lunes, 26 de enero de 2009

El poder y el delirio

Toneladas de papel se han escrito sobre los orígenes, desarrollo y posibilidades de futuro del proceso que, tanto en Venezuela, como en el continente y en buena parte del resto del mundo, tiene a Hugo Chávez como uno de los protagonistas más importantes. Es lógico. Es pieza irremplazable, por ahora, en un tablero internacional que desarrolla en Latinoamérica parte fundamental de su estrategia subversiva y revolucionaria. Utiliza como coartada el llamado “socialismo del siglo XXI” que en términos prácticos e ideologizados es simple y peligroso comunismo a la cubana. Hay material para todos los gustos. Desde serios trabajos de investigación hasta honestas crónicas de lo sucedido, pasando por pronósticos y ejercicios de futurólogos profesionales y aficionados. Por supuesto, abundan los tarifados convertidos en corifeos mercenarios que pretenden deificar a quien los remunera generosamente. Incluso con pretensiones de llevarlo a la pantalla grande sin reparar en los mil millonarios costos de este objetivo.

También hay textos de obligada lectura. Lo conocía de referencia pero no logré adquirirlo en una superficial búsqueda en Caracas. Pero, como suele suceder, en breve paso por Madrid conseguí la reciente obra del escritor mexicano Enrique Krauze, EL PODER Y EL DELIRIO, relativa a la actualidad venezolana. Recomiendo ampliamente su lectura, a pesar de que no comparto algunas de las líneas menores de sus argumentaciones y discrepo con enfoques de algunas de las fuentes por él consultadas. Pero, vale la pena. Objetivo, honesto, bien escrito y documentado. Facilita la comprensión del problema, fase indispensable para acertar en la solución definitiva al terrible mal de esta década.
A las puertas de un ilegítimo referéndum sobre la reelección indefinida de Chávez, sueño de una presidencia vitalicia, ilegalmente planteado y con una pregunta truculentamente redactada para rematar el golpe de estado que liquida principios fundamentales de una democracia tan erosionada que dejó de serlo, los venezolanos tenemos que entender que el próximo 15 de febrero es la coyuntura más delicada que hemos tenido. NO más Chávez es la consigna del pueblo. Prolongar indefinidamente diez años perdidos miserablemente sería la consecuencia de que este fraude pudiera imponerse de manera truculenta por la fuerza física e institucional del poder y el dinero negro.
La unidad democrática se impone como responsabilidad histórica porque “…el ácido del autoritarismo ideológico avanza, a punta de petróleo, dólares y propaganda, sobre la tenue superficie democrática de nuestra región… el futuro que anuncia no es sino una máscara del pasado, del pasado más oscuro y cerrado” dice Krauze con propiedad en el prólogo del libro. Los venezolanos debemos entender este mensaje de una voz muy calificada del continente. Por el presente y futuro de las actuales generaciones, NO y mil veces NO al disimulo, a la mentira y a la ilegalidad golpista de Chávez.
Oswaldo Álvarez Paz (Analitica.com, Venezuela, 26.Enero.09)

Munición gruesa

El sello Tusquets acaba de lanzar El poder y el delirio, libro que tiene como protagonista al presidente Hugo Chávez. La visión que su autor, el pensador e historiador Enrique Krauze, expone en torno al líder venezolano no es para nada complaciente: "¿Quién es Chávez -se pregunta-: un combativo y avanzado líder político, artífice del "socialismo del siglo XXI", o un estereotipado aprendiz de dictador, populista y palabrero? ¿Qué es Venezuela: el laboratorio de la primera revolución del nuevo milenio o una nación que marcha, no sin resistencias civiles, hacia un duradero régimen autoritario?".
Para responder estas preguntas, y desmontar lo que denomina "el mito más reciente de la izquierda latinoamericana", Krauze apela a varios registros: crónica periodística, coloquio, esbozo biográfico, entrevista, reflexión histórica y análisis político. Sostiene en uno de los párrafos más salientes: "Los guerrilleros venezolanos que desde fines de los años sesenta fueron los precursores de la crítica de izquierda al "socialismo real" (incluido el "socialismo real" cubano) son los primeros en lamentar que la Venezuela chavista confunda el futuro con el pasado y finja que el fantasioso "socialismo del siglo XXI" pueda construirse sin tomar en cuenta el fracaso del socialismo revolucionario en el siglo XX.
Pero Chávez está empeñado en reeditar por su cuenta y riesgo el libreto cubano de los sesenta. Su reciente acuerdo armamentista con Rusia y su peligrosa amistad con Irán son representativos de ese designio: se trata de revivir la crisis de los misiles, provocar al gigante herido y, con suerte, desatar una invasión: la ansiada Playa Girón de Hugo Chávez. Hay algo patético en el empeño chavista de enfilar a su país en una carrera armamentista que sólo responde a sus obsesiones y mitologías personales...".

Bicentenario y democracia

UNO DE LOS BALANCES NECESARIOS en el momento de celebrar los 200 años de la independencia de los países de América Latina es determinar cuánto han avanzado en el desarrollo de las instituciones democráticas liberales (ese fue el objetivo de los movimientos de emancipación).
De acuerdo con el historiador mexicano Enrique Krauze, la respuesta es negativa en el caso de Venezuela. Este país está sufriendo, desde el comienzo de esta década, un proceso de restauración de la monarquía, el mismo sistema político contra el cual pelearon Bolívar y los demás héroes de la independencia. Allí todos los poderes se han concentrado en Hugo Chávez. Se han desmontado los controles y balances institucionales. La ley es la voluntad del nuevo monarca. En lo económico, se ha establecido un régimen mercantilista, contrario a la libertad de comercio, regulador, alcabalero, con alta propiedad estatal.

