El líder venezolano de Krauze es un salto atrás al "revolucionarismo" de la segunda posguerra mundial; alguien que rinde culto con dudas de sí mismo a la figura del héroe; un rebote intelectual de Carlyle, con todo su providencialismo exaltado; para, de forma brillante, atractiva y arriesgada, remontar el parentesco a Suárez -el inventor del derecho de gentes, no el duque-, a cuya manera practica una restauración neotomista, pero de la izquierda revolucionaria de los años sesenta. Con ello cierra un poco el personaje, le niega el albedrío de la incoherencia. Y no es tan seguro que Chávez fuera Chávez antes de su llegada al poder en 1999, como el De Gaulle de 1939 no era el gigante del llamamiento de junio de 1940.
La obra está llena de trouvailles que recaman personaje y circunstancia: "novelista de sí mismo"; "tele-evangelista del poder"; "el tropical historicismo de los héroes"; "que expide franquicias de chavismo"; y con el crédito que así le otorga, absuelve de otros cargos a un presidente del que dice que cree en lo que hace, en contraste con interpretaciones que lo ven animado de una sed de poder, por la que haría cualquier cosa.
El poder y el delirio no es por ello una encuesta con final abierto, sino la demostración, intelectualmente fascinante, de un punto de vista. Tele-evangelista
M.A. Bastenier (Babelia, El País, España, 6.12.08)
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