Mostrando entradas con la etiqueta Dictadura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dictadura. Mostrar todas las entradas

miércoles, 14 de enero de 2009

Chávez se devalúa a la par de la fuerte baja del petróleo


Lo dijo el escritor mexicano Enrique Krauze Kleinbort en Radio 10. Escribió un libro llamado "El Poder y el Delirio", sobre el gobierno del caudillo venezolano. "Tiene una patología profunda. Se trata de un fenómeno muy peligroso", advirtió el historiador, ensayista y editor mexicano, Enrique Krauze Kleinbort, quien presentó un libro llamado "El Poder y el Delirio" sobre la forma de gobernar del caudillo venezolano Hugo Chávez, aseguró hoy en Radio 10 que el poderío de este depende del precio del petróleo. "No es lo mismo Hugo Chávez con el petróleo a 150 dólares el barril, que uno con el petróleo a 30 dólares el barril", indicó el prestigioso escritor mexicano en dialogo con el periodista Mariano Grondona. El libro de Krauze Kleinbort alerta sobre la dictadura que se formó en Venezuela tras el gobierno de Hugo Chávez y advierte que los "delirios" del caudillo son un "verdadero peligro para la sociedad". "Siempre debemos estar alerta, porque la concentración de poder en manos de una sola persona no conduce sino al desastre. Tomé la palabra delirio porque Chávez es un delirante absoluto", señaló el escritor quien además dijo que "ojalá" su libro "le sirva a los venezolanos para advertir lo que significa Chávez en el poder". Krauze Kleinbort contó que Chávez inrrumpe en cualquier momento del día en la televisión, cortando cualquier programación existente. Observa los picos de rating más altos para "meterse en la pantalla". "Lo hace sólo para narrar historias personales. Cree que todo lo que le ocurre en su vida personal tiene características históricas mundiales y hasta universales. Tiene una patología profunda. Se trata de un fenómeno muy peligro. Reduce a los ciudadanos que puede surgir", explicó el escritor. "Ahora, como un apostador compulsivo, en febrero va a volver a apostar para pedir elección indefinida. Pero la sociedad va a decirle no. Entonces va a presentar otra enmienda y así hasta conseguirlo", dijo.
Infobae.com, Argentina (14.Dic.08)

lunes, 1 de diciembre de 2008

El déspota que gobierna Venezuela

El historiador y ensayista Enrique Krauze ha escrito un libro que es un compendio de géneros a propósito de Hugo Chávez, el déspota que gobierna en Venezuela. En él se conjuga el propio ensayo, la crónica, el reportaje, el perfil biográfico y la entrevista. El resultado es una interesante lectura que recorre la reciente historia política del país caribeño, que supo sacudirse el polvo de las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez para emprender tránsitos democráticos, algunos de ellos duraderos, presididos incluso por políticos excepcionales para la realidad iberoamericana como Rómulo Betancourt o Rafael Caldera. Hasta llegar a los períodos de corrupción de Carlos Andrés Pérez, Herrera Campins o Jaime Lusinchi, al «caracazo» o al fin de la democracia liberal decretada por Chávez. A Krauze se debe la «Trilogía Histórica de México», que recoge Siglo de Caudillos, Biografía del poder y La presidencia imperial, tres volúmenes imprescindibles para conocer los precedentes mexicanos. Igual que ahora con éste de Venezuela.


Luis M. Alonso (La Nueva España, Asturias, España, 30.11.08)

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Chávez ejerce un tipo de dominación latente

México, 18 Nov (Notimex).- Concebido como una tentativa de "inocular" a México contra el "virus pernicioso del poder carismático o autoritario", el historiador Enrique Krauze dice acerca de su más reciente libro El poder y el delirio: - Es un alegato para advertir que las democracias no sólo se cuidan, sino también se defienden y se protegen.

Franco, abierto, contundente, el escritor y ensayista afirma en entrevista con Notimex: en México no estamos para perder nuestra democracia. Aunque, abunda, hay visos de que esto puede ocurrir si los partidos políticos no se modernizan, y si la clase política en general evita pensar más en la ciudadanía y en ofrecer resultados concretos

Para el autor de la serie Biografías del poder, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez -principal protagonista de su obra- es un hombre cuyo radio de acción no se limita a su país sino a toda la región, y representa un tipo de dominación, con una gran carga de ideología y manipulación histórica, que está latente en muchos países.

Padeciendo aún los estragos de un viaje de más de 11 horas que lo trajo de regreso de España, en donde acudió a las actividades conmemorativas por los siete años de la edición española de la revista Letras Libres, Krauze no deja de mostrar su entusiasmo ante la aparición de su nuevo libro. El poder y el delirio nació en diciembre del año pasado, días después de que los venezolanos fueron a las urnas y rechazaron la reforma a la Constitución propuesta por Chávez, que le permitiría perpetuarse en el poder. A pesar de que Krauze solicitó en dos ocasiones hablar con Chávez, éste se negó.