Enrique Krauze piensa que en Venezuela y en los virreinatos de Chávez —Ecuador, Bolivia y Nicaragua— se está repitiendo la trágica historia europea de comienzos del siglo XX: conscientemente se está matando la democracia liberal y se están instaurando regímenes totalitarios. La esencia de la ideología chavista, en contra de todas las apariencias, no es socialista, sino de corte “fascistoide”. Todo depende de un héroe mesiánico, encargado de representar, guiar y redimir al pueblo. Todo gira alrededor de la figura mítica del líder quien halla inspiración en una versión amañada de la historia, quien exige e impone una completa subordinación bajo su voluntad omnímoda. Como en la Alemania de los años treinta, el régimen chavista divide a los gobernados entre amigos y enemigos.
La democracia, en realidad, fue un experimento transitorio en Venezuela: duró algunas décadas de la segunda mitad del siglo XX. El resto de su historia, a partir de la independencia de España, ha estado plagado de caudillos, mandamases y tiranuelos, entre quienes se destacan el general Páez, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Hugo Chávez es el heredero aventajado y el continuador de esa tradición totalitaria.
Quien lea la obra de Krauze no puede dejar de encontrar inquietantes semejanzas entre los recientes desarrollos políticos de Colombia y Venezuela. Aunque allá hay un sesgo a la izquierda y acá uno a la derecha, la creciente deformación de la democracia en ambos países tiene las mismas características. Debilitados los partidos, en medio del desencanto, la inseguridad y la crisis económica del final del siglo XX, surgieron los hombres providenciales, mesiánicos, considerados superiores e indispensables, que aspiran a perpetuarse en el poder.
Es por eso que en Colombia y Venezuela la prioridad de la agenda política en la primera mitad de 2009 es idéntica: la reforma constitucional para la reelección de sus mandatarios. Aquí y allá se presenta una notable división entre una minoría que se opone a la reelección, compuesta por intelectuales, empresarios, editorialistas y una elite ilustrada, y un grupo significativo, hasta ahora entusiasta, que la pide a gritos.
Existe el riesgo de que en las celebraciones del bicentenario de la independencia en 2010, el balance de los logros democráticos en ambos lados de la frontera también sea semejante. Que sea negativo.
Armando Montenegro (El Espectador, Colombia, 24.Ener0.09)

miércoles, 21 de enero de 2009

Chávez o la egocracia calentana

Sin la consistencia del que creyó necesario montar una dictadura sólo para darle salud y educación a su pueblo, Chávez se perfila más bien como síntesis admirable del carácter común a los autócratas de derecha y los de izquierda. Tiene tanto del rústico mesianismo de un Leonidas Trujillo, el “Supremo”, como del dogmatismo irreductible de Lenin. Así lo sugieren la veneración de sí mismo que reverbera en sus intervenciones televisivas, la última de ocho horas; y la brutal descalificación de quien osa cuestionar los simplismos de su Socialismo del siglo XXI. Aunque no es sanguinario como el dominicano ni hereda el genio del ideólogo de la Revolución Rusa, Chávez reproduce en bonsái la simbiosis de las extremas políticas.

Polos que se juntan, para comenzar, en la persecución a los socialdemócratas de la Alemania de Weimar, en la primavera del siglo XX, por comunistas y nazis que desde orillas encontradas se ensañaron al unísono contra los gestores de la democracia de nuestro tiempo. A lo largo de cien años, esta conjunción de equidad y libertades ha debido defenderse sin respiro ya de la cruz gamada, ya de la hoz y el martillo, ya del caudillo puñetero dado también a mandar por eliminación del otro.
Que Chávez empiece a representar esta convergencia de radicalismos opuestos no parece obedecer a una fatalidad de la historia que tendiera a repetir el pasado. En su libro El poder y el delirio, nos sorprende Enrique Krauze con la revelación de que el consultor de cabecera y estrecho amigo de Chávez por largos años, el sociólogo argentino Norberto Ceresole, se movía a sus anchas entre la izquierda soviética y la derecha neonazi. Que fue montonero y, después, dirigente del ultraderechista movimiento militar de los “carapintadas” en tiempos de Perón. Que perteneció a la Escuela Superior de Guerra de la URSS y, a renglón seguido, militó en el neonazismo. Que escribió libros de geopolítica explícitamente inspirados por el general del Tercer Reich, Karl Haushofer. Si ello no rubrica a Chávez como fascista, diríase con Petkoff que más de un rasgo lo acerca a tal estereotipo: el culto al héroe, a la tradición y a la violencia, el desprecio por la ley y las instituciones republicanas a título de vocero del pueblo, “su presencia permanente y opresiva en los medios, el discurso brutal contra el adversario”.
Cristina de la Torre (El Espectador, Colombia, 21.1.09)

miércoles, 14 de enero de 2009

El Poder y el delirio

Con este sugestivo título, y no por ello menos apropiado, el historiador mexicano Enrique Krauze presenta su más reciente trabajo intelectual. Pudiera decirse en una primera y referencial aproximación, que la obra tiene como centro de debate, análisis y reflexión a Hugo Chávez. A nuestro modo de ver, Krauze intenta ir más allá, al realizar un acotado sondeo histórico que, conjugado con una novedosa mezcla dialéctica con el presente, ofrece pistas para entender las razones que llevaron al ocaso del sistema de partidos en Venezuela, a la crisis política posterior y a la emergencia y ascenso del actual jefe del Estado venezolano.

