El próximo día 23, Venezuela celebra elecciones en las que están en juego 22 gobernaciones y 326 alcaldías. Hugo Chávez ya ha amenazado con «sacar los tanques» si la oposición se hace con alguna de las plazas que el «líder bolivariano» considera estratégicas. Para Enrique Krauze, no cabe duda de que Venezuela camina hacia un régimen autoritario y que, en la actualidad, han desaparecido todas las garantías democráticas. «El destino de toda América Latina está unido a lo que suceda en Venezuela», dice el autor. Confía en que la llegada a la Casa Blanca de Obama pueda ayudar a abrir un proceso democrático en Cuba, «lo que puede desmotar el fervor anacrónico hacia Chávez». Krauze fue uno de los más estrechos colaboradores de Octavio Paz en la revista «Vuelta»; en 1999 fundó «Letras Libres» y es autor de la imprescindible «Trilogía histórica de México».
¿Cómo es posible que uno de los países con una de las trayectorias democráticas más estables del continente y un desarrollo económico más alto esté en manos de un militar populista? En la historia política de América Latina nada es una casualidad y Hugo Chávez, dice Enrique Krauze, no deja de entroncar con la «genealogía histórica del fascismo» en el continente.
-Dice que al escribir «El poder y el delirio» quiso comprender al personaje de Hugo Chávez. ¿Lo ha conseguido?
-He querido tomar al personaje en serio y no calificarlo de entrada de payaso y farsante, porque yo creo que no lo es. Es un hombre que ha tenido una genuina pasión revolucionaria y que ha creído en las cosas que ha hecho y no ha sido, en términos personales, un corrupto, alguien que está armando todo este inmenso tinglado político para enriquecerse. No, pero los grandes dictadores de la historia son de esa calaña, hombres que buscan la redención de sus pueblos y tienen un poder carismático sobre ellos. El suyo es un poder carismático basado en lo que yo llamo la veneración de los héroes, y el siglo XX nos dio suficientes ejemplos de lo que ese poder carismático hace con los pueblos.
-Para usted, hay una continuidad entre chavismo, peronismo y tradición antiliberal latinoamericana, que es, en definitiva, el verdadero problema del continente.
-Creo en la democracia liberal y, por lo tanto, creo en el diálogo, la crítica, la tolerancia. En América Latina ese ideal liberal es el que fundó las naciones, pero se desvirtuó a lo largo de estos dos siglos con las dictaduras, los caudillos, los caciques y también con las guerras civiles, con los pronunciamientos, con la anarquía, y después, en siglo XX, se desvirtuó con las ideologías y con las sucesivas revoluciones. Ese ideal liberal recorrió los dos siglos, pero no ha existido en la Cuba de Fidel Castro, ni en la Argentina de Perón, ni por supuesto en el Chile de Augusto Pinochet y está dejando de existir en Venezuela. La democracia venezolana está inmersa en una lucha en la que le va la vida.
-Maneja en el libro una palabra extraña: Venecuba.
-Pues está en el proyecto político de Chávez. Lo que quiero explicar es que él pertenece, como Castro, a la tradición de líder carismático de ascendencia fascista. Chávez retoma la revolución cubana y hace realidad el viejo sueño de Castro. Lo primero que quiso al tomar el poder es quedarse con Venezuela por el petróleo, y no lo logró, con dos intentos de invasión, y ahora ya lo está logrando y ha encontrado su heredero. Estos días se está jugando la suerte de la democracia en América Latina.
-¿Cómo puede influir la llegada de Obama a la Casa Blanca? Usted habla de una vía «china» para la economía cubana.
-Ahí pueden cambiar mucho las cosas. Queriendo ser un poco optimista, si Obama se abre hacia Cuba, le va a tender un puente de plata para poder tener una transición económica que, tarde o temprano, será una transición política. Esto podría suceder en diez años, porque no estamos hablando de un país de más de mil millones de habitantes como China y de tradición autoritaria de milenios; estamos hablando de un país con cincuenta años de revolución, lo que desmontaría el fervor anacrónico que existe hacia Chávez y desnudará sus verdaderas intenciones de permanecer en el poder, como todos los dictadores quieren, porque tiene una idea exacerbada de su papel en la historia, y esto le va a debilitar tanto como la baja del precio del petróleo. Y no nos engañemos: él quiere desbancar a Castro y hasta a Simón Bolívar en el altar mayor de los mitos de Latinoamérica.