-Doctor Krauze, más allá de los lazos de amistad que lo unen con Venezuela, ¨qué es lo que hace que un historiador como usted se interese en una figura como Chávez?
-Siempre me han interesado las figuras del poder. No para admirarlas ni para destrozarlas, sino para analizarlas. A fin de desentrañar ese misterio, el misterio del poder. Cómo no interesarme en este personaje que es el más importante de la corriente del poder carismático en América Latina. Chávez es el hombre fuerte que apela a la historia, a las tradiciones, que moviliza a las masas, y que deja atrás las instituciones insípidas de la democracia. El estudio, primero; la documentación y finalmente la crítica de ese poder carismático y autoritario fue lo que me llevó a acercarme a este fenómeno. Personaje que además tiene el atractivo adicional de su complejidad, porque no es un Tirano Banderas (título de la novela de Ramón María del Valle Inclán), cualquiera ni un dictador típico, sino que tiene la particularidad de haber sido electo por una mayoría, a pesar de que la tendencia de su régimen es la concentración total del poder.


- No obstante haber sido electo por una mayoría, y de iniciar su segundo periodo de gobierno en enero del año pasado, 11 meses después la gente le dijo No a su propuesta de reforma constitucional, ¨qué es lo que ocurre con este tipo de liderazgos?
- Lo que sucedió el pasado 2 de diciembre fue más un problema de abstención, los que dijeron No, fueron los mismos que se lo habían dicho siempre; los adversarios no aumentaron, es un hombre tremendamente popular. Los que aumentaron fueron los chavistas que se abstuvieron, quienes se pronunciaron, con su decisión, por poner un límite, y con ello ejercieron la esencia de la democracia, la constante vigilancia del poder. Esa noción de limitar el poder es central en la democracia liberal y es aquello que los venezolanos institiva y racionalmente percibieron, entendieron y llevaron a la práctica. Si el próximo 23 de noviembre vuelven a hacerlo, eligiendo a algunos alcaldes y gobernadores de la oposición, habrán dado un paso más en ponerle cotos al poder absoluto, casi monárquico al que tiende Chávez.


- Chávez es un político con un liderazgo que utiliza las herramientas de la fe para perpetuarse en el poder, ¨esto lo hace más peligroso?
- La fe popular, la historia la utiliza con el único objeto de perpetuarse en el poder, porque uno no necesita del poder absoluto para encabezar un régimen con vocación social. Ahí está el ejemplo de Lázaro Cárdenas, que repartió 17 millones de hectáreas y nacionalizó el petróleo, y también está el caso de Luiz Inacio Lula Da Silva. Ambos no necesitaron hacer uso de las mitologías históricas ni decir que si Cristo volviera a existir votaría por Chávez. Chávez hace uso de la religión y de la historia para desvirtuarlas, adulterarlas y ponerlas al servicio de su propio proyecto, y ese uso de la historia y de la fe de las masas para manipularlas pertenece a la tradición fascista.
El socialismo del siglo XXI que tanto vocea en realidad nunca lo ha sabido definir con toda claridad, y si ese socialismo es confiar en que las comunas sean los motores de la economía, de la justicia social y del gobierno, se trata de un proyecto que en su momento demostró su inviabilidad en casos como en China.


- En el libro usted plantea un escenario económico desastroso en Venezuela, con indicadores en rubros como la inversión extranjera realmente alarmantes, ¨qué es lo que ocurre en la gente que a pesar de esto sigue votando por este tipo de líderes?
- Nuestra cultura política todavía es muy mágica, cuentan mucho las buenas intenciones. A la gente todavía le importa mucho medir a las personas por sus buenas intenciones, por lo que percibe como su sinceridad, bondad, su disposición y su sensibilidad, y Chávez tiene esa vocación social.
Yo no creo que Chávez sea un cínico, mucho menos un payaso o un bufón, creo que está sinceramente imbuido de una vocación de ayudar a los pobres, sin embargo todas las malas noticias que le lleguen sobre cómo se instrumentan sus programas no quiere escucharlas, porque para él hay algo más importante, su voluntad personal. Se trata de un narcisismo del poder. En nuestros países todavía se percibe al gobernante como dueño del poder, el poder se enajena, no se da como un mandato revocable, sino que se le otorga al gobernante para que se adueñe del poder.


- ¨En los jóvenes está el germen de esa cultura crítica que sale a las calles y que le dice No a Chávez, y que pide que se le acote el poder?
- Exactamente. La libertad sólo se aprecia cuando se pierde; como el aire, mientras no se pierde no se piensa en él. En Venezuela los jóvenes estaban dejando de respirar, sabían que iban a acabar sus oportunidad, sus posibilidades, su independencia misma, y además que la mayoría iban a ser ya empleados del gobierno con lo que eso significa, de acotamiento de sus perspectivas y por ello salieron a las calles, porque Chávez les estaba robando su futuro.


