Año y medio después de salir a la luz la versión original, en francés, recibimos la versión española del trabajo más pulido y completo del periodista, editor, traductor y comentarista político Marc Saint-Upéry sobre los cambios más recientes y los nuevos retos de Suramérica. El sueño de Bolívar es, sobre todo, como se explica en el subtítulo, un estudio comparativo de “los desafíos de las izquierdas suramericanas”. Producto de diez años de residencia en Suramérica y de cuatro años de viajes, reportajes, conversaciones y lecturas por el hemisferio occidental, el autor, antiguo editor de la prestigiosa casa francesa La Découverte, maneja como pocos los hilos que permiten presentar de forma interesante, apasionante a veces, un asunto tan complejo y heterogéneo como el rompecabezas suramericano.
En un viaje a Caracas poco después del referéndum venezolano de diciembre del año pasado, el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze, discípulo y amigo de Octavio Paz, habló con docenas de empresarios, académicos, periodistas, políticos, clérigos, ex militares, escritores y artistas sobre la llamada “revolución bolivariana”. En julio de 2008, volvió por segunda vez para atar los cabos sueltos.
El poder y el delirio, resultado de esos viajes, pretende ser, en palabras del autor, “una historia del presente en el que confluyen enfoques tan diversos como el histórico, el reportaje, la biografía, la entrevista, la crónica, el análisis ideológico y el ensayo” (p. 18) De Bolívar, a Saint-Upéry le interesa, sobre todo, el sueño imposible de la unidad y todas las contradicciones y paradojas que ese sueño encierra, con infinitos reflejos y similitudes en la realidad actual. Krauze, en cambio, desde una mirada mucho más próxima y profunda a Bolívar y a Venezuela, está convencido de que, al salir de la cárcel en 1994, Hugo Chávez, “con la certeza íntima de convertirse en presidente, se propuso lo que muchos gobernantes y caudillos: usar la figura del héroe (Bolívar) para sus propios fines políticos”. (p. 174) “Chávez es un venerador de héroes y un venerador de sí mismo”, escribe Krauze. “Su hechizo popular es tan aterrador como su tendencia a ver el mundo como una prolongación, agradecida o perversa, de su propia persona”. (p.20)
Tras una reflexión introductoria sobre las izquierdas suramericanas, el autor francés desmenuza el calvario y la resurrección de Lula da Silva (cap. 1), los excesos, dilemas, sombras y luces del brujo Chávez (cap. 2), el doble juego de los señores Kirchner (cap. 3), las verdades y falsedades sobre el resurgimiento indígena (cap. 4) y el distanciamiento acelerado del imperio del norte (cap. 5). “No estoy en la agenda secreta de los grandes príncipes de la política o del poder económico, ni frecuento asiduamente los pasillos de los ministerios, aun cuando el azar de las trayectorias militantes ha llevado a algunos de mis amigos o compañeros a ocupar cargos de responsabilidad importantes, especialmente en Brasil, en Bolivia y en Ecuador”, reconoce el autor al principio de su vuelta al continente.
El resultado es mucho más y mucho mejor que una simple recopilación de reportajes. Hay mucha investigación de campo, numerosas entrevistas destiladas y un empeño evidente –vicio periodístico siempre perdonable– de demostrar que estuvo allí, que no habla de oídas o de leídas. Pero, a diferencia de tanto periodismo por impregnación, el autor, que no oculta su militancia de izquierdas, se distancia lo suficiente para ofrecer una perspectiva iluminadora, ni romántica ni radical ciega, increíblemente esclarecedora.A la pregunta que se vienen haciendo todos los especialistas desde hace años, si hay un giro a la izquierda o “una oleada de izquierda”, su respuesta es obvia, pero inteligente: sí, por supuesto, pero “no creo que ese giro […] sea totalmente unívoco ni que se inscriba en un relato teleológico de la marcha triunfal de la historia continental hacia el progreso, la justicia social y la paz”. (p. 336).