-¿Cómo es posible que Venezuela, siendo una de las democracias más estables de América Latina, junto a Costa Rica y Colombia, haya llegado a esta situación?
-Pasaron dos cosas: una caída brutal en el precio del petróleo, que llevó muy arriba las expectativas de riqueza, y luego el famoso «caracazo». Cuando un gobierno mata, por la razón que sea, a más de doscientas personas en las calles es difícil que se aguante. Y luego hay un factor humano: Hugo Chávez. Además de la responsabilidad de las élites en la caída de la democracia en Venezuela.
-Por cierto, que se refiere a él como «genio político de larguísimo aliento».
-No se trata de encomiarlo moralmente, pero en términos políticos es un genio. Si vas a Venezuela, lo más lamentable de todo es la propaganda que se hace contra la oposición. Me recuerda a Goebbels, y no a mí, se lo recuerda a Teodoro Petkoff, el más prestigioso hombre de la izquierda liberal de Venezuela, que me dijo: «Esto es como los nazis». Para Chávez no hay más que amigos y enemigos, y al enemigo hay que aniquilarlo. Cuando lo ves en la televisión decir «los pitiyanquis escuálidos si ganan, habrá guerra y habrá que acabar con ellos», pero verdaderamente raro es que en Venezuela no se esté matando; no quiero ser profeta, pero están puestas las bases del odio para que en cualquier momento explote.
Viejos guerrilleros
-¿Seguía viva, por lo tanto, la vieja guerrilla latinoamericana?-Es que ahí está su genialidad: Chávez fue el que despertó a los viejos guerrilleros. Si miramos a sus ministros, son ex guerrilleros que tienen setenta y cinco años de edad. Él, con cincuenta y tantos, sacó del museo de la historia a esos personajes y quiere vivir él mismo como si fuera un guerrillero.
-¿Qué cree que pasará en las próximas elecciones?
-Yo creo que si fuesen elecciones presidenciales, las ganaría. Me parece bastante difícil que transfiera su carisma a todos los candidatos. Es previsible que pierda algunas gobernaturas y alcaldías de cierta importancia, pero es difícil que se deje derrotar tranquilamente.
Manuel Calderón (La Razón, Madrid, 17.11.08)
¿Cómo es posible que uno de los países con una de las trayectorias democráticas más estables del continente y un desarrollo económico más alto esté en manos de un militar populista? En la historia política de América Latina nada es una casualidad y Hugo Chávez, dice Enrique Krauze, no deja de entroncar con la «genealogía histórica del fascismo» en el continente.
-Dice que al escribir «El poder y el delirio» quiso comprender al personaje de Hugo Chávez. ¿Lo ha conseguido?
-He querido tomar al personaje en serio y no calificarlo de entrada de payaso y farsante, porque yo creo que no lo es. Es un hombre que ha tenido una genuina pasión revolucionaria y que ha creído en las cosas que ha hecho y no ha sido, en términos personales, un corrupto, alguien que está armando todo este inmenso tinglado político para enriquecerse. No, pero los grandes dictadores de la historia son de esa calaña, hombres que buscan la redención de sus pueblos y tienen un poder carismático sobre ellos. El suyo es un poder carismático basado en lo que yo llamo la veneración de los héroes, y el siglo XX nos dio suficientes ejemplos de lo que ese poder carismático hace con los pueblos.
-Para usted, hay una continuidad entre chavismo, peronismo y tradición antiliberal latinoamericana, que es, en definitiva, el verdadero problema del continente.