- Parafraseando a Hugh Thomas (historiador hispanista), ¨después de este libro pudo conocer más México?
- Sí. Me di cuenta de la importancia de la estructura del Estado en México, y de la iglesia, como dos entidades mucho más fuertes y el resultado de esa fortaleza de lo político y lo teológico comparado con Venezuela es una especie de llanura en donde no ha habido tanto Estado ni iglesia, como caudillos, dictadores y violencia. También aprendí a ver cómo se suicida una democracia. Eso fue lo que más me llamó la atención, porque desde Platón y Aristóteles está documentado que en la cuna misma en Grecia, los Estados-ciudad democráticos dejaban de serlo. La democracia se perdía y se ganaba cada rato. Cuando el mundo moderno readopta la democracia también se pierde la democracia. La democracia alemana se perdió de la manos de Hitler después de una elección, igual ha ocurrido con otras democracias; la democracia liberal venezolana también naufragó por obra de las élites.


- En todo el libro permea una idea clave que relaciona el liberalismo con el socialismo ¨cómo conciliar una con otra?
- Adopté como abuelo intelectual a Daniel Cosío Villegas y él era un liberal con sensibilidad social. Escribí su biografía. Me impregné de ese liberalismo. Mi abuelo Saúl, por la vía paterna, era un sastre socialista. Con esos dos antecedentes, siempre he creído que ambos se deben vincular. Sin embargo, en México lo que llamamos izquierda, académica, cultural, intelectual, en términos generales le ha dado la espalda al liberalismo. Que ponga en entredicho el liberalismo económico me parece muy bien, pero inexplicablemente se la dio, por ejemplo a Octavio Paz; la izquierda sigue teniendo mitologías estatistas; sigue desconfiando de la libertad del mercado mismo, el cual no endioso pero tampoco lo veo como la fuente de prescindible egoísmo humano.
Esa izquierda no es tolerante, no acepta la crítica, ni la diversidad ni la pluralidad, no es liberal. Es más desprecia lo liberal; es más para esa izquierda los liberales somos sus enemigos. Mientras se mantenga la cultura del insulto, el socialismo mexicano o la izquierda, permanecerá de espaldas a la generosa tradición liberal.

Notimex (19.11.08)

Prevé Krauze nuevo revés para Chávez

Ciudad de México  (19 de noviembre del 2008).-   Si la oposición en Venezuela logra mantener los cargos de elección que ya tiene y conquista unos cuantos más en los comicios del próximo domingo, podrá considerarse un paso adelante en el movimiento que comenzó en diciembre del año pasado, cuando la mayoría de los venezolanos votaron en contra de las reformas constitucionales del presidente Hugo Chávez, estima el historiador Enrique Krauze.

Tanto los partidos opositores al oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela -que han sumado sus fuerzas en candidaturas de unidad-, como el mismo Chávez, se muestran optimistas de su triunfo en el proceso donde se elegirán 22 gobernadores 328 alcaldes y 233 responsables de concejos regionales. Actualmente la oposición gobierna en 7 de esos estados y cerca de 60 municipios. 

El director de la revista Letras Libres dice que no se atrevería a lanzar predicciones, pero confía en que se inicie un "tránsito pacífico en donde Chávez poco a poco se vaya convenciendo de que el camino del autoritarismo mesiánico y de una estatización pronunciada de la economía y del liderazgo carismático no es el camino del socialismo del siglo 21". 

Días antes del proceso electoral, ya circula en Venezuela El poder y el delirio (Tusquets, 2008), en el que Krauze pone a discusión de diversos actores la historia reciente del país. 

"Me imagino que a algunos les va a gustar y algunos lo van a criticar mucho. Yo sólo espero que ayude al debate sobre la democracia, la revolución, el socialismo y la libertad, esos temas eternos en Venezuela y en la región", dice el director de la editorial Clío. 

Para llevar a cabo lo que en un principio sería un ensayo, Krauze viajó por primera vez a Venezuela, motivado por el referéndum del 2 de diciembre pasado, donde se votó en contra de la intención del gobierno chavista de modificar la constitución, entre otras cosas, para garantizar su permanencia en el poder. 

¿Es Venezuela como la imaginaba?

Venezuela desde hace muchos años fue un país que pertenecía a mi biografía, ante todo por mi amistad con Alejandro Rossi, a quien está dedicado el libro. Venezuela siempre fue uno de nuestros temas y yo aprendí, a través de Alejandro, a conocer algunas facetas de su ancestro, el famoso general Páez, fundador de la república venezolana, y luego algunos rasgos de esa compleja, violenta, tiránica, historia de Venezuela. Aprendí también a admirar la modernidad del pensamiento de Bolívar y la extraordinaria importancia de Rómulo Betancourt en la historia democrática de nuestro continente. 

