Mostrando entradas con la etiqueta Perón.. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Perón.. Mostrar todas las entradas

martes, 6 de enero de 2009

Las tribulaciones de Krauze con el populismo


El texto de Krauze sobre el régimen chavista y su jefe es interesante y documentado. Su estilo de redacción no depara sorpresas ni tampoco recoge excelencias. El autor mexicano ya había proyectado virtudes y limitaciones en otras obras. En ésta combina testimonios de políticos y escritores venezolanos (muchos de ellos ex chavistas) con interpretación, dando un marcado toque periodístico y testimonial al trabajo.

Se echa en falta sin embargo, un análisis del nacionalismo militar suramericano y sus muchos exponentes en los últimos setenta años. No sólo me refiero a Perón, que fue el populista más trascendente de todos por sus avanzadas leyes sociales; decisivas en la formación y desarrollo de grandes sindicatos afiliados a una poderosa central única de trabajadores (la CGT).

Entre los generales restantes de la especie, cuentan en distintas épocas, los bolivianos Toro, Busch, Villarruel, Ovando y Juan José Torres; el ecuatoriano Rodríguez Lara; el coronel guatemalteco Jacobo Arbenz; y el peruano Juan Velasco Alvarado. Krauze apenas menciona a Perón, silenciando la segura influencia que los restantes han desempeñado en el imaginario militar y nacionalista de Hugo Chávez. Al centrase en la modélica figura de Fidel Castro -decisiva en estos tiempos- omitiendo a los otros, el autor reduce la prospección requerida. Se me dirá que el nacionalismo militar reformista queda representado por su destacada mención de Lázaro Cárdenas. Pero éste era un general sin previa formación académica o cuartelera, improvisado en realidad por las circunstancias "revolucionarias" de México hacia finales de los años ´20 y comienzos de los ´30. Además, y a la inversa de lo que ocurrió en el resto del Continente, el Ejército mexicano, una vez vencida la intentona fascista del general Cedillo por Cárdenas, se subordinó al omnipresente poder político.

Ya dije en otro post lo que opino del tata Cárdenas; ex obrero gráfico, hombre de principios con gran sensibilidad social y buen gobernante (sobre todo ordenancista en lo que atiene a la estabilización política de México tras el asesinato del Presidente y general Alvaro Obregón, reemplazado por el ambicioso y sectario Plutarco Elías Calles, otro general depuesto y expulsado del país por Cárdenas antes de asumir la presidencia por la vía electoral). Krauze insiste en su admiración por él, trasladándola al sistema presidencialista de un sólo periodo, en el curso de un más o menos reciente programa de entrevistas en la TV venezolana al que fue invitado, parcialmente insertado en su libro.

"...Cárdenas respetó la regla de oro del sistema político mexicano, un precepto que estaban descubriendo, al parecer, los venezolanos..." (se refiere a la época que precedió a la irrupción de Chávez ) "...consistente en no entregar el poder vitalicio y absoluto a una persona bajo ninguna circunstancia". Me faltó agregar que ni Cárdenas ni ningún otro presidente surgido del PRI tuvieron jamás la tentación totalitaria de monopolizar los medios de comunicación".

No es preciso que aclare la escasa importancia del relevo sexenal de la presidencia por parte de la aceitada, corrupta y voraz maquinaria del PRI durante seis largas décadas (sobre todo en la prolongada etapa posterior al sexenio de Cárdenas). El señor Krauze parece añorar a esos caciques poco tentados por el totalitarismo...individual, y tan entregados al colectivo, previo abrazo antes de la farsa electoral con el tata/prócer...

Gracias a ellos, la subvencionada cultura mexicana y sus diligentes representantes (mayoritariamente respetuosos con quienes les daban de comer) podía darse el lujo de financiar a nacionalistas de izquierda y liberales de centro empapados en amor por la patria y la "Revolución". Debo recordar que el joven (y no tan joven) Octavio Paz fue uno de ellos, y su alumno Krauze otro. Por eso añora el último aquél México y no éste, que al otro heredó en las personas de Fox y ahorita Calderón; impotentes ambos para despejar el territorio de narcotraficantes poderosos conectados a las esferas de poder. Bien, a Krauze no lo financiarán hoy en México. Pero convengamos en que para premiarlo estamos nosotros, otorgándole "La Gran Cruz de Alfonso X el Sabio", y acreditándolo en el jurado del "Cervantes".

Otro de los ídolos del flamante galardonado, es el finado ex presidente y mentor de la desinflada democracia vernácula, Rómulo Betancourt. A él se deben notables esfuerzos por desarrollar Venezuela, encuadrándola en la práctica del Estado de derecho. Sin embargo, tales esfuerzos no incluyeron grandes progresos en la eliminación de la miseria de muchos compatriotas, menguando la acusada tendencia de unos pocos a enriquecerse. El boom petrolero de los años ´70 hizo el resto, no sin que antes el pacto de Punto Fijo afincase la repatrija oligárquica de poder, y su correspondiente alternancia presidencial entre Acción Democrática (el partido de Betancourt) y el socialcristiano COPEI (liderado por Rafael Caldera).

No sólo se repartieron las barajas de los tres poderes las dos principales formaciones del país, sino los beneficios de la renta petrolera, abultada por los crecientes precios del oro negro en los años ´70. En el ínterin, el Presidente Carlos Andrés Pérez (alias "El gocho") hizo de las suyas ante la protesta social, masacrando estudiantes y obreros a plena luz del día. Años antes el mexicano Gustavo Díaz Ordaz, auxiliado por su ministro de Interior (y luego Presidente) Luís Echeverría, anticipó el método empleando tropas bien pertrechadas del Ejército contra cientos de estudiantes en la céntrica Plaza de las Tres Culturas.

