo; además, el triunfo de la oposición en los estados más poblados en las elecciones regionales de 2008 y en alcaldías como la de Caracas.Las elecciones avivan la polarización política en Venezuela. Como también observó Krauze, lo más descorazonador es el odio que el coronel Chávez ha ido sembrando en su país.
Diario Hoy (Quito, Ecuador, 30.Ene.09)

lunes, 26 de enero de 2009

Munición gruesa

El sello Tusquets acaba de lanzar El poder y el delirio, libro que tiene como protagonista al presidente Hugo Chávez. La visión que su autor, el pensador e historiador Enrique Krauze, expone en torno al líder venezolano no es para nada complaciente: "¿Quién es Chávez -se pregunta-: un combativo y avanzado líder político, artífice del "socialismo del siglo XXI", o un estereotipado aprendiz de dictador, populista y palabrero? ¿Qué es Venezuela: el laboratorio de la primera revolución del nuevo milenio o una nación que marcha, no sin resistencias civiles, hacia un duradero régimen autoritario?".
Para responder estas preguntas, y desmontar lo que denomina "el mito más reciente de la izquierda latinoamericana", Krauze apela a varios registros: crónica periodística, coloquio, esbozo biográfico, entrevista, reflexión histórica y análisis político. Sostiene en uno de los párrafos más salientes: "Los guerrilleros venezolanos que desde fines de los años sesenta fueron los precursores de la crítica de izquierda al "socialismo real" (incluido el "socialismo real" cubano) son los primeros en lamentar que la Venezuela chavista confunda el futuro con el pasado y finja que el fantasioso "socialismo del siglo XXI" pueda construirse sin tomar en cuenta el fracaso del socialismo revolucionario en el siglo XX.
Pero Chávez está empeñado en reeditar por su cuenta y riesgo el libreto cubano de los sesenta. Su reciente acuerdo armamentista con Rusia y su peligrosa amistad con Irán son representativos de ese designio: se trata de revivir la crisis de los misiles, provocar al gigante herido y, con suerte, desatar una invasión: la ansiada Playa Girón de Hugo Chávez. Hay algo patético en el empeño chavista de enfilar a su país en una carrera armamentista que sólo responde a sus obsesiones y mitologías personales...".