Esos temas, y otros muchos que tienen que ver con asuntos ya no políticos, sino literarios, fueron el fundamento íntimo de este libro, de modo que yo he sentido la historia de Venezuela un poco mía a través de mi amistad con Alejandro. 

En este último decenio he visto con particular interés, por razones estrictamente históricas y políticas, lo que ha ocurrido allá, porque es el desenvolvimiento de un proyecto revolucionario que retoma mucho de lo que fue y sigue siendo el proyecto revolucionario de Cuba, y que a mi juicio representa una vía de socialismo no solamente distinta sino irreductiblemente opuesta e incompatible con la democracia liberal. 

Fui siguiendo el proceso y me hice, a lo largo de ese trayecto, de nuevos amigos venezolanos -como Américo Martín, el ex guerrillero y ahora luchador democrático- que me fueron metiendo en esa realidad. Cuando ocurrió el 2 de diciembre del 2007, el referéndum en torno a las reformas constitucionales que propuso Chávez y que no se aprobaron, entonces sí mi emoción llegó a niveles suficientes como para viajar a Venezuela, conocer esa realidad. 

Tras la realización de este libro, ¿aprendió algo sobre México?

Decía Hugh Thomas, el gran historiador de la guerra civil española, que quien sólo conoce España no conoce España, y yo creo que quien sólo conoce México no conoce México. Si conocemos las otras ramas del tronco iberoamericano, podemos conocernos mejor. 

He aprendido una lección que me parece invaluable y es el modo en que Venezuela perdió su democracia liberal. Esa democracia liberal que les costó tanto trabajo construir a partir de 1959 se desvirtuó con la llegada de un líder carismático que, aunque ha ido ganando las elecciones en los últimos años, también ha ido restringiendo las libertades y concentrando el poder de tal manera que se va asfixiando la democracia.

Al estudiar a Venezuela aprendí cómo se suicidan las democracias, que las democracias, y eso lo sabían desde los griegos, se pierden; las democracias hay que defenderlas, hay que cuidarlas, no se conquistan de una vez y para siempre. 

La democracia venezolana en los años 90 se perdió porque sus élites rectoras, empresariales, mediáticas, políticas, intelectuales, culturales y sindicales la dejaron morir. Propiciaron un clima adverso a la política misma, hundieron a los partidos en el desprestigio, gobernaron y actuaron de espaldas a las necesidades sociales de la mayoría de los venezolanos y prohijaron el desprestigio de la democracia. Rompieron una libertad constitucional de muchos decenios y esa democracia tal como era, una democracia imperfecta en muchos sentidos pero en la que había alternancia de poder, juego de partidos y libertades cívicas, esa democracia se perdió. 

No es una dictadura, pero ha habido una restricción de las libertades democráticas, un cerco paulatino y una concentración del poder en manos de este líder carismático; esa concentración es estrictamente antidemocrática. 

Todas estas cosas son como lecciones de lo que en México no debemos permitir que ocurra. Pero yo no escribí este libro pensando en México, lo escribí pensando en Venezuela y en América Latina en general. 

Si no es una democracia, ni una dictadura, ¿cómo calificar al gobierno de Chávez?

Es una autocracia con formas democráticas que poco a poco han ido sufriendo un proceso de cercado y que está en peligro de convertirse, si este proceso avanza, en un país totalitario. Es decir, no es casual que Chávez haya dicho que Cuba es algo así como un mar de felicidad; basta visitar Cuba para darse cuenta que no es el mar de felicidad. No puede decirse que es el mar de la felicidad ningún país. 

La vocación social de un régimen, como vimos en el caso de Lázaro Cárdenas, pro ejemplo, no tiene por qué sustentarse en la concentración absoluta del poder en una persona. 

Cárdenas, lo mismo que Betancourt en Venezuela, repartió tierras, nacionalizó el petróleo. Betancourt propició la creación de la OPEP, propició repartos de tierra y programas sociales muy importantes y no hubo ninguna necesidad de concentrar el poder.

México ha estado cerca de una democracia como la que encabezó Betancourt en Venezuela. 

Betancourt da inicio a la democracia venezolana en el 59, junto con Caldera y otros líderes, y puede decirse que México alcanzó a Venezuela en el año 2000. En este momento en México, con todos sus defectos, tenemos un orden democrático, inestable, frágil, joven, pero lo tenemos. Hay alternancia de poder, hay una variedad y pluralidad de poder. Lo mismo ocurría en Venezuela en los años 60, con la única característica de que Venezuela tenía una guerrilla muy activa, y esa democracia resistió tanto a la guerrilla financiada por Cuba, como a los golpes de estado de derecha, porque Betancourt sufrió un atentado de parte de Leónidas Trujillo, el dictador de República Dominicana. 