De esa enorme corrupción y la permanente injusticia de los poderosos para con los débiles al sur del Río Bravo, surge en tierra venezolana Hugo Chávez Frías. Intelectual más proclive al academicismo que al buceo en aguas profundas, Krauze es naturalmente crítico (y con justa razón) hacia su figura y la ambición ilimitada de poder que arrastra. Lo malo radica en aquello que el escritor de prestige defiende u omite en su texto. Semejante desequilibrio reduce extraordinariamente su valor, tornándolo útil como documento de una realidad, aunque analizada sin la debida profundidad al serle restados factores históricos y condenas de sistemas que, tras ser liderados por líderes populistas (como Cárdenas) o demócratas de centro izquierda (tal el caso de Betancourt), degeneraron tan rápidamente en México y Venezuela. Mucho me temo que, a diferencia de sus editores españoles, el señor Enrique Krauze no haya leído mi Perón. Si lo hizo, miró sin ver. Y ahí están las consecuencias...

Joan Bonavent (laespadadelzorro.blogspot.com, 6.Dic.08)

lunes, 15 de diciembre de 2008

El caudillismo es una patología endémica en América Latina

Enrique Krauze es un especialista en caudillos. Krauze es un gran historiador mexicano que ha puesto bajo la lupa a estas peculiares criaturas. “Hay gente pa’tó”, decía el torero. Pudo darle por las arañas o los escorpiones, pero le dio por los caudillos. Y es bueno que así sea. El caudillismo es una patología endémica en América Latina y entenderla es una manera de tratar de evitarla o, al menos, de aprender a sobrevivirla, aunque hasta ahora no se conoce otra cura que salir corriendo hacia las balsas al primer síntoma de que ha llegado un tipo a salvarnos.

Prácticamente todos los países de este pobre mundillo nuestro latinoamericano han padecido a los caudillos. Son esos tipos palabreros y carismáticos, tuteadores de Dios, que cuando estamos en crisis se encaraman en una tribuna, seducen a las masas, se apoderan de la casa de gobierno, hacen trizas las instituciones, agotan el tesoro, nos endeudan hasta las orejas, se declaran indispensables, se eternizan en el poder y, como no se están quietos, y están llenos de iniciativas extravagantes, agravan hasta la locura todos los problemas que existían antes de la aparición de ellos en un carro de fuego.
En el siglo XX los dos caudillos más emblemáticos y pintorescos de América Latina han sido el argentino Perón y el cubano Fidel Castro. Perón murió en 1973, pero como el peronismo tiene algo de tablero de Ouija, Perón sigue dando guerra por medio de una variopinta descendencia ideológica que incluye gente de rompe y rasga a la derecha de Gengis Khan y a la izquierda de Lenin. Fidel Castro no ha conseguido morirse todavía, pero lo ensaya tesoneramente desde el verano de 2006, cuando se le amotinaron en los intestinos unos divertículos al servicio de la CIA que lo han dejado flaquito y turulato, como esos viejitos locos que uno ve riéndose y hablando solos en todos los pueblos españoles.
Hugo Chávez, en fin, es hijo de Fidel Castro y nieto de Juan Domingo Perón. Enrique Krauze acaba de filiarlo con total precisión en un brillante libro que, desde ya, se convierte en lectura indispensable para todo aquel que se empeñe en la ingrata tarea de tratar de comprender a la América Latina de nuestro tiempo. La obra se llama El poder y el delirio, la publicó Tusquets en España, y es un estudio a fondo de Venezuela y de Hugo Chávez, lo que inevitablemente precipitó a su autor a mezclar la historiografía con el ensayo, el periodismo, la entrevista y el psicoanálisis, porque solo así, con una mirada poliédrica, como de mosca, se puede abordar de manera inteligible un drama tan complejo e irracional como el venezolano.
El asunto es muy importante. Aunque Hugo Chávez es un personajillo de cuarta categoría, una especie de Idi Amin Dada de Sabaneta, conecta muy bien con una amplia zona de América Latina que pertenece a esa misma liga –la del populismo mágico que compra y vende conciencias con dinero público, hasta que las conciencias y el dinero se acaban–, y a base de petrodólares está creando su imperio ideológico a una sorprendente velocidad.
A diferencia de su padre Fidel, que en enero cumplirá 50 años al frente del negocio de mandar, en su larga vida de tirano intervencionista solo pudo colonizar a Nicaragua, y apenas durante una década, Chávez ya cuenta con Bolivia, Ecuador y Nicaragua bis, mientras se afila los dientes ante el probable triunfo del chavismo en El Salvador dentro de pocos meses.
¿A dónde irá a parar este fenómeno? Descartarlo porque es una cosa disparatada no parece sensato. Mussolini y Hitler, bien mirados, eran también un par de payasos intoxicados con las más absurdas teorías y eso no les impidió seducir a las muchedumbres y organizar el peor matadero de la historia. Hay países, hasta ahora, que parecen inmunes al chavismo (Chile, Costa Rica, Panamá, Uruguay, Colombia, tal vez México, en general los que el embajador estadounidense Manuel Rocha llama “América Uno”), pero el resto del continente puede sucumbir a esta enfermedad y arruinar con ello a un par de generaciones tontilocas.
Francamente, no es mucho lo que puede hacerse. Por lo pronto, sentarse a leer cuidadosamente El poder y el delirio, cruzar los dedos de que no nos toque, e ir fabricando una balsa, que fue lo que se le ocurrió al avispado Noé cuando se olió que iba a comenzar a llover.
Carlos Alberto Montaner (Prensa.com, Panamá, 14.12.08)