El libro se deja leer. Posee una balanceada congregación de géneros (ensayo histórico, reportaje, investigación social, entrevistas, análisis) que facilitan su lectura, y logran mantener el hilo de atención y curiosidad.
Entre sus principales atributos, está el de ofrecer una mirada que sin dejar de identificarse con una posición liberal y socialdemócrata, analiza la realidad venezolana no sólo desde su óptica externa, sino desde una perspectiva más amplia, que bosqueja la coyuntura nacional desde la latinoamericana y mundial, sondeando en la evolución histórica, en el sustrato social, económico y cultural, elementos para el análisis.
Sin abandonar una crítica aguda y constante a Hugo Chávez, y sobre todo a lo que representa en tanto proyecto personalista, militarista y con ribetes neoautoritarios, Krauze traza líneas de conexión con fenómenos como la revolución cubana, los primeros gobiernos democráticos de Venezuela a partir de 1959, los procesos de independencia en América, la utopía socialista desde 1917 hasta su eclosión, la lucha armada en Venezuela, y la gestación del proyecto de Chávez, desde su época juvenil, pasando por su formación militar y su actuación conspirativa hasta su ascenso al poder.
Es evidente el esfuerzo de revisión bibliográfica, documental diverso y variado de Krauze para la comprensión de la situación venezolana, junto a entrevistas y conversaciones con varios actores políticos, académicos, sociales e intelectuales venezolanos.
Hay también varias constantes: el estudio del papel y las ideas de Bolívar; una suerte de reivindicación de la figura y peso político e histórico de Rómulo Betancourt, y un análisis de las ideas de Marx en torno al personalismo y al poder absoluto. Logra este pensador mexicano una sólida refutación a la manipulación de la historia y de las ideas que ha llevado a cabo Chávez y sus seguidores, desenmascarando su pretendida “revolución socialista”, sin soslayar el cuadro social y político que hoy, lo mantiene en el poder, con un no desdeñable apoyo popular, pero también con una considerable oposición.
Krauze no pretende con su libro responder muchas preguntas, pero si logra algo mucho más interesante para cualquier lector: la invitación a hacerse y a formularse muchas interrogantes.
Dejando a un lado el maniqueo y absurdo uso de citas y frases de Bolívar dichas en otra época, en otro contexto y momento que poco pueden ayudar a descifrar, bajo esa postura determinista y fanatizada, las acciones de la hora actual, la sed de poder luce insaciable en quienes (des)gobiernan Venezuela. La realidad, cruda, plena de problemas, de necesidades, de expectativas y temores, de clamores cotidianos no atendidos en 10 años de delirio chavista, sigue gritando. Peligrosamente, pocos parecen escucharla.
La voracidad absolutista, de lo que Michael Reid citado por Krauze llama una “autocracia electa”, es una percepción que sigue cobrando fuerza a estas horas, en las que se lanza al país a otra desgastante e inútil campaña electoral, a propósito de la enmienda constitucional para la reelección infinita, continua o como quiera llamarse.
En un pasaje del libro, Krauze es contundente: “La revolución bolivariana es ante todo un fenómeno mediático posmoderno en el que un solo hombre, Hugo Chávez, (el teleevangelista político más extraordinario que ha nacido en América Latina) actúa el papel de revolucionario heroico frente a una multitud de sinceros adeptos a su mensaje mesiánico. Pero de ese vínculo mediático se desprenden votos, millones de votos. El teleevangelista es militar y ha salido de compras para comprar armas, cada vez más armas. El teleevangelista es dueño del petróleo y reparte dinero, mucho dinero. El teleevangelista es el propietario privado de la presidencia venezolana. El teleevangelista en suma, puede salir de las pantallas y hacer, en un acto de ‘realismo mágico’, su ‘real gana’. Es un monarca absoluto”.
Alexei Guerra Sotillo (Analitica.com, Venezuela, 12.Ene.09)

Chávez se devalúa a la par de la fuerte baja del petróleo


Lo dijo el escritor mexicano Enrique Krauze Kleinbort en Radio 10. Escribió un libro llamado "El Poder y el Delirio", sobre el gobierno del caudillo venezolano. "Tiene una patología profunda. Se trata de un fenómeno muy peligroso", advirtió el historiador, ensayista y editor mexicano, Enrique Krauze Kleinbort, quien presentó un libro llamado "El Poder y el Delirio" sobre la forma de gobernar del caudillo venezolano Hugo Chávez, aseguró hoy en Radio 10 que el poderío de este depende del precio del petróleo. "No es lo mismo Hugo Chávez con el petróleo a 150 dólares el barril, que uno con el petróleo a 30 dólares el barril", indicó el prestigioso escritor mexicano en dialogo con el periodista Mariano Grondona. El libro de Krauze Kleinbort alerta sobre la dictadura que se formó en Venezuela tras el gobierno de Hugo Chávez y advierte que los "delirios" del caudillo son un "verdadero peligro para la sociedad". "Siempre debemos estar alerta, porque la concentración de poder en manos de una sola persona no conduce sino al desastre. Tomé la palabra delirio porque Chávez es un delirante absoluto", señaló el escritor quien además dijo que "ojalá" su libro "le sirva a los venezolanos para advertir lo que significa Chávez en el poder". Krauze Kleinbort contó que Chávez inrrumpe en cualquier momento del día en la televisión, cortando cualquier programación existente. Observa los picos de rating más altos para "meterse en la pantalla". "Lo hace sólo para narrar historias personales. Cree que todo lo que le ocurre en su vida personal tiene características históricas mundiales y hasta universales. Tiene una patología profunda. Se trata de un fenómeno muy peligro. Reduce a los ciudadanos que puede surgir", explicó el escritor. "Ahora, como un apostador compulsivo, en febrero va a volver a apostar para pedir elección indefinida. Pero la sociedad va a decirle no. Entonces va a presentar otra enmienda y así hasta conseguirlo", dijo.
Infobae.com, Argentina (14.Dic.08)

miércoles, 7 de enero de 2009

Algunos nuevos perfiles bolivarianos

En un libro formidable de reciente publicación, titulado El Poder y el Delirio, de Enrique Krauze, dedicado a tratar de explicar el llamado fenómeno “bolivariano” a través de la biografía de Hugo Chávez, el autor cita una frase de Teodoro Petkoff pronunciada, nos dice, en respuesta a la pregunta que -cada vez más- muchos nos hacemos: ¿Chávez es fascista? Petkoff, que estuvo en la guerrilla, proviene de una familia de comunistas europeos y colaboró con Chávez, responde: “Chávez no es fascista, pero tiene elementos fascistoides: el culto al líder providencial; a la tradición y a la violencia; la manipulación de la historia para fines políticos, el desconocimiento de la legalidad y las formas republicanas en nombre de la voz popular, su presencia permanente y opresiva en los medios, el discurso brutal y agresivo contra el adversario, que eso sí es nazi y que proviene de Carl Schmitt, el teórico nazi para quien la ecuación fundamental de la política es amigo/enemigo.
Y Chávez para los enemigos: ni pan, ni agua (ni justicia, decía en consonancia nuestro Juan Domingo Perón)”. Parece mentira, pero buena parte de esa horrenda descripción podría corresponder a cualquiera de los “líderes bolivarianos” de la región. A Morales, Correa, Ortega, o a los propios Kirchner. Ocurre que todos están “cortados con la misma tijera”. Tienen un común denominador político: que supone “usar” la democracia para tratar de destruirla, a través de la manipulación más burda. Y también uno moral: para estos “líderes” no hay límites de ninguna especie para nada y la verdad es simplemente lo que ellos nos dicen que es. Por ende, mentir está permitido, después de todo sin otra verdad que la propia, ¿qué es la mentira? Muy simple: o la realidad o la opinión de los demás.
Las similitudes en el andar son poderosamente llamativas. Tanto, que se confirma a cada paso aquello de que “Dios los cría”. Si usted todavía no lo ha advertido, simplemente dedíquese a seguir lo que cada uno de esos líderes hace y dice, y se convencerá rápidamente de que ellos son simplemente lo mismo, con muy pequeñas adaptaciones que están naturalmente exigidas por el medio en el que cada uno de ellos actúa.
Emilio J. Cárdenas (Economía para todos, Argentina, 5.Ene.09)