Cuidar nuestra democracia y propiciar que América Latina se enfile de manera franca en el siglo 21 hacia la normalización de la democracia, como ocurre en Brasil o en Chile o Uruguay, es el valor fundamental que me impulsó a escribir este libro. 

¿Por lo pronto hay en México algún peligro para la democracia?

Está el riesgo del narcopoder. Que haya una infiltración mucho mayor en los procesos electorales es algo en lo que el IFE y los partidos tienen que estar muy atentos. Ese es un peligro real, estaríamos corriendo un riesgo muy grande de desvirtuar la democracia por la vía del narcopoder.

Y siempre existe la tentación mesiánica y caudillista; y por otro lado probablemente también vayamos a tener la tentación de una restauración de esa especie de monarquía con ropajes republicanos que era el sistema político del PRI. 

Los riesgos existen sin duda, hay que estar alertas, pero no creo que estén a un nivel alarmante. Al contrario, pienso que con todos sus defectos y problemas, nuestra democracia ha ido avanzando, se ha ido consolidando.

No están dadas, y espero que nunca estén, las condiciones que yo narro en este libro que provocaron el suicidio de la democracia venezolana. 

¿Tampoco están dadas las condiciones para el surgimiento de un caudillo como Chávez?

Estuvieron dadas y ese caudillo surgió, existe y ahí está; y pueden surgir otros caudillos. Siempre está latente en nuestros países la sombra del caudillo, siempre está en el horizonte la sombra del caudillo. Nuestros países nacieron de un orden rígido, monárquico; cuando se hunde el gran barco, el trasatlántico español, y surgen las repúblicas latinoamericanas, se proponen ser repúblicas democráticas liberales, un poco a la manera de la república francesa o americana, con el ideal republicano clásico, pero no lo logran porque la sociedades mismas no son republicanas. En dos siglos, entre golpes de estado, revoluciones y caudillos, a trompicones, algunos países han ido consolidando sus democracias. 

En Chile, el más ejemplar, viejas tradiciones republicanas desde el siglo 19 poco a poco fueron consolidando países modernos en lo político. Venezuela, en cambio, tuvo dictaduras hasta 1935 y guerras civiles hasta principios del siglo 20; ahí el caudillismo fue mucho más profundo. En el nuestro nunca ha dejado de haber caudillos, pero el caudillismo digamos que se institucionalizó con la presidencia del PRI, era una especie de caudillo que cada seis años tenía que bajarse de la silla. El carisma no estaba tanto en la persona del presidente, sino en la institución presidencial. 

¿Ha podido responder la pregunta de Américo Martín de por qué el sueño de la revolución engendra monstruos?

Goya decía que el sueño de la razón engendra monstruos,y también el de la revolución, eso lo supieron los primeros revolucionarios de la revolución francesa, lo supieron los bolcheviques y muchos que hicieron la revolución con Castro y que murieron devorados por esa revolución. 

La revolución elevada al nivel del mito, uno de los grandes y poderosos mitos del siglo 19 y del siglo 20, en efecto, engendra monstruos. La idea de que una revolución puede cambiar, volver al origen, instaurar de golpe y porrazo un amanecer de la historia, la fraternidad, la igualdad, la justicia; esta idea generosa traducida a la realidad ha llevado a sociedades monstruosas. 

¿Quiere eso decir, como piensan los conservadores o reaccionarios, que hay que cruzarse los brazos y volver al orden antiguo y al poder de la iglesia y cosas así?, por supuesto que no. Como buen liberal uno debe pensar que la vía no es la revolución sino la reforma; la reforma que siempre es paulatina, fragmentaria y que va logrando poco a poco las cosas. 

Las revoluciones siempre actúan a través de la violencia, porque siguen ese dictum de Marx de que la violencia es la partera de la historia. No, yo creo que la violencia es la partera de la violencia y la única cosa que realmente ha logrado eficacia en la falible historia humana es la reforma, los cambios paulatinos, fragmentarios, y esto lo hemos vivido en México. Estamos construyendo una vida democrática más o menos normal y lo hemos logrado no con liderazgos mesiánico-carismáticos, lo hemos logrado con acuerdos, con reformas, con pasos limitados, pero sustanciales. 

¿Revolución y democracia digamos que son incompatibles?

En última instancia pienso que sí. Este es un país que adora la revolución, es uno de los pocos países que tiene tantas calles llamadas revolución, ya es parte de nuestro lenguaje, de nuestra mitología. Usamos la palabra revolución siempre en un sentido positivo, sin pensar en la sangre, el dolor, el hambre, la muerte que las revoluciones dejan a su paso. 

