jueves, 12 de febrero de 2009

Venezuela se erige en actor de peso en Sudamérica

Hugo Chávez tiene una certeza y una profecía que no se cansa de anunciar. En la tribuna de la reciente cumbre del Foro Social Mundial de Belém volvió a asegurar que en América Latina “está ocurriendo una verdadera Revolución”, y que esta, a diferencia del pasado, ya no viene de la mano de “columnas guerrilleras” y busca otros caminos para lograr los “cambios estructurales”.Chávez actúa como el elegido, dispuesto a hacer realidad esa misión y presentándose como la sucesión natural y retórica de Fidel Castro. Si, a principios de los años 60, Castro anunciaba que la cordillera de los Andes se convertiría en una gran Sierra Maestra, un foco insurgente recorriendo la espina dorsal de la región, el venezolano ha buscado reavivar por otros medios, y amparado en la efigie de Simón Bolívar, la concreción de ese ideario.Chávez teje alianzas con China, Rusia e Irán. Pero es en América Latina donde centra sus esfuerzos y divide aguas con intensidad. Con su llegada al poder, acaba de decir, comenzó “la nueva época de liberación y desarrollo de los pueblos de América Latina”. “Nos toca a nosotros ser la vanguardia de ese proceso”, añadió. En febrero de 1999 llegó al palacio Miraflores como una excentricidad. Hoy, en cambio, hace sentir su prédica en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y hasta en Argentina. La figura de Luiz Inácio Lula da Silva y el poderío de Brasil ha funcionado como un factor de equilibrio. Lula y Chávez coinciden en la necesidad de reducir la influencia de EEUU en el espacio suramericano. Pero divergen en las metodologías. En todos estos años, Chávez se peleó y se reconcilió con los presidentes colombianos Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, el mexicano Vicente Fox, el peruano Alan García y hasta la chilena Michele Bachelet. En toda la región ha reproducido las expresiones de antipatías y adulación que ha generado en Venezuela.
Unos han celebrado el “por qué no te callas” que le lanzó el rey Juan Carlos o encuentran en El poder y el delirio, el ensayo del historiador mexicano Enrique Krauze, la confirmación de sus aversiones: Chávez como un fabulador y un caudillo aventurero. Otros, en cambio, festejan sus bravatas, que diga lo que los demás no se atreven, cosas del tipo “eres un un burro, un genocida, un borracho, mister Danger”, en referencia a George Bush. IniciativasOfreció créditos, compró deudas, fomentó asociaciones estratégicas –la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA)–, incitó rupturas –la Comunidad Andina–, imaginó proyectos faraónicos –el gasoducto del sur– que se quedaron en los planos. Ha bregado por la entrada de Venezuela en el Mercosur y se ha introducido por la ventana en crisis diplomáticas ajenas, como la que llevó a la ruptura entre Colombia y Ecuador por la muerte en la frontera del común del número dos de las FARC. Chávez ha basado parte de su agenda diplomática en la fuerza de la renta petrolera venezolana. Pero, hoy por hoy, las cosas ya no son lo mismo.

Abel Gilbert (Xornal de Galicia, 3.Feb.09)

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