Sobre Chávez

En “El poder y el delirio” (Tusquets), el ensayista mexicano Enrique Krauze ejecuta un pormenorizado retrato biográfico, político y psicológico del presidente venezolano Hugo Chávez. Un retrato nada halagador desde el punto de vista de Krauze, quien marca las diferencias entre las propuestas “socialistas” de Chávez y el socialismo democrático actual de Chile y Brasil, por ejemplo, (o de quien Krauze juzga como “la figura democrática más importante del siglo XX en América Latina”: Rómulo Betancourt). “¿Por qué, como latinoamericano, escribo sobre Venezuela? Porque el ácido del autoritarismo ideológico avanza, a punta de petróleo, dólares y propaganda, sobre la tenue superficie democrática de nuestra región”.
Chávez ostenta su identificación con Simón Bolívar, pero “a diferencia de Bolívar, Chávez no busca la unión de repúblicas independientes. Busca imperar sobre naciones dependientes”. A diferencia de Bolívar, cuya lección llevó a generaciones de latinoamericanos a un acercamiento cultural entre las distintas naciones, “el bolivarismo chavista -una “autocracia electa’, como ha indicado Michael Reid- no transita por esos caminos. Quizá ni siquiera los conoce. No cree en el humanismo liberal, no cree en la Ilustración, no cree en la cultura: la considera burguesa. Si la mismísima Revolución cubana ha esperado en vano 50 años para producir un solo escritor orgánico de altura (García Márquez es un autor supremo, pero su genio literario no debe nada a su filiación castrista), mucho menos habrá que esperar de la revolución chavista. Y no sólo escritores sino artistas de cualquier índole, es decir, artistas que no lo sean porque el jefe lo decreta”.
Quizás el gran mal imperdonable de Chávez sea el gran mal que procuran los intolerantes, los demagogos, los predicadores del odio y los tiranos: dividir a los hermanos de un pueblo. Identificando a la patria con su persona, insiste en señalar conspiraciones contra él, cuyo fin sería derrumbar el país y el mundo, y así “ha plantado la mala yerba de la discordia en la sociedad venezolana”, sin vacilar “en llevar a Venezuela al borde del precipicio. En eso sí se parece a Hitler, que en el búnker reclamaba a sus compatriotas la destrucción de puentes y ciudades antes que admitir su derrota, la derrota de sus mitologías”.
El Litoral (Santa Fe, Argentina, 3.Ene.09)

Krauze anda espantando con el petate del muerto


Enrique Krauze no es un intelectual orgánico, si por éste se entiende sobre todo a los escritores-literatos que de alguna manera chupan de la ubre político-gubernamental. Los Aguilar Camín, verbigracia, lo hicieron con el salinismo y después mordieron la mano que les dio ahora sí que a manos llenas. No es de esos Krauze, con todo y su capilla-mafiosa de intelectuales como sociedad cerrada, ya que no entra nadie más sin la autorización del gurú Krauze.
Éste es un escritor al servicio ideológico-empresarial, cuando más a la derecha mejor, pera no muy alejado del estilo de Luis Pazos (éste, además, protector de los banqueros y cobra como si fuera defensor de los cuentahabientes) andar asustando a los patrones, capitalistas y demás fauna que defiende al mercado libre cuando le conviene y cuando aparecen las crisis, suplicar la intervención gubernamental para que les regalen subsidios y para que la intervención del llamado Estado (que Krauze y los suyos confunden con los poderes estatales) controle con su mano visible lo que la “mano invisible” empresarial, comercial y patronal tras sus abusos, puso en jaque mate al capitalismo con todos sus ismos.
Acaba Krauze, con buen ojo para vender libros, de publicar su crítica al venezolano Hugo Chávez, mientras se hace de la vista gorda con los problemas del calderoniso, le carga la mano al lópezobradorismo y receta salvaciones contra las posibles amenazas que se ciernen sobre nuestro país. Sostiene Krauze que en la Venezuela a la que pone contra la pared en su libro El poder y el delirio, es mucho más democrática que México y que los mexicanos estamos “dormidos” a diferencia de los venezolanos que, “acorralados por Chávez, se han puesto alertas”.
Allá los empresarios han tenido gran parte de la responsabilidad (Krauze, como religioso que es hasta las cachas, habla de culpa) ya que atacaron la democracia y la llevaron al filo del suicidio. Quiere Krauze organizar una cruzada con empresarios mexicanos que dejen la “antipolítica” y se metan de lleno (como cuando invirtieron millones de pesos para difamar a la oposición y por lo que ahora están molestos ya que se les impide calumniar en televisión y radio) a la actividad como partidos políticos.
Y anda muy activo criticando y atacando a Chávez y para eso se fue España (a comer, desayunar y cenar paella y quejarse de no poder comerse unos huevos rancheros con harto chile, El País: 16/X/08) y ya de regreso se fue al Club de Industriales para “alertar” a los empresarios, afirmando que los venezolanos son más democráticos que los mexicanos (Reforma: 12/XII/08) y manifestar que allá la izquierda, los intelectuales de centro-izquierda (mientras Krauze es de extrema-derecha con afinidades conservadoras) tienen la esperanza de implantar la democracia. En ese lío de confusiones, Krauze anda espantando con el petate chavista a los empresarios mexicanos y es que esa campaña deja dinero y vende su libro.
Alvaro Cepeda Neri (Ecos de la costa, 7.Ene.09)