En el caso venezolano se trata de una revolución que no ha cobrado muertos, porque Chávez no es un hombre sanguinario; no obstante, gracias al poder del petróleo, al poder de su carisma, a su contacto con la gente, está encabezando un proyecto cuya intención final es la de una especie de réplica cubana pero con la fuerza del petróleo. 

Esta idea de tener poderes comunales sin que pasen por un proceso electoral, desdibujar a los estados y municipios y alcaldías y crear comunas que eligen de manera plebiscitaria a sus líderes, lleva a subrayar los aspectos dictatoriales. Es un diseño que no tiene porqué admitirse para el siglo 21; y si en un socialismo podemos soñar todavía en el siglo 21 es un socialismo que tenga un encuentro con el liberalismo, como lo están viviendo Chile y Brasil. 

Los grandes teóricos del socialismo ruso del siglo 19 sabían que un socialismo sin libertad es un socialismo autocrático, opresivo y contradictorio. 

Gran parte del problema en Venezuela parece ser el petróleo, como en México. ¿Hemos aprendido a controlar a esta especie de monstruo?

López Velarde dijo que "El niño Dios nos escrituró un establo y los veneros del petróleo, el diablo". El niño Dios, quiere decir, lo bueno, lo divino, lo moral, es el establo, lo cual supone que es el trabajo humano; pero el diablo, que siempre acecha, nos escritura los veneros del petróleo, que es la riqueza fácil, la abundancia rápida, y es una maldición, lo ha sido para los países en África y en cierta medida lo ha sido también para México. 

Hay que saber administrar esa riqueza y yo me temo que ni en México, y mucho menos en Venezuela, se ha sabido administrar. Cuando escribí ese libro el petróleo estaba en 140 pesos; Chávez declaraba que si Estados Unidos seguía insistiendo en sus actitudes imperiales, él podía lograr que el petróleo llegara a 200. Esa soberbia me suena a la soberbia de los gobernantes mexicanos de los años 80. Todo ese edificio está construido sobre el ladrillo del precio del petróleo. 

Cuando hablé con varios de los ministros de él les pregunté qué ocurriría si cae el petróleo y me dijeron que ese era un supuesto negado por la realidad. En este mundo, después de lo que hemos vivido, del 11 de septiembre, de la crisis que estamos viviendo, nadie puede decir que tiene elementos para prever lo que viene. 

Germán Carrera le dice que en la democracia venezolana son las dos de la mañana, ¿qué hora le parece que es en la democracia mexicana?

Las ocho de la mañana. Ya nos amaneció, pero tenemos que saber administrar y planear bien el día y no confiarnos. Esperemos que lleguemos al mediodía y que dure mucho. 

¿A usted, como a Germán Carrera, le parece que México es un país monárquico?

Yo diría que México era un país monárquico, era una monarquía sexenal absoluta. Ya no lo es. Si algo hemos logrado en México es desmontar la monarquía con ropajes republicanos que teníamos. Ya el presidente no es el monarca absoluto. Pero Chávez, sí, puede endeudar y gastar los fondos de la petrolera venezolana como si fuera su chequera personal. En la parte final del libro tomo en serio esas ideas y propongo una discusión en torno a la restauración monárquica de Hugo Chávez. 

Hay una cosa autocrática monárquica, pero con métodos de propaganda y de movilización que me parecen más fascistas que socialistas. La palabra fascista que ellos utilizan, el insulto preferido en un radical de izquierda, es un bumerán, y lo único que hace es retratarlos a ellos. 

Los estudiantes en Venezuela han jugado un papel muy importante en diversos momentos históricos, el más reciente en diciembre del año pasado. ¿Qué papel tienen los estudiantes en México?

Los estudiantes mexicanos son un sector muy consentido, muy apapachado, que no tiene idea de lo que significa perder la democracia y la libertad. O están entregados a una especie de hedonismo más o menos adolescente, o son adolescentes fósiles o en algunos casos siguen con la ensoñación revolucionaria, no de tomar ellos las armas, pero sí admirando a figuras de la mitología revolucionaria, sin darse cuenta y sin conocer de verdad lo que esas historias implicaron. 

Yo le pregunté a todos los guerrilleros de los años 60 qué pensaban de su pasado y todos viven con remordimientos, y piensan que si algunos estudiantes en países como México siguen apegados a esa idea es porque no han vivido en carne propia lo que es una guerrilla y lo que es un régimen como el cubano. Es muy fácil ser "progresista" para afuera, pero no imaginar lo que esos regímenes significarían instaurados en un país como el nuestro. 

Por eso los estudiantes venezolanos han madurado tan rápido, porque vivir el peligro de una sociedad totalitaria moviliza a los jóvenes, porque es como quitarles el futuro. En México, la misma suavidad de la transición democrática ha vuelto perezosos y algo irresponsables y hedonistas a nuestros jóvenes. 

¿Y eso no se convierte en un riesgo?