Haciendo suyo el análisis del ex presidente boliviano Jorque Quiroga, Krauze es más pesimista: “Algunos países del Caribe y Centroamérica han sido ‘petrocomprados’ (Honduras y quizá pronto Salvador); otros están ‘petrohipotecados’ (Argentina), ‘petrointimidados’ (Costa Rica) o, en el caso más benigno, ‘petroconscientes’; Chávez no ha vacilado en apoyar a Humala en Perú o acosar a Chile, Brasil y México apoyando de diversas formas sus movimientos disidentes. El caso colombiano ha sido el más alarmanete: el apoyo a las FARC (probado en las computadores de Raúl Reyes)”. (p. 354-355)¿Es Lula de izquierdas? “Soy un mecánico tornero, he llegado a la presidencia gracias a una infinita paciencia y no necesito ser de izquierdas para luchar por la igualdad, pero si la gran definición de la izquierda es luchar por la igualdad, no hay nadie más a la izquierda que yo”, contesta él mismo en la obra de Saint-Upéry. (p. 89) ¿Ha logrado Chávez imponer ya una dictadura? “Está lejos de ser unívoca o irresistible”, contesta el periodista. “Por un lado, se trata de una especie de autoritarismo anárquico y desorganizado cuyo resultado es más una desinstitucionalización rampante que la supresión violenta de las libertades democráticas. Por otro, tiene su contrapeso en un impulso participativo de las ‘masas’ y en unos sólidos reflejos democráticos de la sociedad, chavistas incluídos”. (p. 111).
Krauze es mucho menos optimista y generoso con el nuevo caudillo venezolano. Tras un breve recorrido por la historia de Venezuela, defiende a Rómulo Betancourt, que presidió el país entre 1959 y 1963, como “la figura democrática más importante del siglo XX en América Latina” y explica cómo sus sucesores, cada vez peores, cada vez más corruptos, destruyeron su obra y acabaron abriendo las puertas, tras coquetear con la posibilidad de elegir presidenta a una ex Miss Universo, de par en par a la revolución chavista. “Chávez no es un bufón como aseguran sus críticos superficiales”, añade. “Es el continuador del proyecto de Fidel Castro para Venezuela y América Latina. Nada menos”. (p 70).
Los chavistas lo consideran vigente; los críticos, absurdo, anacrónico. Krauze, como sus mentores venezolanos (Pérez Marcano, Teodoro Petkoff, Pino Iturrieta…), una amenaza real. Entre los críticos a los que Krauze tilda de superficiales tendríamos que incluir a Saint-Upéry, aunque a Krauze no le habría venido mal tener en cuenta el texto del francés, en las librerías dos años antes que el suyo. De hecho, ni lo cita. Nada dogmático, el autor francés refuerza cada opinión con ejemplos vividos, testimonios de autores de prestigio y los antecedentes imprescindibles para comprender el presente. Es una pena que, para hacer el texto más digerible, las citas no sean académicas, pero la bibliografía final es de consulta obligada para quien desee profundizar hoy en el estudio de Suramérica.Upéry explica cómo, tras unos comienzos valientes –decapitación de la jerarquía militar, purga drástica de la corrupta policía federal, limpieza de los podridos tribunales y sindicatos peronistas, conversión de la maldita ESMA (Escuela Superior de Mecánica de la Armada) en Museo de la Memoria, anulación de las leyes de obediencia debida y punto final…–, en la Argentina de los Kirchner, cada día más cuestionados y debilitados, podría consolidarse a medio plazo otra versión más del ‘peronismo infinito’ mencionado por Maristella Svampa en el capítulo 3, con lo que el siempre discutible izquierdismo de los señores K. se desdibujaría aún más. Aunque no son el objeto principal del libro, Ecuador y Bolivia reciben atención suficiente para entender la travesía iniciada, respectivamente, por Correa y Evo Morales. En cuanto a las grandes ausencias –Chile, Uruguay, Perú y Colombia –, Saint-Upéry confiesa que “abarcar la totalidad del mundo iberoamericano estaba fuera de mis capacidades intelectuales, físicas y, sobre todo, financieras. Habría supuesto al menos dos años más de investigación, lecturas y viajes, con todas las consecuencias previsibles, incluida tal vez una rebelión doméstica en mi hogar”.
Felipe Sahagún (El cultural, Barcelona, 4.12.08)