martes, 6 de enero de 2009

Crear dos, tres, muchos Sambil

Hace poco más de cuarenta años, en abril de 1967, se publicó el documento "Crear, dos, tres& muchos Vietnam es la consigna", que pasó a la historia (como la mayoría de las cosas que hizo o escribió el Ché Guevara) por el título, por la bandera, por lo superficial, no por su contenido. Todo eso me volvió a la mente a raíz del edicto pretoriano que ha prohibido la apertura (la construcción ya es un hecho) del Centro Comercial Sambil de La Candelaria. La orden ha puesto a trabajar duro a unos cuantos, a construir argumentos a todo un grupo de personas, la mayoría de los cuales irónicamente forman parte de lo que Luis Tascón llama la "derecha endógena", esa que promueve el socialismo para los demás y el capitalismo salvaje para sí mismos. Han descubierto ahora "que no se puede hacer la revolución con un Sambil en La Candelaria".
Y están en lo cierto. De los siete estados en Venezuela donde se ha levantado un Sambil, seis están en manos de la oposición: Distrito Capital, Miranda, Zulia, Carabobo, Táchira y Nueva Esparta. La única excepción es Lara, en donde el gobernador oficialista tiene ciertas particularidades que, paradójicamente, le costaron al mismo tiempo su expulsión del PSUV y le valieron su reenganche. Sin considerar Lara, el balance de votos en las seis dependencias restantes es claro: 54% - 46% en favor de la oposición. Es evidente que la lógica no fluye en esa dirección sino en sentido contrario, pero eso no le resta validez a la asociación. La mayoría de los centros comerciales se construyen en lugares en donde, además de cierto poder adquisitivo, existe una aspiración de modernidad. Allí hay posibilidad de elegir, variedad, allí las cosas tienen un precio, que a su vez hace que sean valoradas por quienes las adquieren. Nada más ajeno a la revolución. Eso también es válido no sólo para los centros comerciales, sino también para las grandes cadenas de farmacias y de supermercados que se han desarrollado amparadas en ese deseo de modernidad, de mayor calidad de vida, de mayor posibilidad de elección.
Acaso ya es tarde para ponerle un freno a todo esto. Ha ocurrido en ese aspecto algo parecido a lo que Enrique Krauze sugiere que ha pasado con el voto. Según él, el tipo de democracia que surgió en Venezuela a partir de 1959 fue una especie de salto adelante, un paréntesis en nuestro devenir histórico, muy difícil de predecir y más todavía de sostener si se revisa nuestra frágil experiencia republicana. Si bien la revolución nos ha traído de vuelta al pasado, ha quedado como herencia de esos años una religión del voto, que obsesiona tanto a quienes votan como a quienes se eligen. Es ese mismo equilibrio frágil que impide que el gobierno termine por secuestrarlo todo, el que lo mantiene todavía anclado, con sus más y sus menos, a la voluntad del pueblo. Así ha sucedido con los centros comerciales. Son una especie de derecho adquirido. El aluvión petrolero de todos estos años ha dejado al menos esa experiencia, esa posibilidad de elegir, esa cultura. Cultura entendida como lo que le urge a la gente en la vida, aquello en lo que cada quien se repite porque le trae consigo ese sentimiento de encuentro. Muy difícil luchar contra eso.
Miguel Ángel Santos (El Universal, Venezuela, 2.Dic..09)

El otro pueblo venezolano

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La prensa nacional cubana, controlada y dirigida por el Partido Comunista, ha repetido por estos días en destacados titulares que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, saldrá a defender al pueblo, pero no dice que saldrá a defenderlo de ese otro pueblo venezolano -prácticamete la mitad del total de habitantes con que cuenta el país- que de forma honesta y valiente ha demostrado su inconformidad ante esa especie de comunismo del siglo XXI que pregona el mandatario bolivariano.

Casi la mitad de la población venezolano no es chavista. Aún así, para Chávez sólo cuentan sus seguidores. Algo muy similar ha ocurrido a los anti castristas en nuestro país, los que, en vez de formar parte de otros partidos políticos, como ocurre en Venezuela, se han visto precisados a emigrar, porque jamás se ha han permitido otras opciones. Aunque las noticias sobre lo que ocurre en Venezuela no aparecen de forma transparente en la prensa de los hermanos Castro, leyendo entre líneas, cualquiera se percata de la caótica situación política que sufre este pueblo, en su empeño por crear zonas libres del comunismo chavista.
La importancia de los seis estados donde los candidatos opositores ganaron las gobernaciones demuestra a las claras en qué consisten las desventajas de Chávez. Miranda, Zulia, Nueva Esparta, Carabobo, Táchira y una gran parte de Caracas son las regiones más ricas del país, con un gran desarrollo urbano, importantes universidades y además, una gran población indígena.
Tres de esos estados, Nueva Esparta, Carabobo y Táchira, se destacan no sólo por el comportamiento heroico que asumieron sus pobladores durante las luchas por la independencia, sino también por su gran actividad industrial, una agricultura de alta tecnificación e importantes empresas de textiles, cemento, alimentos y manufacturas metal mecánicas.
Aunque todavía una gran parte de los venezolanos acude democráticamente a las urnas, una dictadura al estilo cubano está implícita en las amenazas de Chávez: “Sólo les digo que no me voy a quedar con los brazos cruzados y voy a salir a defender al pueblo “. Clásica expresión de los dictadores ante sus contrarios.
Tiene razón el célebre escritor e historiador mexicano Enrique Krauze, autor de El poder y el delirio, cuando al analizar la figura de Hugo Chávez, dijo: ¨ El sueño del presidente venezolano es convertirse en el equivalente de Stalin ¨.
Tania Díaz Castro (Cubanet, 2.Ene.09)

Protagonista Chávez

En el Perú, por ejemplo, está teniendo lugar el proceso contra Fujimori, cubierto por todas las agencias periodísticas del mundo. En Argentina, Néstor Kirchner enfrenta una denuncia por corrupción, que se suma al enredo del maletín con dólares enviados por Chávez para financiar ilegalmente la elección de Cristina Fernández. Tales sucesos aquí son menores o pasan desapercibidos.

Lo de Venezuela, menos grave, pero tampoco satisfactorio. Aunque nos enteramos de los triunfos y derrotas electorales de Chávez, de sus andanzas como golpista y luego como víctima de su propio invento, y hasta de sus actitudes chabacanas, los colombianos sabemos poco de este coronel mesiánico y su gobierno, cuando deberíamos saber tanto como un venezolano del común conoce de Colombia.
Pues bien, ahora se da una oportunidad excelente de conocer en detalle el presente y los antecedentes de Chávez, con el libro El poder y el delirio, del historiador y ensayista mexicano, Enrique Krauze, que no vacilo en recomendar como un texto bien documentado y de obligada lectura. Mario Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner, han ponderado el trabajo de este escritor, que ya es conocido por obras como La trilogía histórica de México y La presencia del pasado, entre otros éxitos editoriales.
Aunque no es el primer libro biográfico de Chávez, pues antes se publicó Hugo Chávez sin uniforme , de los periodistas Alberto Barrera Tyszka y Cristina Marcano, sin duda un valioso documento que también recomiendo, el trabajo de Krauze es el primero que además se ocupa de examinar los alcances y precario futuro de la “Revolución Bolivariana” que ha dividido severamente a la sociedad venezolana y a Latinoamérica.
Krauze revela que Chávez primero quiso ser beisbolista y parecerse a un célebre deportista, para luego acuñar la fábula de que es la reencarnación de Ezequiel Zamora, un prócer venezolano, lo cual explica su actitud siempre delirante. Pero el libro también relata que Chávez ha deformado la historia de su país, sirviéndose de Bolívar, sobre cuya gloria ha montado una estrategia heroica para sustentar un mandato donde él lo es todo. Por eso detesta abiertamente al ex presidente venezolano Rómulo Betancourt, cuya memoria ha ultrajado con ordinariez.
En contraste con el odio por Betancourt, la adoración de Chávez por Fidel Castro, de quien se cree su sucesor, lo ha hecho incurrir en errores costosos, como el auspicio de las fracasadas misiones alimenticias y médicas, las últimas dirigidas por galenos cubanos que para todo recetan una “pastillita azul” que nada cura pero en cambio enferma. Al decir de Krauze, es la segunda invasión cubana a Venezuela, ésta sí consentida, después de la fallida de 1966.
Se ofrece verosímil la tesis central de Krauze, según la cual Chávez lo que pretende es revivir la monarquía contra la que combatió Bolívar, valido de los petrodólares con los que alineó incondicionalmente a Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Paraguay, para hacer de estos países unos nuevos virreinatos, y de Miraflores, la Casa Real, todo ello desaprovechando la bonanza petrolera, con la que pudo haber encauzado las transformaciones sociales que demanda su país, sumido hoy en la corrupción y enfrentado a una de sus más grandes crisis económicas.
Es útil, pues, leer este ameno libro de Krauze de la “historia presente”.
Pascual Bejarano Guzmán (El Espectador, Colombia, 27.Dic.08)