-Creo en la democracia liberal y, por lo tanto, creo en el diálogo, la crítica, la tolerancia. En América Latina ese ideal liberal es el que fundó las naciones, pero se desvirtuó a lo largo de estos dos siglos con las dictaduras, los caudillos, los caciques y también con las guerras civiles, con los pronunciamientos, con la anarquía, y después, en siglo XX, se desvirtuó con las ideologías y con las sucesivas revoluciones. Ese ideal liberal recorrió los dos siglos, pero no ha existido en la Cuba de Fidel Castro, ni en la Argentina de Perón, ni por supuesto en el Chile de Augusto Pinochet y está dejando de existir en Venezuela. La democracia venezolana está inmersa en una lucha en la que le va la vida.
-Maneja en el libro una palabra extraña: Venecuba.
-Pues está en el proyecto político de Chávez. Lo que quiero explicar es que él pertenece, como Castro, a la tradición de líder carismático de ascendencia fascista. Chávez retoma la revolución cubana y hace realidad el viejo sueño de Castro. Lo primero que quiso al tomar el poder es quedarse con Venezuela por el petróleo, y no lo logró, con dos intentos de invasión, y ahora ya lo está logrando y ha encontrado su heredero. Estos días se está jugando la suerte de la democracia en América Latina.
-¿Cómo puede influir la llegada de Obama a la Casa Blanca? Usted habla de una vía «china» para la economía cubana.
-Ahí pueden cambiar mucho las cosas. Queriendo ser un poco optimista, si Obama se abre hacia Cuba, le va a tender un puente de plata para poder tener una transición económica que, tarde o temprano, será una transición política. Esto podría suceder en diez años, porque no estamos hablando de un país de más de mil millones de habitantes como China y de tradición autoritaria de milenios; estamos hablando de un país con cincuenta años de revolución, lo que desmontaría el fervor anacrónico que existe hacia Chávez y desnudará sus verdaderas intenciones de permanecer en el poder, como todos los dictadores quieren, porque tiene una idea exacerbada de su papel en la historia, y esto le va a debilitar tanto como la baja del precio del petróleo. Y no nos engañemos: él quiere desbancar a Castro y hasta a Simón Bolívar en el altar mayor de los mitos de Latinoamérica.
-¿Cómo es posible que Venezuela, siendo una de las democracias más estables de América Latina, junto a Costa Rica y Colombia, haya llegado a esta situación?
-Pasaron dos cosas: una caída brutal en el precio del petróleo, que llevó muy arriba las expectativas de riqueza, y luego el famoso «caracazo». Cuando un gobierno mata, por la razón que sea, a más de doscientas personas en las calles es difícil que se aguante. Y luego hay un factor humano: Hugo Chávez. Además de la responsabilidad de las élites en la caída de la democracia en Venezuela.
-Por cierto, que se refiere a él como «genio político de larguísimo aliento».
-No se trata de encomiarlo moralmente, pero en términos políticos es un genio. Si vas a Venezuela, lo más lamentable de todo es la propaganda que se hace contra la oposición. Me recuerda a Goebbels, y no a mí, se lo recuerda a Teodoro Petkoff, el más prestigioso hombre de la izquierda liberal de Venezuela, que me dijo: «Esto es como los nazis». Para Chávez no hay más que amigos y enemigos, y al enemigo hay que aniquilarlo. Cuando lo ves en la televisión decir «los pitiyanquis escuálidos si ganan, habrá guerra y habrá que acabar con ellos», pero verdaderamente raro es que en Venezuela no se esté matando; no quiero ser profeta, pero están puestas las bases del odio para que en cualquier momento explote.
Viejos guerrilleros
-¿Seguía viva, por lo tanto, la vieja guerrilla latinoamericana?-Es que ahí está su genialidad: Chávez fue el que despertó a los viejos guerrilleros. Si miramos a sus ministros, son ex guerrilleros que tienen setenta y cinco años de edad. Él, con cincuenta y tantos, sacó del museo de la historia a esos personajes y quiere vivir él mismo como si fuera un guerrillero.
-¿Qué cree que pasará en las próximas elecciones?
-Yo creo que si fuesen elecciones presidenciales, las ganaría. Me parece bastante difícil que transfiera su carisma a todos los candidatos. Es previsible que pierda algunas gobernaturas y alcaldías de cierta importancia, pero es difícil que se deje derrotar tranquilamente.
Manuel Calderón (La Razón, Madrid, 17.11.08)
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