Claro que sí, porque dónde están los nuevos liderazgos políticos. Eso sí debería preocupar a los partidos, que no están atrayendo a los jóvenes, porque no hay una oferta para ellos. Es difícil que la juventud mexicana entienda a fondo lo que es la democracia liberal; espero que no tenga que llegar el momento en que perdamos la democracia liberal para que los jóvenes despierten y reaccionen. 

Usted dice que en Venezuela se libra una batalla entre la verdad histórica y la mitologización de la historia, ¿próximos al centenario de la revolución y el bicentenario de la independencia, cómo estamos tratando a la historia actualmente en México?

En México hemos sido y seguimos siendo presas de la mitologización de la historia, como si la historia mexicana hubiera empezado en 1910 ó 1810. La historia mexicana es mucho más amplia que la revolución de Hidalgo o la revolución de Madero, son dos momentos muy importantes, pero para mí la época de la reforma, fue como definición de México mucho más importante que estos dos movimientos, porque nos dio un país secular, nos dio las libertades, la república misma. 

Lo que se requiere en México es que en vez de sacralizar la historia la debatamos. Luis González decía esta frase maravillosa: "debemos dejar de ver la historia a través de los revolucionarios y empezar a ver qué pasaba con los revolucionados".

Yo podría hacer el recuento de muchos mitos que todavía siguen vivos y que, a juzgar por el tono de los festejos que estamos empezando a ver, no veo que se estén poniendo en entredicho.

El padre Ugalde le dice que la historia demuestra que con frecuencia la fe cristiana y la iglesia católica actúan mejor en momentos de crisis que cuando son bien tratados por el poder. ¿En México qué rol juega actualmente la iglesia?

También es una institución que cuenta con prestigio y crédito público muy profundo, la iglesia es la más antigua de las tradiciones mexicanas y sin embargo no veo liderazgos modernos y democráticos en la iglesia. Quizá le esté pasando lo mismo que a los estudiantes, están medio apoltronados, demasiado satisfechos y con poco sentido crítico. 

Después de la realización del libro, ¿su tesis sobre Chávez cambió o se reforzó? 

Al leer las biografías de Chávez, antes de mi visita, empecé a formarme la idea de que se trata de un venerador de héroes, que al estar venerando a los héroes de su país y a otros héroes latinoamericanos estaba secretamente comenzando a esculpir su propia estatua para el siglo 21. 

Ahora creo que es la encarnación del poder carismático, como otras encarnaciones ha tenido este poder en el siglo 20, y en ese sentido me parece incompatible con la democracia porque la democracia tiene sobre todo con ver con la limitación, la conducción, la vigilancia y la crítica del poder. La democracia tiene que ver con un poder acotado, no con un poder delirante.

Karla Garduño (en Reforma, 19.11.08)

martes, 18 de noviembre de 2008

"El modelo de Chávez no podrá contagiar el continente"