El poder y el delirio

El mexicano Enrique Krauze, fundado de la revista Letras Libres ha publicado El poder y el delirio, un fascinante libro para los que guardamos interés por lo que ocurre en América y por los geo-procesos políticos, entre los que está el bolivarismo o socialismo del siglo XXI y el frente rojisur, liderados por Hugo Chávez, pero inspirado en el régimen cubano de Fidel Castro, espejo de todo el movimiento. Al margen de los capítulos dedicados a contextualizar Venezuela y a desmitificar algunos de las imágenes que tenemos de Chávez, Krauze analiza cómo ha evolucionado la izquierda venezolana hacia el chavismo y, curiosamente, cómo en ese proceso han abandonado al golpista los seguidores de la revolución cubana, como Teodoro Petkoff o Américo Martín tras constatar que es Chávez el que se apropia de algunos de los conceptos revolucionarios para adaptarlos a un ideario político prácticamente hilado para la ocasión y que deriva en un delirante fascismo que pone en peligro la democracia. Krauze describe a la perfección el bodrio ideológico que tanto admira y atrae a la izquierda española: una mezcla incompatible de marxismo trasnochado preñado con el ideario de culto al mito de Bolívar, un culto éste propio de la derecha venezolana. El prestigioso historiador hace un paralelismo entre el ideario de Chávez y el de Napoleón y se adentra en la ambición expansionista del chavismo y en su influencia en toda el área sur de América. Pero, curiosamente para Krauze, todo esto no lo hace Chávez desde un ideario improvisado, sino desde una planificación ideológica que ha cultivado a lo largo de muchos años, desde su juventud y a escondidas, y que pone en práctica una vez en el poder a través de las urnas. Según esta versión Chávez es, en contra de lo que pensamos y de la imagen que tenemos de él, un estratega de primer orden que ha sido capaz de madurar y planificar su trayectoria política, lo que lo hace más peligroso de lo que creemos. No obstante, un mensaje alentador nos deja Krauze: la democracia como sistema, una vez instalada en la conciencia social, es posible socavarla, pero no acabar con ella. La democracia en Venezuela podrá con Chávez y con todo su aparato porque es la una de las más sólidas del continente.
Manuel Mederos (Canarias7.com, España, 18.Dic.08)

Uh, ah, Chávez NO se va

El régimen de Chávez tiene otros problemas. Está minado por el peculado y el nepotismo y ello es contrario a una revolución, porque ésta se inspira siempre en la honestidad y la pulcritud en el manejo de los recursos públicos. PDVSA, la principal empresa del Estado está castigada por el porcentaje corruptor y el tráfico de influencias. Hugo Chávez ha hecho de la administración pública una especie de hacienda personal, que invocando buenos propósitos, maneja a su antojo sin rendirle cuenta a nadie y como dice Enrique Krauze, escritor mexicano, ha hecho de la propiedad pública su propiedad privada, al regalar, donar o transferir a terceros países dineros a raudales que pertenecen a todos los venezolanos. Quizás una de las peores acciones de Chávez ha sido haber llevado la política partidista a la Fuerza Armada Nacional.
Es vergonzante ver a facciones de oficiales en actos proselitistas y a los cuarteles convertidos en casas de beneficencia o sede del PSUV, ello porque para Chávez la fuerza armada es su verdadero partido, en una especie de simbiosis que sigue la máxima del ideólogo fascista Norberto Ceresole, muy admirado por Chávez: Caudillo-Pueblo-Ejército. Estos elementos fascistas han calado hondo en la estructura del Estado-gobierno en Venezuela al punto que cuando se le junta con el marxismo-leninismo importado desde Cuba, ello no puede resultar sino en una mezcla indigesta. La conformación de bandas armadas vestidas con franelas rojas con el objeto de atemorizar y agredir a quienes considera el enemigo, son prueba de ello. Esas bandas armadas, camisas rojas, imitan muy bien a las camisas pardas de Hitler que sembraron el miedo y el terror en la Alemania nazi, las tristemente recordadas Sturmabteilung (SA), las tropas de asalto.

En Venezuela se acabó la sana distinción entre gobierno y partido de gobierno, las dos son la mismo entidad, como lo hizo el nazismo. Hitler lo dijo en 1939 en un mitin en Hamburgo. “El partido es el líder y el líder es el partido”. El partido oficial de Chávez es una estructura militarizada, organizada en batallones, escuadras y patrullas, como si se tratara de una formación militar, donde él manda y los demás obedecen.
Derrotado de manera contundente en el campo de las ideas y ya en retirada vergonzante, a los panfletarios del socialismo del siglo XXI, no le ha quedado otra que refugiarse arrinconados en la reelección de quien ellos dicen es su único líder, porque sin Chávez son nadie.

Las tribulaciones de Krauze con el populismo


El texto de Krauze sobre el régimen chavista y su jefe es interesante y documentado. Su estilo de redacción no depara sorpresas ni tampoco recoge excelencias. El autor mexicano ya había proyectado virtudes y limitaciones en otras obras. En ésta combina testimonios de políticos y escritores venezolanos (muchos de ellos ex chavistas) con interpretación, dando un marcado toque periodístico y testimonial al trabajo.

