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martes, 6 de enero de 2009

Protagonista Chávez

En el Perú, por ejemplo, está teniendo lugar el proceso contra Fujimori, cubierto por todas las agencias periodísticas del mundo. En Argentina, Néstor Kirchner enfrenta una denuncia por corrupción, que se suma al enredo del maletín con dólares enviados por Chávez para financiar ilegalmente la elección de Cristina Fernández. Tales sucesos aquí son menores o pasan desapercibidos.

Lo de Venezuela, menos grave, pero tampoco satisfactorio. Aunque nos enteramos de los triunfos y derrotas electorales de Chávez, de sus andanzas como golpista y luego como víctima de su propio invento, y hasta de sus actitudes chabacanas, los colombianos sabemos poco de este coronel mesiánico y su gobierno, cuando deberíamos saber tanto como un venezolano del común conoce de Colombia.
Pues bien, ahora se da una oportunidad excelente de conocer en detalle el presente y los antecedentes de Chávez, con el libro El poder y el delirio, del historiador y ensayista mexicano, Enrique Krauze, que no vacilo en recomendar como un texto bien documentado y de obligada lectura. Mario Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner, han ponderado el trabajo de este escritor, que ya es conocido por obras como La trilogía histórica de México y La presencia del pasado, entre otros éxitos editoriales.
Aunque no es el primer libro biográfico de Chávez, pues antes se publicó Hugo Chávez sin uniforme , de los periodistas Alberto Barrera Tyszka y Cristina Marcano, sin duda un valioso documento que también recomiendo, el trabajo de Krauze es el primero que además se ocupa de examinar los alcances y precario futuro de la “Revolución Bolivariana” que ha dividido severamente a la sociedad venezolana y a Latinoamérica.
Krauze revela que Chávez primero quiso ser beisbolista y parecerse a un célebre deportista, para luego acuñar la fábula de que es la reencarnación de Ezequiel Zamora, un prócer venezolano, lo cual explica su actitud siempre delirante. Pero el libro también relata que Chávez ha deformado la historia de su país, sirviéndose de Bolívar, sobre cuya gloria ha montado una estrategia heroica para sustentar un mandato donde él lo es todo. Por eso detesta abiertamente al ex presidente venezolano Rómulo Betancourt, cuya memoria ha ultrajado con ordinariez.
En contraste con el odio por Betancourt, la adoración de Chávez por Fidel Castro, de quien se cree su sucesor, lo ha hecho incurrir en errores costosos, como el auspicio de las fracasadas misiones alimenticias y médicas, las últimas dirigidas por galenos cubanos que para todo recetan una “pastillita azul” que nada cura pero en cambio enferma. Al decir de Krauze, es la segunda invasión cubana a Venezuela, ésta sí consentida, después de la fallida de 1966.
Se ofrece verosímil la tesis central de Krauze, según la cual Chávez lo que pretende es revivir la monarquía contra la que combatió Bolívar, valido de los petrodólares con los que alineó incondicionalmente a Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Paraguay, para hacer de estos países unos nuevos virreinatos, y de Miraflores, la Casa Real, todo ello desaprovechando la bonanza petrolera, con la que pudo haber encauzado las transformaciones sociales que demanda su país, sumido hoy en la corrupción y enfrentado a una de sus más grandes crisis económicas.
Es útil, pues, leer este ameno libro de Krauze de la “historia presente”.
Pascual Bejarano Guzmán (El Espectador, Colombia, 27.Dic.08)

lunes, 1 de diciembre de 2008

Bolivar, el pobre

No existe otro personaje más esquilmado, malversado, atropellado, tironeado y escarnecido que el pobre don Simón Bolívar. Sus innumerables citas pululan en cualquier cajón de sastre y han servido a los politicastros venezolanos de todo tiempo y condición como el hilo negro para coser cuanta impostura se les ocurra. Lo adivinó a pocos años de su muerte y se lo dijo lleno de aflicción al joven Antonio Leocadio Guzmán en 1827, cuando el hijo de la Tiñosa, como llamaban a su madre, andaba haciéndole la corte a una de las jóvenes Blanco, sobrina y protegida del Libertador, a la caza de un buen braguetazo. Se salió con la suya el ambicioso joven, dando a luz en 1830 al propio Guzmán Blanco. Así escriben los aventureros la historia de Venezuela: entre golpes de fortuna, braguetazos y asaltos armados al Poder.

"No puedo evitar que se haga en mi nombre cuanta tropelía se le ocurra a los aprovechados", dijo palabras más palabras menos el más poderoso latinoamericano de su tiempo, cuando ya se enfilaba a su inevitable ruina. Ni se imaginaba que el hijo del ambicioso Antonio Leocadio le elevaría cincuenta años después un altar y echaría andar el culto que mayores desgracias le ha traído a la república. El culto a Bolívar. Convertido en cruento sainete de estos malos tiempos.