Ya no resulta una novedad que historiadores y ensayistas como Enrique Krauze posen su mirada sobre el fenómeno político venezolano y lo analicen a la luz de sus ideologías, de sus enfoques personales o de la pasión política. Muchos lo han hecho y lo siguen haciendo, algunos, incluso, por encargo.
El mexicano Krauze, quien no necesita presentación (director de Letras Libres, autor de obras fundamentales para la comprensión de la historia de su país y vinculado a Octavio Paz hasta su muerte, lo hace en su libro El Poder y el Delirio (editorial Alfa), bajo una perspectiva, como él mismo lo advierte "democrática y liberal".
En clave de la "historia del presente" y a través de una enjundiosa tarea de rastreo, investigación "in situ" y acumulación de todo tipo de testimonios, donde no escasea la voz del chavismo, Krauze se adentra en la jungla política nacional para ofrecernos una visión cuidadosamente desapasionada, pero comprometida con la salida que en 1989 definiera Octavio Paz: "..la reconciliación de las dos grandes tradiciones políticas de nuestro tiempo: el liberalismo y el socialismo". Una reconciliación que en el caso de Chávez, según Krauze, se convierte en divorcio.
-Afirma usted en el libro que Chávez no pertenece a la genealogía marxista ni socialista, sino a la fascista, a la cual se adscribe, aún sin haberla leído, bajo doctrina de Thomas Carlyle, gran legitimador del poder carismático en el siglo XX que Chávez representa "como ningún otro líder mundial, hasta ahora, en el siglo XXI". ¿No le otorga usted a Chávez y a su poder de convocatoria unas dimensiones exageradas?
-Desgraciadamente no, pero tampoco lo estoy encomiando. Hasta ahora todos creíamos que el siglo XX se había purgado a sí mismo, (luego de Mussolini, Hitler, Mao, Stalin), de todos esos rasgos comunes al nazismo y al comunismo, entre ellos el culto a la personalidad. Esto último más pronunciado en el fascismo porque éste concibe la historia como labrada por los héroes, aquellos por los cuales los demás deben sentir apego, obediencia y veneración. Es el caso de Venezuela, donde millones de personas, por fortuna no todas, están en esa situación que, además, él (Chávez) está propiciando en otras partes. El culto al hombre fuerte, que debe decidirlo todo, está en él, al igual que en su padre (simbólico), Fidel Castro.
-¿Tiene Chávez tanto poder como para inducir el renacimiento del fascismo y contagiar al resto del continente?
-No lo tiene. Tenía el arma poderosísima del petróleo, ahora disminuida. Dispone, sí, del poder ideológico, aunque está por verse, el próximo domingo, qué tan grande es en este momento. Ahora, voluntad de poder no le falta. Sólo que América Latina ha dado avances sustanciales en su modernización democrática y en la imposición de límites al poder. Si no lo pudo hacer Castro, con la fuerza mitológica de la revolución, no creo que logre alcanzarlo Chávez.
-¿Cataloga usted a Castro, entonces, como un ejemplo de fascismo?
-El castrismo es un facismo de izquierda, una suerte de franquismo de izquierda. Todos se parecen mucho, pero no se puede negar que Castro es un teórico. Ha trabajado los textos marxistas y ha tratado de aplicarlos con una receta parecida a la soviética, bajo la forma leninista: todo el poder concentrado en él. En el libro traigo a colación la crítica que Plejánov (uno de los autores favoritos de Chávez) hacía de Lenin y que es perfectamente aplicable a Castro y a Chávez: la concentración de poder en una persona.
-Cita usted a Marx ("18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte"), quien en esa obra condena el despotismo de Napoleón III. Pero, ¿no es precisamente la concepción marxista del poder la que conduce a una de las formas clásicas del totalitarismo?
-Hay una polémica, dentro de la tradición marxista, sobre si en las nociones de Marx ya estaba incubada la dictadura leninista, la concepción totalitaria. Según Bakunin (para muchos padre del anarquismo), sí estaba, pero para críticos como Plejánov, o incluso, Trostki, no estaba.
-¿No ha demostrado la historia todo lo contrario?
-Sí, en ambos casos, fascismo y comunismo. Pero dado que Chávez esgrime el socialismo del siglo XXI y cita a Plejánov como uno de sus autores de cabecera, yo me limito a señalar la crítica de este autor y de otros (incluso Marx), a la concentración de poder. Ellos son precursores, profetas, de lo que ocurriría en el siglo XX. Ahora, el mayor profeta es Carlyle, sólo que éste aplaude lo que acertadamente vislumbró, mientras los otros lo critican. El hubiera visto los totalitarismos con muy buenos ojos.
-Toda forma totalitaria de poder se involucra en la liquidación de la democracia, aun cuando dictadores como Hitler llegaron al poder gracias a elecciones...
-Sí, pero cuando llegan al poder, inmediatamente licuan a la democracia.
-Chávez tiene diez años gobernando y todavía debe enfrentar elecciones. Elecciones, incluso, que pierde.
-Sin embargo, no es algo que le guste. El ha estado luchando contra esa institución. Todavía no le he escuchado un elogio a la democracia. Si la democracia es el gobierno de las mayorías con respeto a las minorías, efectivamente él no respeta a las minorías.
-Pero no ha podido destruir la democracia.
-No ha podido. No sé si lo logre. Ojalá no. Pero no ha podido porque, por un lado, no ha tenido necesidad de hacerlo por la fuerza de su poder carismático y su oferta petrolera. Y por el otro porque los elementos auténticos de vocación social de su programa le han acarreado las mayorías. Pero la democracia es mucho más que elecciones.
-¿No resulta una aberración apelar a la gente, en elecciones, para que vote por la supresión de sus derechos y consagre, como se intentó, la permanencia perpetua de alguien en el poder?
-El primero que usó eso, plebiscitariamente, fue Luis Napolén III. Luego Marx lo denunció.
-A la luz de esas reflexiones, ¿tiene su proyecto posibilidades de sobrevivir?
-Todo depende de la caída del precio del petróleo, de lo que ocurra el próximo domingo y del ímpetu democrático de un importantísimo sector de venezolanos. Pero no es una locura pensar que el factor Obama va a contar porque debe haber un cambio en las relaciones con Cuba. Eso va distender el ambiente. De manera que esos factores pueden radicalizar a un hombre cada vez más desesperado, dispuesto a abolir las formas de la vida democrática. Pero quiero creer que aunque este proceso tarde, quizás tenga un desenlace pacífico en el 2013, con la salida de Chávez al finalizar su período de gobierno. Uno desearía que los gobiernos que vengan, mantengan la vocación social chavista, sin renunciar a la democracia y liberando a los venezolanos de ese odio terrible que he percibido en mis visitas.

Roberto Giusti (en El Universal, Caracas, 18.11.08)