Se echa en falta sin embargo, un análisis del nacionalismo militar suramericano y sus muchos exponentes en los últimos setenta años. No sólo me refiero a Perón, que fue el populista más trascendente de todos por sus avanzadas leyes sociales; decisivas en la formación y desarrollo de grandes sindicatos afiliados a una poderosa central única de trabajadores (la CGT).

Entre los generales restantes de la especie, cuentan en distintas épocas, los bolivianos Toro, Busch, Villarruel, Ovando y Juan José Torres; el ecuatoriano Rodríguez Lara; el coronel guatemalteco Jacobo Arbenz; y el peruano Juan Velasco Alvarado. Krauze apenas menciona a Perón, silenciando la segura influencia que los restantes han desempeñado en el imaginario militar y nacionalista de Hugo Chávez. Al centrase en la modélica figura de Fidel Castro -decisiva en estos tiempos- omitiendo a los otros, el autor reduce la prospección requerida. Se me dirá que el nacionalismo militar reformista queda representado por su destacada mención de Lázaro Cárdenas. Pero éste era un general sin previa formación académica o cuartelera, improvisado en realidad por las circunstancias "revolucionarias" de México hacia finales de los años ´20 y comienzos de los ´30. Además, y a la inversa de lo que ocurrió en el resto del Continente, el Ejército mexicano, una vez vencida la intentona fascista del general Cedillo por Cárdenas, se subordinó al omnipresente poder político.

Ya dije en otro post lo que opino del tata Cárdenas; ex obrero gráfico, hombre de principios con gran sensibilidad social y buen gobernante (sobre todo ordenancista en lo que atiene a la estabilización política de México tras el asesinato del Presidente y general Alvaro Obregón, reemplazado por el ambicioso y sectario Plutarco Elías Calles, otro general depuesto y expulsado del país por Cárdenas antes de asumir la presidencia por la vía electoral). Krauze insiste en su admiración por él, trasladándola al sistema presidencialista de un sólo periodo, en el curso de un más o menos reciente programa de entrevistas en la TV venezolana al que fue invitado, parcialmente insertado en su libro.

"...Cárdenas respetó la regla de oro del sistema político mexicano, un precepto que estaban descubriendo, al parecer, los venezolanos..." (se refiere a la época que precedió a la irrupción de Chávez ) "...consistente en no entregar el poder vitalicio y absoluto a una persona bajo ninguna circunstancia". Me faltó agregar que ni Cárdenas ni ningún otro presidente surgido del PRI tuvieron jamás la tentación totalitaria de monopolizar los medios de comunicación".

No es preciso que aclare la escasa importancia del relevo sexenal de la presidencia por parte de la aceitada, corrupta y voraz maquinaria del PRI durante seis largas décadas (sobre todo en la prolongada etapa posterior al sexenio de Cárdenas). El señor Krauze parece añorar a esos caciques poco tentados por el totalitarismo...individual, y tan entregados al colectivo, previo abrazo antes de la farsa electoral con el tata/prócer...

Gracias a ellos, la subvencionada cultura mexicana y sus diligentes representantes (mayoritariamente respetuosos con quienes les daban de comer) podía darse el lujo de financiar a nacionalistas de izquierda y liberales de centro empapados en amor por la patria y la "Revolución". Debo recordar que el joven (y no tan joven) Octavio Paz fue uno de ellos, y su alumno Krauze otro. Por eso añora el último aquél México y no éste, que al otro heredó en las personas de Fox y ahorita Calderón; impotentes ambos para despejar el territorio de narcotraficantes poderosos conectados a las esferas de poder. Bien, a Krauze no lo financiarán hoy en México. Pero convengamos en que para premiarlo estamos nosotros, otorgándole "La Gran Cruz de Alfonso X el Sabio", y acreditándolo en el jurado del "Cervantes".

Otro de los ídolos del flamante galardonado, es el finado ex presidente y mentor de la desinflada democracia vernácula, Rómulo Betancourt. A él se deben notables esfuerzos por desarrollar Venezuela, encuadrándola en la práctica del Estado de derecho. Sin embargo, tales esfuerzos no incluyeron grandes progresos en la eliminación de la miseria de muchos compatriotas, menguando la acusada tendencia de unos pocos a enriquecerse. El boom petrolero de los años ´70 hizo el resto, no sin que antes el pacto de Punto Fijo afincase la repatrija oligárquica de poder, y su correspondiente alternancia presidencial entre Acción Democrática (el partido de Betancourt) y el socialcristiano COPEI (liderado por Rafael Caldera).

No sólo se repartieron las barajas de los tres poderes las dos principales formaciones del país, sino los beneficios de la renta petrolera, abultada por los crecientes precios del oro negro en los años ´70. En el ínterin, el Presidente Carlos Andrés Pérez (alias "El gocho") hizo de las suyas ante la protesta social, masacrando estudiantes y obreros a plena luz del día. Años antes el mexicano Gustavo Díaz Ordaz, auxiliado por su ministro de Interior (y luego Presidente) Luís Echeverría, anticipó el método empleando tropas bien pertrechadas del Ejército contra cientos de estudiantes en la céntrica Plaza de las Tres Culturas.

De esa enorme corrupción y la permanente injusticia de los poderosos para con los débiles al sur del Río Bravo, surge en tierra venezolana Hugo Chávez Frías. Intelectual más proclive al academicismo que al buceo en aguas profundas, Krauze es naturalmente crítico (y con justa razón) hacia su figura y la ambición ilimitada de poder que arrastra. Lo malo radica en aquello que el escritor de prestige defiende u omite en su texto. Semejante desequilibrio reduce extraordinariamente su valor, tornándolo útil como documento de una realidad, aunque analizada sin la debida profundidad al serle restados factores históricos y condenas de sistemas que, tras ser liderados por líderes populistas (como Cárdenas) o demócratas de centro izquierda (tal el caso de Betancourt), degeneraron tan rápidamente en México y Venezuela. Mucho me temo que, a diferencia de sus editores españoles, el señor Enrique Krauze no haya leído mi Perón. Si lo hizo, miró sin ver. Y ahí están las consecuencias...

Joan Bonavent (laespadadelzorro.blogspot.com, 6.Dic.08)

lunes, 5 de enero de 2009

Ningún Presidente venezolano ha logrado la reelección indefinida

Entrevista con la historiadora Inés Quintero:

El historiador Enrique Krauze, que acaba de publicar un libro sobre Chávez (El poder y el delirio), dice que el presidente es un televangelista que, además, sabe usar su carisma a través de los medios. Eso podría garantizar el éxito para lograr la enmienda constitucional que se propone...

