sábado, 6 de diciembre de 2008

Carlyle y Chávez


Enrique Krauze ha abandonado en su último libro la historia ya sedimentada de su México natal -tequila reposado de 10 años- por el vendaval que avienta el presidente Hugo Chávez -trago de aguardiente en un chiringuito de Caracas-. Y en sus primeras páginas advierte y postula el autor, siguiendo a Hugo Thomas, que "quien sólo conoce España, no conoce España"; o que una persona no explica nada sin su entorno. El poder y el delirio es, así, una biografía analítica del presidente venezolano.
     Para poner en práctica ese planteamiento, Krauze hace una división muy marcada. La primera parte es un resumen histórico de la Venezuela contemporánea; a la que sigue una segunda parte de testimonios, siempre críticos, bien que elaboradamente cultos; a continuación, procede a su análisis del personaje; acto seguido se permite una excursión hablada, como parlamentos de teatro, con varios renombrados intelectuales venezolanos; y culmina con las voces chavistas, que suenan tan acartonadas como vibrantes, las partes segunda y tercera.

      El líder venezolano de Krauze es un salto atrás al "revolucionarismo" de la segunda posguerra mundial; alguien que rinde culto con dudas de sí mismo a la figura del héroe; un rebote intelectual de Carlyle, con todo su providencialismo exaltado; para, de forma brillante, atractiva y arriesgada, remontar el parentesco a Suárez -el inventor del derecho de gentes, no el duque-, a cuya manera practica una restauración neotomista, pero de la izquierda revolucionaria de los años sesenta. Con ello cierra un poco el personaje, le niega el albedrío de la incoherencia. Y no es tan seguro que Chávez fuera Chávez antes de su llegada al poder en 1999, como el De Gaulle de 1939 no era el gigante del llamamiento de junio de 1940.

      La obra está llena de trouvailles que recaman personaje y circunstancia: "novelista de sí mismo"; "tele-evangelista del poder"; "el tropical historicismo de los héroes"; "que expide franquicias de chavismo"; y con el crédito que así le otorga, absuelve de otros cargos a un presidente del que dice que cree en lo que hace, en contraste con interpretaciones que lo ven animado de una sed de poder, por la que haría cualquier cosa.

      El poder y el delirio no es por ello una encuesta con final abierto, sino la demostración, intelectualmente fascinante, de un punto de vista. Tele-evangelista


M.A. Bastenier (Babelia, El País, España, 6.12.08)

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