La culpa es suya, pues fue el dueño del garrote. Sirve el pobre Don Simón para la ultra derecha y la ultra izquierda, para monárquicos y republicanos, para desaforados y sensatos, para pacificadores y guerreros, para conservadores y revolucionarios. En fin: para lo que a usted más le acomode. Fue arbitrario y consensuado, aristócrata y popular, rico y pobre, monárquico y republicano, imperialista y antimonárquico, demócrata y despótico. Y ya al borde de la muerte hasta llegó a echar en falta el gobierno colonial, cuando se disfrutaba de esa paz perdida por causa de sus delirantes sueños de grandeza. Sin duda, el venezolano más complejo, rico en matices, culto, contradictorio y desenfadado de todos los tiempos. Si tiene usted ambiciones políticas agarre, manque sea fallo: algo encontrará que le sirva a sus propósitos.
Como que el libro que acaba de escribir Enrique Krauze para desvelar los delirios bolivarianos del teniente coronel comienza con una cita que demuestra cuán atrabiliario resulta el intento del soldado de Sabaneta de Barinas por apropiárselo. Dice el epígrafe del libro en cuestión: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos (…). Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.” ¿Afirmar bajo esta premisa que encabeza el extraordinario libro de Krauze que Bolívar, que detestaba los reinados vitalicios, de revivir votaría por el teniente coronel en su TERCER intento por apropiarse de la presidencia de la república?
Dudo muy seriamente que Krauze lo haya dicho y por lo tanto descreo de la Agencia France Presse que lo ha echado a rodar por el mundo. Los dos aliados más importantes con que contó Krauze para desnudar al teniente coronel fueron Carlos Marx y Simón Bolívar. De la lectura de su hermoso libro se derivan dos afirmaciones concluyentes: Chávez es una aberración de la izquierda marxista y un atentado contra el pobre don Simón Bolívar. Pero como Enrique Krauze estará este próximo viernes 5 de diciembre presentando su libro en el Centro Cultural Chacao, de Caracas, tendremos oportunidad de escuchar su propia y personal versión de los hechos.

Antonio Sánchez García (Analítica.com, Venezuela, 1.12.08)

martes, 25 de noviembre de 2008

Chávez

“Si permiten que la oligarquía regrese a la gobernación… a lo mejor voy a terminar sacando los tanques de la Brigada Blindada para defender al gobierno revolucionario y para defender al pueblo”, así amenazó a los ciudadanos de Carabobo, durante la campaña electoral, el presidente Hugo Chávez. Carabobo, el estado más industrializado del país, sede de la casas de General Motors, Chrysler y Ford, le dio la espalda al comandante Chávez, también la alcaldía de Caracas y otros estados de los más poblados en Venezuela.
Poco efecto surtieron esas y otras amenazas. Tampoco la agresiva campaña electoral que incluyó una marea roja como las que organiza el gobernador de Veracruz, Fidel Herrera; o la inhabilitación de algunos opositores, como la que pretende el gobernador de Colima, Jesús Silverio Cavazos Ceballos, contra el alcalde de Manzanillo, Virgilio Mendoza Amezcua.
El poder ciudadano expresado en la rutina democrática de acudir a las urnas (en una participación histórica, por cierto) acotó el poder de Hugo Chávez. Es un balde de agua fría a la caliente revolución bolivariana. Las victorias de la oposición al partido de Chávez, Partido Socialista Unido de Venezuela, pintan un mapa electoral distinto. Termina el monocolor rojo de Chávez y expresa la pluralidad venezolana, y permite enrumbar a ese país por un sendero de responsabilidad en el manejo de la economía y de tolerancia y respeto políticos. Al mismo tiempo en la región latinoamericana, y con la presión de los precios bajos del petróleo, las victorias de la oposición al régimen de Hugo Chávez pueden representar una confianza de que este “neobolivarismo populista” tenga, también, por fin, un frenazo en el continente.
Los mesianismos deben ser derrotados en las urnas. Nada lastima más a nuestras economías y crecimientos emergentes que el poder unipersonal e irresponsable. Nada ayuda más a los pueblos latinoamericanos que un gobierno acotado al imperio de la ley y dividido para su ejercicio. Mientras México tuvo a los monarcas sexenales, las crisis económicas las provocaban sus propias torpezas. No había poder humano que hiciera responder al gobernante inepto o cleptómano. Todo el poder se iba en fanfarronerías o equívocos que empobrecían, más, a nuestras clases medias.
Con mucho poder todavía, Hugo Chávez empieza ya a ser el pasado de Venezuela. “Una nueva etapa de esperanza” se abre en ese país, como declaró uno de los candidatos victoriosos. Chávez organizó una “batalla por el pasado”, como la definió Enrique Krauze en el recientísimo libro El poder y el delirio, en el que, con entrevistas, análisis y una apasionante recreación histórica, pone en su lugar al presidente venezolano. Krauze, en ese nuevo libro, defiende al liberalismo democrático recordando a Octavio Paz, recrea el escenario de la revolución bolivariana de tintes maniqueos y autoritarios, y alerta sobre la sacralización de la historia. Sobre esa adoración del pasado.
Advierte que en Venezuela el papel de lo sagrado lo asumió Bolívar, que imanta a la sociedad venezolana como en México la Virgen de Guadalupe; y ese papel lo teatralizó magistralmente Hugo Chávez. Una religión sin más dios que Hugo Chávez, y un evangelio que sólo él escribe y él dicta a la nación.
Un evangelio de pasado. Un discurso de ayer. Una nostalgia por las glorias pretéritas. Una añoranza por el panteón. Ese discurso de enaltecer “el antes” es el miedo al futuro. Es la repugnancia a la modernización del país. Ese discurso es el que está sacando del ropero de los recuerdos el Partido Revolucionario Institucional en México.
Germán Martínez Cázares (El Universal, Cd. de México, 25.11.08)