-Las condiciones no son fáciles, pero confío que los procesos históricos no ocurren en vano. Independiente de las condiciones magistrales, los medios y la repartidera de billete, creo que la sociedad venezolana tendrá un mínimo de madurez que le permita, al final, ponerle una mano en el pecho a Chávez. Creo que al final se impondrá los recursos ciudadanos de todos los venezolanos. La historia lo ha demostrado: Monagas estuvo en el poder tres períodos y contaba con todo a su favor y fue expulsado en 1857. Quiere decir que, incluso si llegas a acumular todo el poder posible, te puedes llevar un chasco.
Luis Martínez (El Nacional, Venezuela, 18.Dic.08)

De cómo Venezuela nos aventaja

Para Alberto Barrera y Cristina Marcano.
En términos culturales, la democracia venezolana es superior a la mexicana. Lo es, en primer lugar, por el nivel del debate nacional. A despecho de su crispación y envenenamiento, en Venezuela la discusión de los asuntos públicos es más seria, variada, intensa y focalizada que en México. En la prensa, la radio, la televisión; en los cafés y restaurantes de clase media y alta; en los consejos comunales de los barrios pobres, la gente está politizada no sólo en sus opiniones sobre Hugo Chávez y su "Revolución Bolivariana" sino en aspectos que le atañen de manera directa: el abasto de alimentos, la inflación, los servicios públicos, la inseguridad. Sus alegatos no son -como los nuestros- abstractos ni ideológicos, son concretos. Los ciudadanos advierten los errores de los funcionarios y no se cruzan de brazos: reclaman soluciones y, si no las logran, castigan al gobernante con el voto adverso. Ésa es una de las lecturas de las elecciones del 23 de noviembre: un sector de la población quitó su apoyo a los alcaldes y gobernadores chavistas que no cumplieron con su encomienda. La conclusión es clara: como costumbre política, la democracia venezolana nos lleva ventaja.Otra diferencia esencial a favor de aquella democracia sobre la nuestra es la madurez de su izquierda disidente. Un hombre como Teodoro Petkoff no existe en México. Guerrillero en los sesenta, preso en aquellos años, Petkoff reprobó al "socialismo real" soviético a raíz de la invasión a Checoslovaquia de agosto de 1968, y a partir de ese momento dio comienzo a una compleja travesía intelectual y política. Transitó del socialismo autoritario y estatista a una elaborada convergencia entre el socialismo y el liberalismo fincada en el estricto apego a la democracia. Fundador del Movimiento al Socialismo (MAS), candidato presidencial, activista de tiempo completo, ensayista poderoso y estructurado, al comienzo del chavismo Petkoff vislumbró la regresión futura y junto con varios amigos fundó Tal Cual, el excelente tabloide que dirige y en el cual se ejerce la más inteligente crítica de izquierda al gobierno chavista. Un órgano así tampoco existe en México.Aunque Petkoff es el líder intelectual y político más conspicuo de esa izquierda democrática opuesta al mesianismo de Chávez y a lo que él mismo ha llamado la "izquierda borbónica", no es el único. Su posición la comparte, con matices, un sector claramente mayoritario del aparato cultural y el mundo universitario. Artistas, escritores, científicos, creadores de toda índole, profesores y estudiantes se identifican con esa postura, no en el sentido de ver en Petkoff un candidato a gobernar sino de asimilar su pensamiento crítico y buscar una plataforma ideológica que modernice para el siglo XXI los ideales del socialismo del siglo XIX, evitando los errores y denunciando los crímenes del socialismo del siglo XX. Esa vocación social fincada en valores democráticos es característica del mundo universitario de Venezuela. Una cultura de izquierda así, una corriente universitaria así, casi no existe en México.Para modernizar nuestra economía, en México debemos reformar las estructuras monopólicas en la iniciativa privada, el sector público, el universo sindical y aun en ámbitos académicos. Tendría que ser precisamente la izquierda la que debería proponer esas reformas liberalizadoras, pero sigue enredada en paradigmas ideológicos del pasado (estatistas, nacionalistas- revolucionarios, priistas en definitiva), vive secuestrada por un caudillo mesiánico y carece de los órganos periodísticos y mediáticos o las instituciones académicas que comiencen siquiera a prefigurar esa cultura democrática y liberal que vibra en Venezuela. Es a ella, no a los yanquis y "pitiyanquis", a la que más teme Hugo Chávez.Otros aspectos de la democracia venezolana no son menos relevantes. Uno de ellos es la participación ciudadana. Derivada del nivel de información y discusión en el seno de aquella sociedad pero motivada también por la aguda polarización de su vida política, la participación en las actividades democráticas (específicamente la más básica de ellas que es la participación electoral) es admirable. En casi todas sus elecciones concurre más del 60% del electorado. El otro aspecto tiene que ver con la libertad de expresión. Aunque el régimen impone abusivamente su agresiva presencia mediática, en Venezuela subsiste -acosada pero alerta- la libertad de expresión. Ambos polos se atacan sin misericordia, pero esos excesos son preferibles a la restricción que ahora existe en México. No otro sentido tienen las nuevas leyes del Cofipe que en el 2009 intentarán amordazar a la sociedad.La izquierda liberal y democrática gobernará, más temprano que tarde, en Venezuela. Esa izquierda liberal y democrática es una alternativa necesaria en México, pero en términos culturales apenas existe. Su representante más distinguido es Roger Bartra que, siendo director de El Machete en 1980, fue el único intelectual de izquierda en entablar un debate respetuoso y fructífero con Octavio Paz, justo en la época en que Paz sufría el más burdo ninguneo de nuestra "izquierda borbónica". Hace poco, conversando con Bartra, comprendí la razón de su viraje: vivió varios años en Venezuela.
Enrique Krauze (Reforma, 14.Dic.08)

Diputados 'kakos'

El mismo Enrique Krauze, cosa insólita, escribe en su artículo del domingo pasado: "En términos culturales, la democracia venezolana es superior a la mexicana. Lo es, en primer lugar, por el nivel del debate nacional. A despecho de su crispación y envenenamiento, en Venezuela la discusión de los asuntos públicos es más seria, variada, intensa y focalizada que en México". ¿Que tal? Pero por supuesto que sí, comparado con estas técnicas de comedia que vemos en nuestro ámbito, donde la participación ciudadana se simula con acarreados, como lo constatamos en el episodio del Congreso.

Paz Flores (Reforma, 20.Dic.08)